Capítulo 3
872palabras
2022-12-07 11:47
Vivo en Eshela, capital de la provincia de Froabia. En este momento es la ocho de la noche, hora en que comienza la vida nocturna, y muchos jóvenes se van a beber a los bares ubicados en el bullicioso centro de la ciudad. No obstante, hay otras áreas están relativamente más tranquilas.
Empecé a caminar lentamente desde la parada del autobús hacia mi apartamento en 12 Maple Street, porque estaba cansada.
Decidí alquilar una unidad aquí, porque éste es uno de los complejos habitacionales de Eshela que no queda muy lejos de la oficina.
De hecho, tengo un viejo Nissan destartalado que me regaló mi padre.
Curiosamente, él utilizó su sueldo para comprarse un Jeep nuevo y luego de manera muy condescendiente, me obsequió su viejo Nissan en mi cumpleaños número 22. Para ese entonces, ¡yo ya tenía seis o siete años conduciendo ese auto!
Pero justo ayer, el vehículo se descompuso después de haberlo usado durante casi seis meses y tuve que llevarlo al mecánico. Sin embargo, éste me dijo que tardaría como mínimo una semana en arreglarlo.
Apenas había algunos transeúntes en la calle en ese momento y una tenue luz caía sobre el pavimento dibujando la sombre de mi redonda figura en el piso.
Incluso mi sombra me estaba diciendo gorda. ¡De verdad, estaba realmente desesperada!
En ese instante, sentí que todo se oscurecía a mi alrededor y al volver en sí, me di cuenta rápidamente de que todas las luces de la calle estaban apagadas.
Empecé a escuchar unos pasos detrás de mí que sobresalían en medio del silencio reinante en la calle.
Me dije a mí misma que quizá era alguien que venía llegando del trabajo al igual que yo.
Era una noche sin luna y mi corazón latía aceleradamente porque todo estaba muy oscuro. No podía ver bien por dónde iba y decidí sacar mi teléfono para iluminar la calle con la linterna del mismo.
Sin embargo cuando la tenue luz iluminó el camino, me percaté de que había otra sombra al lado de la mía.
¡Era la figura de un hombre alto y delgado!
¡No estaba muy lejos y me seguía como si fuese La Muerte!
El corazón me dio un vuelco y no pude evitar ponerme nerviosa.
Intenté caminar más rápido para alejarme de esa sombra, pero extrañamente mientras más aceleraba el paso, más cerca estaba ésta. Incluso llegué a pensar que estaba encima de mí.
Aterrada y con el corazón latiendo a toda prisa, recordé la conversación de las chicas ese mismo día en el cafetín.
¡Era el psicópata asesino!
¿Acaso era él quien me estaba siguiendo?
Sólo de pensarlo, empecé a temblar descontroladamente y aunque mi vida era un martirio, deseaba seguir viviendo. ¡No quería morir en manos del psicópata asesino!
Tratando de controlar el pánico y la ansiedad que embargaban mi pecho, primero aceleré el paso y después empecé a correr en la oscuridad de la noche confiando en mi memoria. Creí que así lograría burlar a la persona que me venía siguiendo.
Pero no fue así y continué escuchando los pasos cada vez más cerca de mí. El sonido de cada uno de ellos era una amenaza inminente que atravesaba mi corazón como la guadaña de la muerte...
El viento de la noche de verano azotaba mi rostro y alborotaba mi cabello. ¡Les juro que nunca había corrido tan rápido en toda mi vida!
¡Mi respiración estaba acelerada como si fuese un pez a punto de ser atrapado en la red y mi ritmo cardíaco estaba por lo menos en 130. Los muslos se me pusieron rígidos y comencé a sentir dolor, e incluso llegué a escuchar el sonido del viento resonar en mis oídos, ¡porque en realidad estaba corriendo como una loca!
¡Más rápido, Meita! ¡Ya casi llegas a la casa! ¡Estarás a salvo si logras subir las escaleras y cruzar la puerta!
Me animé y logré llegar al apartamento y cerrar la puerta con seguro. Luego moví rápidamente una silla y la coloqué detrás de la puerta para bloquearla.
No obstante, al otro lado de la puerta se seguían escuchando unas pisadas sordas en las escaleras de metal.
Mi apartamento está en el segundo piso y esa escalera queda justo frente a mi puerta. Por ello, estaba segura de que nadie estaría subiendo en esa dirección por equivocación.
¡No me cabía la menor duda de que el psicópata asesino estaba al otro lado de la puerta.
Los pasos se escuchaban cada vez más cerca, y el sonido de la escalera de metal parecía una amenaza de muerte en una noche silenciosa.
Me puse rígida y me pegué a la puerta, ¡sintiendo que el corazón se me iba a salir por la boca!
¿Acaso iba a utilizar alguna herramienta para abrir la puerta y me asesinaría después de ultr*jarme como en la películas?
¡Tenía tanto miedo que no podía pensar!
Busqué a tientas en la oscuridad el bate de béisbol que estaba en el pasillo para defenderme, y de pronto dejé de escuchar los pasos.
Empecé a temblar y a respirar con dificultad, y miré por la mirilla apurruñando los ojos.
Vi a un hombre alto de piel oscura que permanecía inmóvil justo en el umbral de la puerta.