Capítulo 47
1004palabras
2023-01-17 09:30

Kimberly se giró para mirarla, y Amanda se dio cuenta de que tenía un plan. "Elissa es la raíz de este problema". Kimberly fue a cerrar la puerta para que nadie las escuchara y, al regresar, comenzó a contar su plan: “Debe morir. Todo se resolverá cuando esté muerta; el alcalde no la encontrará”.
"¿Estás segura? A esa p*rra siempre alguien la salva", intervino Amanda, haciendo una mueca ante la mención de Elissa.

“La secuestraremos. Cuando la tengamos en un lugar aislado, matarla será fácil. Después arrojaremos su cadáver al río, así nadie encuentra su cuerpo", afirmó Kimberly sonriendo con maldad.
"¿Lo haremos nosotras, mamá?", cuestionó Amanda insegura.
Kimberly puso los ojos en blanco. "Por supuesto que no. ¿Me crees tan estúpida? Ya he arreglado con los secuestradores, ellos harán bien el trabajo”.
Amanda, llena de alivio, confió en el plan. "Perfecto, entonces, ¿cuándo lo harás?"
"Mañana, no puedo esperar más. El alcalde está investigando todo lo posible”.
Amanda asintió. “¡Tenemos que matarla antes de que se entere de que es su hija, sino nos echará! ¡Y no quiero eso!”

"Lo sé”.
En ese momento, comenzó a sonar el teléfono de Amanda. Al levantarlo de la cama, vio que era Hera quien llamaba. Mirando a Kimberly, articuló el nombre y atendió. "¡Suegra querida!", dijo en tono alegre.
“Es genial escuchar tu voz. ¡Ay, eres una mujer increíble!”, alabó Hera. Amanda se rio entre dientes, adoraba que la elogiaran.
“¡Gracias! ¿Qué sucede?"

"Desafortunadamente, Carson no llegará a la cena...", informó. Amanda sintió que el corazón se le hundía. "Pero no estés triste. Te aseguro que estará allí los fines de semana”, agregó Hera como si eso lo arreglara. Amanda apretó el teléfono con fuerza mientras entrecerraba los ojos, había creído que, una vez comprometidos, Carson estaría más cerca de ella y que pasarían más tiempo juntos, pero no era así. Cada vez estaba más ocupado, y esta semana casi ni lo vio. Además, cuando ella lo saludaba, él siempre respondía con frialdad, peor que antes. Estaba furiosa".
"Entiendo, gracias por avisarme, Hera. Tengo mucho trabajo, así que hablamos luego”, dijo a toda prisa y cortó sin darle importancia a lo que Hera pudiera pensar.
"¿Qué pasó?", preguntó Kimberly, colocándole la mano en el hombro. Amanda arrojó el teléfono en la cama con violencia.
“¿Por qué Carson es siempre tan desconsiderado conmigo? ¿No se da cuenta de cómo lo amo?", gritó refunfuñando.
“Los hombres son así, no se saben expresar. Quizás tiene mucho trabajo... pero ahora eres su prometida, no debes preocuparte”, explicó Kimberly tratando de que su hija entendiera. Pero Amanda sabía que Carson se lo hacía a propósito. Con Elissa no era así, había visto lo tierno y cariñoso que fue con ella cuando se casaron y se puso tan celosa que solo quería destruir a Elissa.
"¡La quiero muerta! ¡No podré empezar mi vida con Carson hasta que esa p*rra no esté muerta!”, gritó encolerizada.
“Estará muerta, yo me aseguraré de eso. Así como mandé a su madre al cielo, pronto también ella estará allí”, se burló Kimberly.
"¡No! ¡Quiero que se pudra en el infierno! ¡No se merece el cielo!”
Kimberly, de acuerdo con Amanda, se rió entre dientes. “No nos incumbe dónde termine”, dijo, y ambas se echaron a reír.
~
HOSPITAL SAINT
La cirugía fue un éxito, y cuando el médico le dio las buenas noticias, Elissa se sintió en las nubes. Estaba tan feliz que no podía quedarse quieta, quería ver a su hija y abrazarla con fuerza. Pero el médico le dijo que Lia debía descansar y que podría verla mañana. “Solo unas pocas horas más, Eli. ¡Mañana nos reuniremos con nuestra Lia y la llevaremos a casa!”, dijo Jonathan con actitud positiva.
A través de la ventanita circular de la puerta, Elissa intentó mirar dentro de la habitación, y sintió el corazón rebosante al ver a Lia descansando con la máscara de oxígeno puesta. Su hija estaba bien, así que Elissa, finalmente, pudo soltar el aire.
Se acercó a Jonathan y le dijo con entusiasmo: “Hermano, quédate aquí. Iré a preparar todas sus cosas favoritas para traérselas mañana, ¡se pondrá tan contenta!" A Jonathan le dio gracia la emoción de su hermana.
"Bueno, cuídate".
Elissa salió del hospital mientras tomaba nota mental de lo que necesitaba comprar. Como el mercado estaba cerca, decició caminar en vez de tomar un taxi. Cuando iba por la acera, comenzó a sentirse inquieta. Su corazón se aceleró, lo que era extraño, y se sintió ansiosa de repente. Una minivan se detuvo a su lado; ella la miró, pero siguió caminando. El vehículo avanzaba a su lado a paso lento, provocándole más ansiedad. Entonces, se detuvo en seco y miró la furgoneta. Cuando golpeó la ventana polarizada, esta se abrió dejando ver la cara de un aterrador hombre calvo muy bronceado. Tenía una profunda cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda y la miraba amenazadoramente. "¿Por qué me sigues?, exigió saber Elissa con cautela, cruzando los brazos delante de su pecho.
El hombre la siguió mirando fijamente, sin hacer ningún movimiento, como si fuera una estatua. Elissa notó que había otro hombre sentado a su lado cuando el calvo comenzó a hablar en voz baja.
"¡Ey! Te pregunté por qué me sigues..."
El hombre abrió la puerta y se bajó. Ahora, al tenerlo de pie frente a ella, Elissa se sintió demasiado pequeña: él medía más de metro noventa de altura. El hombre bajó la mirada hacia ella, y luego, tomándola con la guardia baja, presionó contra su boca un pañuelo empapado con un sedante. La dejó inconsciente en dos o tres minutos y, para peor, no había mucha gente alrededor. De todas maneras, aunque alguien la hubiera visto, nadie se atrevería a ayudarla porque el calvo, con su mirada y su cuchillo, era amenazante.
“Métela”, le dijo al otro hombre que era más bajo que ella y también más delgado. El rubio asintió, cargó a Elissa por los hombros y la puso en el asiento del pasajero, luego, cerró la puerta.