Capítulo 38
1292palabras
2023-02-14 14:54
William seguía ahí junto a ella, preocupado por su mano, sin embargo, Hannah quería que él se fuera a comer con el presidente de Fliysau. De todos modos, no se atrevería a decir nada.
¿Quién era ella para siquiera pensar en darle órdenes? Tal vez él fue amable, solo porque había notado que le caía bien al presidente de Fliysau y no porque se sintiera atraído hacia ella.
"¡Ay!". Justo cuando Hannah empezó a dejar volar su imaginación con sus pensamientos locos, sintió una repentina oleada de dolor en el dorso de la mano, y al oírla jadear con dolor, sonó la voz de William dirigiéndose al doctor. "¡Con cuidado!".
Entonces, ella volteó a mirarlo de nuevo y se sorprendió al encontrar su mirada fija en su mano.
Nerviosa, dejó de respirar por un segundo, luego volvió a desviar rápidamente la vista, sin saber cómo reaccionar.
En ese momento, se escuchó que llamaron a la puerta y, al voltear, vio a Fletcher en la entrada de la enfermería.
"El señor Andrews acompañó al presidente de Fliysau a comer y pronto lo llevará a su hotel para descansar, pero antes de irse quiere saber cómo sigue Hannah", dijo respetuosamente el guardaespaldas.
Sin voltear a verlo, William respondió inexpresivamente: "Avísale que la señorita está bien y que lo veremos mañana".
"Entendido, señor presidente". Fletcher asintió con respeto, antes de salir por la puerta.
Después de que él se fue, Hannah volvió a bajar la mirada. Por alguna razón, su rostro se estaba poniendo cada vez más rojo.
El presidente de Fliysau se iría pronto y William ni siquiera se había tomado la molestia de llevarlo a su hotel. En lugar de cumplir con su obligación, dejó que Gerald tomara su lugar, para quedarse al lado de la chica. ¿Qué significaba ese comportamiento? ¿Podría ser que le tenía consideraciones por su buen desempeño y porque trabajaba duro?
"La señorita está lista, señor presidente". El médico no tardó mucho en limpiarle la herida y aplicarle los medicamentos necesarios sobre su piel quemada. Para finalizar, cubrió la mayor parte de su mano con una gasa.
William no respondió, pero la chica se levantó para darle las gracias con tono cortés.
"De nada", respondió el médico sonriendo. "Antes de que cicatrice la herida, evita cualquier contacto con el agua. Lleva siempre tus medicinas contigo y si no tienes tiempo de ir al hospital a cambiar el vendaje, puedes hacerlo tú misma en casa. Aplica la pomada dos veces al día, en la mañana y antes de ir a dormir".
Mientras hablaba, el doctor le entregó todos los medicamentos adentro de una bolsa.
Hannah asintió al escuchar las indicaciones y volvió a darle las gracias.
"¡Vámonos!", dijo William al ver que la consulta había terminado. Luego se volvió directamente hacia la puerta, para salir sin decir otra palabra.
Sin embargo, Hannah volvió a sonreír agradecida hacia el médico, antes de caminar detrás de su jefe. El caso era que el presidente de Fliysau ya se había retirado y ella no sabía por qué tenía que seguirlo, si él ya no necesitaba una intérprete.
Durante el trayecto hacia la puerta, ambos caminaron en completo silencio, él dando grandes zancadas y ella siguiéndolo de cerca como si fuera su sombra. De repente, William notó que su ritmo era demasiado rápido, por lo que inconscientemente redujo su velocidad para que Hannah pudiera alcanzarlo fácilmente.
Cuando salieron de la fábrica, ya había caído la noche. Las luces de la calle se encendieron en zigzag, asemejando a la Vía Láctea. Mientras ella trotaba detrás de él, la figura alta y recta del presidente ensombrecía su diminuta figura. Al mirarlo frente a ella, tan fuerte y poderoso, Hannah sintió que la paz llenaba su corazón como nunca lo había sentido antes.
