Capítulo 44
798palabras
2022-12-15 17:07
“Lasaña”, respondí.
La multitud no dejaba de observarme y, después de unos minutos más, comencé a molestarme con ellos. “Oíd, por muy divertido que sea mirarme y todo eso, preferiría que no lo hicierais”, dije con un poco de brusquedad.
“Lo siento…”, dijo el mismo chico de antes. “¿Tenemos permitido entrar…?”, preguntó con timidez.

“Claro que sí, vosotros vivís aquí, yo solo estoy de visita”.
La tensión pareció disolverse un poco. Me parecía que todavía estaban asustados por lo de antes y supusieron que necesitaban mi permiso para estar en la misma habitación que yo. Bueno, supuse que podría haber sido más amable cuando les hablé… Sin embargo, me estaba gustando el silencio hasta ahora. Justo entonces, Damen entró en la cocina. Todavía llevaba su traje, pero había soltado su corbata y el botón superior de su camisa estaba desabrochado. Incluso yo debía admitir que lucía tan bien como para comerlo. Después de todo, que no me agradara no significaba que no fuera agradable a la vista…
Se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que estaba en la cocina, preparando algo. “Eh…”, fue lo único inteligente que salió de su boca.
“Riley, dale de comer esto a Evangeline”, dije, ignorando a Damen y entregándole una pasta sin nada a Riley para que se la diera a mi niña. Él la tomó y comenzó a alimentar a Ev, que parecía muy inquieta. Toda esta gente la estaba comenzando a poner nerviosa.
“Mamá”, me llamó Evangeline.
“¿Qué pasa, nena?”, pregunté como si esperara que respondiera.

“¡Mamá!”, exclamó más emocionada por la atención que le estaba dando ahora. Parecía que no le gustaba que la dejara con Riley mientras cocinaba, aunque hacía lo mismo en casa casi todas las noches. Al parecer, había sentido el ambiente tenso de este lugar y no le gustaba para nada.
“Oye, Riley. ¿Por qué no la llevas a mi habitación y le das un baño mientras termino de cocinar?”, pregunté. Justo cuando él estaba a punto de salir, la z*rra de mi hermana entró en la habitación. De repente, noté que Riley se puso tenso. Conocía esta mirada. Bueno, la vida acaba de empeorar para nosotros dos. Cogió a Evangeline a toda prisa y salió corriendo de la cocina sin mirar atrás ni decir nada más. Pobre hombre.
“Oh, mira, es la sirvienta”, dijo Briella con frialdad, sonriendo hacia mí mientras se apoyaba en el mostrador.
“Oh, mira. ¿No es la p*ta de la casa?”, comenté con la misma brusquedad. Bueno, ¿quién podría culparme por ser tan maleducada con ella? Parecía una p*ta. Llevaba una blusa que no dejaba nada a la imaginación y que le quedaba sobre el ombligo, y unos pantalones cortos diminutos que más me parecía ropa interior de hombre. Además, su cabello rubio decolorado parecía tan falso y asqueroso como siempre. ¡Ella se lo estaba buscando!

“Si fuera tú, cuidaría mis palabras. El hecho de que te creas la gran cosa no significa que nadie aquí te vaya a respetar. ¿Cómo esperas que alguno de nosotros siga tus órdenes cuando luces tan patética? ¿No te rechazaron por eso en primer lugar?”. Ella sabía cómo sacarme de quicio.
“Briella…”, dijo Damen con un tono de advertencia, pero lo interrumpí.
“No, mi compañero me rechazó porque quería una p*ta como tú, alguien que se pasara la vida entera acostada de espaldas con las piernas abiertas sin pensarlo dos veces. Supongo que esa eres tú, ¿no? Ahora, si no te importa, tengo que terminar de cocinar y preferiría que tu asqueroso c*lo no estuviera aquí, apestando la cocina”. Briella lucía muy enojada cuando terminé mi pequeño discurso.
“¡¿Cómo te atreves?!”, gritó con su voz aguda.
“¡Vaya! Tranquilízate”, el mismo chico pelirrojo de antes le dijo a Briella. “¡Tu voz ya es muy fuerte sin que grites!”, se quejó.
Briella salió de la cocina y volvió al lugar de donde había salido. Me volví hacia el chico y le pregunté cómo se llamaba.
“Charlie”, respondió, extendiendo la mano y se la estreché. Tenía razón, recordaba su nombre.
“Me agradas”, dije sin más.
“Llevo años esperando que alguien le dijera eso en la cara. ¡Eso fue increíble!”, exclamó. Me reí y volví a cocinar en paz, o esto pensé… Todo el tiempo que estuve cocinando, Damen no dejó de mirarme.
“¿Tengo algo en la cara?”, le pregunté después de cansarme de sus miradas.
“No, solo… Emm…”. Se aclaró la garganta. “¿Por qué lo hiciste?”.
“¿Qué cosa? ¿Dejarte creer que seguía muerta o volver? ¿O tal vez gritarle a esa p*ta?”, pregunté de nuevo, ganándome unas cuantas risas de mi nuevo amigo, Charlie.
“Las dos primeras, ella no podría importarme menos”. Se encogió de hombros. Su respuesta me sorprendió un poco… ¿No me había rechazado para estar con una z*rra como ella? ¿Qué había cambiado?