Capítulo 46
1241palabras
2023-04-11 00:02
La maquillista y algunos de los otros miembros del equipo siguieron elogiando la belleza de Jenny, al considerar que destacaba gracias a su encanto, además de que parecía estar llena de energía. Teresa, en cambio, era callada y no le gustaba hablar cuando no estaba trabajando. Ese tipo de persona no era particularmente atractivo para los demás; especialmente con Jenny quien trataba de robarle el foco de atención.
"Tu maquillaje está listo, Jenny. ¿Podrían llevarla al estudio para que empiece su sesión individual de fotos?", dijo uno de los asistentes del fotógrafo.
Habían decidido empezar con Jenny. De modo que, la chica se levantó del módulo de maquillaje con una expresión provocadora, llena de confianza en sí misma. Teresa no actuaba de la misma manera, por lo tanto, la gente tenía una mejor impresión de la otra chica, quien con eso trataba de mostrar su profesionalismo.
En el estudio, todo estaba listo. Habían puesto una vieja ventana de madera, con una mesa antigua a un lado, que tenía sobre la superficie un precioso jarrón de porcelana azul con blanco. Una rosa adornaba el recipiente, y junto habían colocado un sillón de madera, donde Jenny efectuaría diferentes poses.
Tan pronto como el fotógrafo vio entrar a Jenny, aprobó la forma en que la maquillaron. Sin duda, una mujer oriental tan hermosa impulsaría la moda oriental en País E.
"Escuché que a esta modelo la han comparado con Isabella", dijo el asistente que estaba a un lado del fotógrafo. "Eso indica que debe ser muy profesional".
"Tengo grandes esperanzas". El fotógrafo, un hombre muy alto y sumamente atractivo, les pidió a todos que tomaran sus lugares y amablemente le dijo a Jenny que en ese momento tenían que comenzar con la sesión.
La chica tenía tantos deseos de sobresalir, que no solo quería estar a la par de Teresa en la sesión que realizarían juntas, sino que le urgía brillar en su sesión individual.
"Tomaremos primero una foto de tu perfil izquierdo", solicitó el fotógrafo a través del intérprete. Por lo tanto, ella inmediatamente se inclinó hacia un lado y se apoyó en el respaldo de la silla con la mano derecha. Su mano izquierda estaba elegantemente colocada sobre su falda, mostrando su cuerpo de lado, con una encantadora sonrisa en el rostro.
En cuanto vio esa pose, el fotógrafo frunció el ceño. Quería capturar la belleza de Oriente, no a una chica seductora.
Sin embargo, él apretó el botón de su cámara y tomó la foto, aunque pensó que esa toma no serviría. Por lo que le pidió que expresara la belleza intelectual de una dama oriental, al tiempo que le entregaba una canasta de hilo rojo, como las que se usaban en la antigüedad. Esta vez, Jenny se sentó completamente derecha, en un ángulo correcto, pero con la cabeza agachada de tal manera que el fotógrafo solo podía ver su amplia frente.
El fotógrafo puso una expresión de desagrado, pero tomó algunas fotos más. ¿Cómo podría esa chica rivalizar con Isabella con tales estándares?
Aunque la personalidad de Jenny era atractiva, lo más extraño era que durante toda la sesión de fotos ella siempre puso la misma sonrisa y una sola expresión en su rostro.
El fotógrafo no dijo nada y terminó con la sesión individual. Entonces Jenny se acercó confiadamente a preguntarle cómo lo había hecho.
Él no respondió nada, solo el asistente a su lado levantó su pulgar y murmuró: "Bien...".
Jenny sonrió con suficiencia, pero bajo su exquisito maquillaje se veía inusualmente molesta, porque evidentemente no conocía sus limitaciones como modelo.
El fotógrafo dio unos cuantos pasos para esconderse y resoplar sin que ella lo viera. Luego, le preguntó a su asistente: "Hay una más, ¿verdad?". Tan pronto como terminó la frase, la gentil Teresa entró al estudio y lo saludó.
