Capítulo 76
1182palabras
2023-03-14 00:01
Cuando salió de la Mansión del Presidente, Hannah no tomó un taxi, sino que optó por caminar sola por la acera; en efecto, la vida de una solitaria podía ser mucho más cómoda, libre y sin restricciones. Podía ir a donde quisiera y hacer lo que quisiera; no necesitaba el permiso de nadie ni se preocupaba por lo que el resto pensara, podía ser ella misma abiertamente.
No había pasado mucho tiempo desde su última entrevista con el Primer Ministro de Fliysau, y le preocupaba que la reconocieran por la calle, así que salió del edificio, sacó de la cartera unas gafas grandes y con montura negra que le cubrían más de la mitad del rostro y se las puso. De esa manera, era probable que las personas no la distinguieran, a menos que la observaran muy de cerca.
Durante la caminata en la hora pico, la calle estaba llena de gente; el tráfico era un incordio y todos corrían por la acera para llegar a casa cuanto antes. 

El teléfono en su bolsillo vibró, lo sacó y vio que era una llamada de la familia Porter, nunca le daban buenas noticias cuando se ponían en contacto, así que fingió no escucharlo y volvió a guardar el dispositivo para continuar caminando sin rumbo fijo.
Sin embargo, el teléfono seguía vibrando, y parecía que continuaría haciéndolo mientras no lo contestara. 
Tenía muy claro que si no respondía, no se demorarían en llamar al apartamento de Tiana, de modo que después de cinco o seis minutos, aceptó la llamada de mala gana.
"Hannah, soy yo, papá". Cuando escuchó la palabra "papá" del otro lado, sintió la necesidad de largar una carcajada, ¿desde cuándo Davis le hablaba de manera tan amable?
"¿Qué pasa?". 
Aunque Hannah en verdad quería cortar todos los lazos con la familia Porter, no podía ser tan cruel y tratar a sus parientes como si fueran extraños.

"¿Cómo va el trabajo? Mañana es fin de semana, ¿te gustaría venir a casa a cenar con nosotros?". Podía percibirse lo cauto que Davis estaba siendo con sus palabras, como si tuviera miedo de decir algo malo de forma accidental, y Hannah pudiera leerle la mente.
"No hay necesidad de que asista, ustedes saben cómo divertirse". No dudó en rechazarlo al instante y agregó: "Si eso es todo, colgaré". Y no esperó la respuesta de Davis, dio por terminada la llamada en ese preciso instante.
Después de cortar la comunicación, recordó que había un lugar cercano llamado Royal Restaurant, que pertenecía a una familia china. Cuando todavía estaba en la escuela secundaria, Tiana la llevó allí dos veces y la comida era muy buena. Durante los años en que estudió en el extranjero, extrañaba horrores su comida, de modo que intentó hacer chow mein varias veces, pero no había manera de replicar el sabor de ese lugar.
Luego regresó al país, pero se había olvidado de este lugar, estaba demasiado ocupada con el trabajo y la vida. Se emocionó cuando lo recordó y se dirigió hacia allí apelando a su memoria. 

Unos diez minutos más tarde, logró encontrar el Royal Restaurant. Hacía más de seis años que no iba y, para su sorpresa, seguía en pie. Lo manejaba el mismo dueño, lo atendía el mismo mesero e, incluso, el interior seguía siendo el mismo; como si nada hubiera cambiado. 
Pero... ¿nada había cambiado?
Por alguna extraña razón, las cejas de Hannah, arqueadas a la perfección, se fruncieron de repente. 
Pensó en su hijo, al que nunca había visto antes, pero que tenía la mitad de su sangre. Recordó el momento en que tenía cinco meses de embarazo y el pequeño bebé interactuaba con ella de diferentes maneras. Tal era el caso que lo sentía eructar en el interior del vientre cuando se acostaba en la tranquila villa para contar los latidos del corazón de la criatura. Inclusive, mientras aprendía un idioma extranjero, el niño bailaba en su panza.
Por momentos, se manifestaba como un bulto en su vientre que enseguida cambiaba la posición. A pesar de tener diecinueve años cuando quedó embarazada, pudo tomar dimensión de la preciosidad de la vida. 
Aunque el pequeño bebé todavía estaba en su vientre, parecía entender sus palabras: podía calmarlo o hablarle que él respondería con una patadita.
Habían pasado cinco años desde que había dado a luz y recordaba con claridad que dos días después de ese sería el quinto cumpleaños del niño. 
Cinco años habían pasado como si nada. Hannah se preguntó cómo sería el pequeño, si estaría sano y sin preocupaciones, y si tendría muchos amigos con quienes jugar o una familia amorosa.
"Señorita, ¿quiere comer aquí?".
Una voz repentina interrumpió el curso de sus pensamientos; era la esposa del dueño. De inmediato, Hannah salió de su estado de ensimismamiento y asintió de manera amable con la cabeza a la esposa del dueño en la entrada del Royal Restaurant.
"Adelante, aún queda un asiento".
"¡Muy bien, gracias!".
......
Hannah pidió un plato de chow mein picante, el cual sabía tal como lo recordaba. Después de terminar la comida, quedó satisfecha y pensó cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sintió el placer de tener una comida adecuada. 
Cuando salió del restaurante, la noche ya había caído, y nubes espesas cubrían el cielo oscuro: se acumulaban como si fuera a llover en cualquier momento.
Se había olvidado de consultar el pronóstico del tiempo antes de salir ese día, así que no llevaba paraguas. Sin embargo, el restaurante estaba a pasitos de la residencia Marin, de modo que pensó que lograría llegar a casa antes de que comenzara a llover a cántaros, y así, convencida, caminó tan rápido como pudo.
A pesar de eso, Dios no estaba de su lado ese día: minutos después de haber salido de la casa de comidas, se escuchó un fuerte trueno y la lluvia lo sucedió sin compasión. 
Hannah corrió como loca por la calle en busca de refugio cuando vio que las gotas tenían el tamaño de una moneda. Se cubrió con su cartera semiimpermeable y se precipitó hacia el centro comercial más cercano para resguardarse.
"Tío, mira, ¿no es Gafas Negras?". El destino quiso que Tommy la viera, él estaba en el interior en un lujoso Maybach negro azabache mientras Hannah corría contra el tráfico. Bajo las intensas luminarias de la calle, el muchachito pudo señalarla con claridad entre la multitud. 
Frankie, que estaba sentado a su lado, le hizo caso y la siguió con la mirada. En efecto, era Hannah, aunque se veía diferente a lo habitual debido a los enormes anteojos de montura negra que escondían su belleza.
"¡Gafas negras! ¡Gafas negras!". Para cuando Frankie se dio cuenta, Tommy ya había bajado la ventanilla del auto a pesar de la lluvia torrencial afuera y, a pesar de que se estaba mojando, llamó a Hannah a los gritos. Sin embargo, en la calle todo era un caos; había demasiada gente corriendo para eludir la lluvia en la acera y fue inevitable que la ensordecedora lluvia ahogara la voz de Tommy mientras Hannah corría hacia el centro comercial.