Capítulo 75
601palabras
2023-06-07 18:45
Stacy sonrió satisfecha, - Esto va a ser más fácil de lo que imaginaba-, murmuró.
De uno de sus bolsillos sacó una llave maestra que le sirvió para darle doble golpe a la cerradura. Fue hacia el corredor, abrió lentamente la puerta y coló primero la naricita, después asomó con cuidado la cabeza, mirando hacia los rincones, a los demonios desnudos. Ellos estaban dando rienda suelta a sus bajos instintos sobre una mujer, saboreando empalagados sus placeres.
- Debe tener entrañas de acero-, masculló admirada.

Uno de ellos reparó en Stacy parada en la puerta y se alzó alegre. Jadeaba agotado.
- ¡Refuerzos!-, se emocionó.
Otro se acercó tambaleante, tirando las mesitas y los costosos adornos.
Quítate la ropa, perra y ven a mis brazos. Te voy a dejar puré-, alardeó.
Todos estallaron en risas. Stacy esbozó una larga sonrisa y se volvió para cerrar la puerta. De pronto sintió que uno de ellos le tomaba la cintura y le besaba el cuello goloso.
- Vamos preciosa, le dijo, te haré mía-

El aliento a cerveza le corrió por las narices igual a un bólido. La envenenó. Angustiada le metió un cabezazo, rompiéndole el tabique. El resto de sus camaradas se carcajeó alborozado, viendo al orgulloso elegido, derrotado por una vulgar hembra.
Stacy sacó de la cartera una automática y la apuntó a todos.
- ¿Cómo osas venir a amenazarme?-, gritó entonces el demonio. Estaba al fondo, desnudo, con varias mujeres acariciando su cuerpo.
Era él.

Empecé a tener arcadas, los deseos de vomitar me revolvieron el estómago, pero no debía despertar. Apreté mis ojos más fuertes.
Stacy apuntó el arma justo en medio de la frente del demonio .
- Los odio, malditos hijos de perra- ladró ella.
Las balas empezaron a hacer saltar los pellejos de los demonios como esquirlas. Los gritos asustados retumbaron en la salsa. Una de las mujeres se levantó histérica y corrió a la cocina, pero una certera bala la detuvo. Le perforó el cogote y la derrumbó al suelo. Se deshizo en forma instantánea. Otro tipo trató de desarmar a Stacy pero se ganó un balazo. No sintió nada. El disparo le reventó el corazón y se desplomó. También se evaporó.
Después cayó uno más, cuando pretendió refugiarse bajo las mesitas y luego Stacy le atinó a un demonio justo en medio de los sesos. La bala le entró por la oreja. Se recostó al cadáver cenizo de una mujer agonizando.
El demonio supo que era el fin, no tenía escape, se puso de rodillas, delante de ella y le suplicó que no lo matara. Le imploró piedad, pero Stacy no se conmovió. Apretó el gatillo sin misericordia y le arrancó la cabeza.
Afuera los heraldos estaban aturdidos por las explosiones. Intentaron entrar pero encontraron la puerta trabada. Se chocaron con las barricadas y se hizo una enredadera grotesca. Tropezaban los bellacos, estorbándose unos a otros por los muebles de la entrada. Al final llegaron demasiado tarde. Los elegidos estaban regados en el piso, sin vida. Y allí, con una sonrisa estúpida en su cara, con los ojos desorbitados, manando una sangre pestilente, con un enorme agujero en la cabeza, estaba él, pintado de rojo, hecho una piltrafa, una imagen macabra, que se iba arrugando, lentamente, hasta quedar hecho nada.
-¡Nooooooooooooooooooo!-, escuché gritar a alguien.
Busqué a Stacy en el sueño, no estaba, el auto tampoco. De repente todo era un larguísimo jardín, de flores y mariposa, de luces radiantes y el arco iris. Corrí hacia allí, brincando contenta, dejando que mis pelos vuelen al viento. Y entonces oí una voz.
-Lo hicimos, Tatiana-