Después de una larga caminata, llegaron frente a la comitiva de William y en el momento en que lo vio detener sus pasos, ella también se detuvo de golpe.
Él se paró frente a su auto y entrecerrando sus profundos ojos oscuros, la miró. Luego, se subió, tan pronto como Fletcher abrió la puerta.
"¡Entra!", ordenó William en voz baja, al ver que ella seguía parada, bajo la fría brisa nocturna. Sin embargo, ella se quedó desconcertada, pensando que había oído mal.
"¡Hannah, sube al auto!", repitió él, con voz de trueno, al ver que ella no se movía. Entonces, Fletcher se adelantó e hizo un gesto de invitación con el brazo.
"No hay necesidad, gracias. Llamaré un taxi", dijo la chica cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, e inmediatamente puso una sonrisa.
Ella era una simple intérprete, y no sería adecuado de su parte subirse al auto de su jefe; aunque si era honesta, no sería su primera vez.
"¿Se supone que tengo que insistir?". Tan pronto como ella guardó silencio, sonó la voz grave y demandante de William.
Entonces el corazón de Hannah dio un vuelco, ya que seguía indecisa sin saber si debía subirse al auto.
"Señorita Porter, por favor, no hagamos esperar al señor presidente", la apuró Fletcher con una sonrisa, al ver que no se movía.
Al percatarse de la extraña mueca del guardaespaldas, ella sintió que algo andaba mal.
De hecho, parecía que él estuviera aguantando una carcajada.
Sin tener idea de qué se estaba riendo ese hombre, la chica temió que William se enojara, por lo que no se atrevió a perder más tiempo y se apresuró a entrar en el auto.
Inmediatamente después, Fletcher cerró la puerta y se subió al asiento delantero. De modo que tan pronto como estuvieron todos arriba, la caravana que acompañaba al presidente comenzó a moverse lentamente, desplazándose hacia el serpenteante río de luces de la avenida.
En su asiento, Hannah se acercó hasta la ventanilla y miró a través de ella. Ni siquiera se atrevía a moverse, tratando incluso de no hacer ruido al respirar. Sobre todo, evitaba voltear a ver a William. No había la menor posibilidad de que ella tomara la iniciativa de iniciar una conversación. El ambiente estaba envuelto en un silencio sepulcral, dentro del espacio herméticamente cerrado, donde el único sonido que podía escucharse era el que hacía William al hojear sus documentos.
Tal vez fue que no se oía un solo ruido, o el ambiente tan cómodo junto al cansancio de haber pasado un largo día en tacones, pero ella estaba tan exhausta que, sin darse cuenta, apoyó la cabeza en el respaldo de su asiento y la venció el sueño.
Después de que William terminó de revisar sus documentos, miró a Hannah y se dio cuenta de que estaba durmiendo. Bajo los tenues faros de los coches que pasaban cerca de ellos, el rubor en cada una de sus claras mejillas parecía una nube rosada, y sus labios rojos y delicados estaban fruncidos, mientras ella respiraba acompasadamente.
La mirada del presidente se desplazó lentamente de las mejillas de la chica a su barbilla, luego a su esbelto cuello antes de aterrizar en su pecho, y finalmente llegó hasta la mano vendada que descansaba sobre su muslo.
Hacía poco, cuando él entró corriendo en el baño, Hannah estaba llorando, pero justo al percatarse de que él estaba viéndola, trató de contener sus lágrimas.
¿Tenía tanto miedo de exponer su debilidad frente a los demás?
"¡Sube dos grados la temperatura de la calefacción!", ordenó William dirigiéndose a su chofer. Después de mirar a la chica durante unos segundos, volteó hacia Fletcher para decir: "Vamos a llevarla a su casa".
Aunque este no se sorprendió al escuchar esa orden, volteó a mirarlo y preguntó en voz baja: "Señor, ¿vendrá con nosotros toda la caravana?".
William tomó otro documento y comenzó a leerlo mientras decía en voz baja: "No, solo este auto".
"¡Sí, señor!".
.....