Su sonrisa no era fingida, pero tampoco distante. Sin embargo, la actuación de Jenny había puesto de mal humor al fotógrafo, por lo que saludó a Teresa con una actitud fría.
Pensó que, aunque Jenny no era buena modelo tenía una personalidad atractiva, en cambio Teresa, quien estaba callada todo el tiempo, seguramente sería peor que su compañera.
Por eso, la trataba con indiferencia. Él hizo algunos preparativos simples y anunció que comenzarían. Sin restringir su libertad de movimiento, le dio algunas indicaciones específicas.
"Realmente no sé cómo estas mujeres pueden llamarse modelos", dijo el asistente, quien tampoco se mostró nada optimista con Teresa.
El primer tema era la calidez de la mujer oriental.
Al fotógrafo no le preocupaba mucho que ella no pudiera expresar lo que le solicitaba, ya que solo tendría que comportarse como era en realidad y ser natural; para él, con eso sería suficiente. De manera que ella usó el mínimo esfuerzo, pues todo lo que necesitaba era mantener su postura original. Se sentó en el sillón, obviamente era algo muy simple, pero sorprendió al fotógrafo ya que llenó la toma con lo más preciado que ella tenía: la mirada.
A diferencia de la manera en que entró en la habitación unos momentos antes, con la mirada dispersa, ahora Teresa veía hacia el frente. Sus ojos tenían una tenue capa de niebla, y estaban ligeramente enrojecidos. Parecía haber visto al amor verdadero, pero estaba llena de emoción en su interior, al mismo tiempo que su personaje parecía estar conteniéndose.
¡Esa era una verdadera mujer oriental, reservada y llena de templanza!
Lo más importante fue que Teresa no solo mostró esa mirada perfecta, sino que también lució de una manera espectacular el vestido que llevaba puesto. Parecía que se había vestido cuidadosamente para su amado, pero al ver que él estaba con otra persona, sintió que se estaba humillando al vestirse así. Todo eso estaba expresando con una pose.
Tanto el amor como el paisaje estaban perfectamente integrados entre sí, también la unidad de sus ojos y el objeto de exposición.
"¡Perfecto! ¡Ay, Dios mío! ¡Dame otra pose! ¡Bien! ¡Excelente!".
El fotógrafo estaba a punto de perder la cabeza de emoción. Durante todo el proceso, no pudo dejar de alabarla.
Nunca había fotografiado a una modelo tan profesional. Estaba tan emocionado que su corazón estaba a punto de estallar.
En solo cinco segundos, Teresa había expresado toda una historia, pero lo más importante era que se relacionaba a la perfección con el atuendo que llevaba puesto.
Esa era la calidad de una modelo profesional. No importaba lo hermosa que fuera, no tendía a eclipsar el vestido que usaba. La mayoría de las modelos podrían lucir sus trajes, pero ¿cuántas podían fusionarse perfectamente con lo que llevaban puesto?
Esta vez, el fotógrafo estaba tan emocionado que sintió que finalmente podría mostrar su propio talento con esas fotos. Más importante aún, Teresa era una modelo que podía elegir su ángulo. No necesitaba que se lo pidieran. Su postura casual era lo que él estaba buscando. Había decidido conservar todas esas fotos ¡no valía la pena borrar ninguna!
En ese momento, él se dio cuenta de que la modelo anterior era muy inferior a Teresa.
Esa era la gran brecha entre una verdadera profesional y una aficionada.
Posteriormente, el fotógrafo le pidió a Teresa que hiciera algunas poses más. Lo que más le sorprendió, fue que sin importar qué le pidiera, ella respondía de inmediato. Podía ser coqueta, triste, linda o encantadora. Él sintió que estaba a punto de aplaudir, maravillado con los detalles de su mirada...
¡Esa modelo era la esencia misma de la tendencia oriental!