Capítulo 85
1242palabras
2023-01-21 00:01
Punto de vista de Leera
Hoy era el día.
El 25 de diciembre.

El día en que se decidiría mi destino.
¡Ay, m*erda!
Nunca antes había estado tan preocupada, ni siquiera cuando di mi discurso para el puesto de jefe de medios en la secundaria, ni cuando fui a esa entrevista para la universidad.
Creo que me estaba volviendo loca.
Avery se veía mucho más calmada, mientras que yo no dejaba de caminar de un lado a otro y murmurar puras incoherencias.
"¡Cálmate, por favor!", gritó ella con los ojos abiertos de par en par: "¡Me estás poniendo nerviosa!"

"¡Lo siento, no puedo evitarlo! En media hora, mi destino estará decidido, mis posesiones habrán sido enviadas a mi pareja, ¡y no hay nada que pueda hacer al respecto!", le gruñí, al tiempo que golpeaba la pared, ¡m*ldita vida!
"Créeme, tampoco estoy entusiasmada con esto, ¡pero dañar mi habitación no ayudará en nada!", refunfuñó, dejándose caer sobre su cama, y yo golpeé mi cabeza contra la pared y lancé una sarta de maldiciones.
"Eso tampoco ayudará", murmuró entre las sábanas, así que puse los ojos en blanco y observé mis nudillos amoratados, que ya se estaban curando rápidamente.
"¿Necesitas que te revisen la mano?, golpeaste la pared muy fuerte, ¡mira, incluso le hiciste un agujero!", exclamó Avery boquiabierta, señalando la enorme abolladura en su pared: "¡Eso no es normal!"; yo sacudí la cabeza, y una suave sonrisa se dibujó en mis labios.

"Recuerda que te dije que mis sentidos son tan agudos como los de un lobo transformado, pues sucede lo mismo con mi fuerza y mi capacidad de curación", me detuve para ver su reacción, y observé la sorpresa llenando sus ojos mientras se agrandaban de una forma muy graciosa.
"¡Ay, sí!, es cierto... ¡Genial!", respondió con el asombro todavía en su rostro: "Si tuviera esa capacidad, no tendría que haber ido al médico tantas veces, mi madre está obsesionada con las apariencias", suspiró con los ojos cerrados, lo más seguro es que estaba recordando esos tiempos con su madre.
Una oleada de celos me golpeó con fuerza, ¿por qué estaba celosa?, nunca lo había estado, pero en el fondo sabía la razón, quería una madre; fue bastante cruel que me dejaran frente a la casa de un extraño, sin ninguna información, y cuando me encontraron, me llevaron al orfanato, que se convirtió en un infierno para mí.
La vida no es justa, y un ejemplo simple es lo que está pasando ahora.
"Ojalá terminemos en la misma manada", murmuró ella, me di la vuelta y asentí, realmente quería que en mi futura manada hubiera alguien conocido; la mayoría de las hembras cambiaban de manada, era muy raro que alguna encontrara a su pareja en su propia manada.
Por supuesto, también había canallas, un término usado para denominar a un lobo solitario, alguien que a nadie le importa una m*erda; por lo general, eran desterrados de su manada o se revelaban a estar bajo el control de su alfa. Algunos canallas formaban sus propias manadas, pero el consejo tenía que aprobarlas, de lo contrario, sería una 'manada ilegal' y acabarían con ella.
Desde luego, era muy difícil entrar a una manada cuando te habían desterrado de la tuya, porque la gente asumiría automáticamente que habías hecho algo malo, eso te convertía en una 'mala' persona, y en una manada todos se conocen entre sí, son prácticamente como una familia.
Entonces caminé hacia la cama de Avery, me dejé caer a su lado, agarré una almohada y me tapé la cara.
"¿Qué estás haciendo?", preguntó ella riéndose entre dientes y quitando la almohada de mi rostro.
"Tratando de desaparecer", gemí, dejando escapar un gruñido en voz baja: "Pero es obvio que no funciona"; ella asintió con una sonrisa, fingiendo estar de acuerdo.
"Obviamente".
Luego entorné los ojos mientras la miraba, me senté y tomé una almohada disimuladamente.
"No destruyas mis sueños", grité, al tiempo que le golpeaba la cabeza con la almohada que tenía en la mano, pero ella se agachó, y solo logré rozar su brillante cabello.
"No hay necesidad de ponerse violenta", me regañó con tono burlón, dándome un empujoncito en el hombro y resoplando; yo también la empujé, haciendo que cayera de la cama, y me cubrí la boca con la mano para tratar de sofocar mi risa desesperadamente.
"Lo siento... mucho... ", jadeé entre risas: "A veces no controlo... mi propia fuerza..."; Avery me miró, resopló y después volvió arrastrándose a la cama.
"Recuerda hacerlo la próxima", se quejó: "¡Podrías haberme lastimado!", y yo asentí para mostrar que estaba de acuerdo, aun sabiendo que eso no era posible.
De repente se escuchó un sonido en los altavoces y abrí los ojos aterrada, me di la vuelta con torpeza y observé la mirada nerviosa de Avery.
"Dios, por favor que no sea...".
"Todas las chicas a las que se os extraerá la muestra de sangre a las 3:00 p.m., por favor presentaros en la habitación 32, del ala C. Gracias", mi corazón dio un vuelco con estas palabras; era el mismo anuncio que había escuchado durante los últimos días cada hora, ojalá me quedara más tiempo, aunque fuera un minuto. Todo el día había estado deprimida en la cafetería, mientras que las otras chicas se reían emocionadas, diciendo que no veían la hora de que fuera su turno.
Sonreí con debilidad, me volví hacia Avery y le di un gran abrazo, al menos no había tenido que enfrentar esto sola.
"No te preocupes, estarás bien", me dijo enfatizando en cada palabra y con una sonrisa a medias, sin ningún entusiasmo, luego me encogí de hombros y me dirigí a la puerta; su habitación se encontraba en el ala C, así que solo estaba a un par de puertas de distancia.
Respiré profundo y me detuve frente a la habitación 32, una sirvienta que pasaba por allí me miró extrañada, pero simplemente la ignoré. Abrí la puerta y vi una habitación esterilizada, blanca y muy sencilla; había un par de bancos para sentarse y una cortina verde pastel que dividía la habitación en dos, luego miré alrededor, y me di cuenta de que había otras seis chicas allí.
Entonces una señora con un portapapeles se acercó a mí, levantó la mirada y me saludó con la cabeza.
"Buenas tardes, usted debe ser la señorita Leera Evans, qué nombre tan peculiar", dijo, como si aún estuviera atrapada en los años 1800; su forma de hablar era demasiado formal, precisa y elegante.
Asentí con una sonrisa dulce y le seguí el juego con la conversación.
"¡Se te extraerá la sangre después de Halaria, querida!, la chica que está moviendo la mano, la que sigue después de Julia. Serás la primera del grupo de las 3:00 p.m., ¿vale, querida?" Asentí en silencio, aunque lo único que quería era gritarle que no estaba de acuerdo con nada de esto, pero sabía que vendría un guardia para controlarme si lo hacía.
Me senté junto a Halaria, una chica de cabello negro, ojos marrones y la piel muy bronceada, era alta, y no dejaba de parlotear sobre lo emocionada que estaba de conocer a su pareja; cuando me vio, se volvió hacia mí y me incluyó en la conversación.
"¿A ti cómo te gustaría que fuera tu pareja?", preguntó con los ojos muy abiertos; sin embargo, yo simplemente la miré con expresión de '¿hablas en serio?', y le lancé una sonrisa de superioridad, últimamente lo hacía mucho.