Capítulo 39
885palabras
2022-12-15 16:59
Punto de vista de Cassidy
Tenía previsto volver a mi antigua manada dentro de unos días por “petición” de mi madre. Aunque por petición me refería a que me había hecho sentir culpable para que cediera y volviera por un tiempo. Le había dicho que volvería por unos meses y vería cómo iban las cosas. Si todo iba bien y podía soportar estar ahí de nuevo, me quedaría. Sin embargo, si era igual de malo que antes, o peor, me iría después de poner las cosas en orden en la manada. Además, si por alguna razón Damen tomaba mi regreso como una oportunidad para estar conmigo, estaría muy equivocado. Si intentaba siquiera algo, no detendría a mi loba de buscar venganza y se desataría el infierno. Esta sería una reunión interesante.
Riley se había ofrecido a acompañarnos a Evangeline y a mí. Dijo que no debía enfrentarme yo sola a todo el drama que de seguro ocurriría. Él iba a ser mi hombro donde apoyarme, bueno él y mi mamá. Ambos se llevaban muy bien. A ella le agradaba mucho y decía que nosotros dos habríamos sido mejores compañeros que Damen y yo. Yo estaba de acuerdo, pero el destino era cruel y le gustaba jugar con las personas. Tal vez tendría que terminar sentando cabeza con un humano… Para que un hombre lobo pudiera estar con un humano, el humano tendría que aceptar al lobo como su compañero y dejar que lo marcara. Si el verdadero compañero del lobo seguía vivo, sentirá el dolor insoportable de la ruptura del vínculo de forma permanente. Supuse que siempre tenía esta opción… ¿Me sentiría culpable si hiciera pasar a Damen por ese infierno…? Claro que no.
“Cassidy, ¿puedes venir por Evangeline? Tengo que empacar mis cosas si quiero ir contigo, pero este pequeño angelito es demasiado lindo y no deja de distraerme”, se quejó Riley desde unas cuantas habitaciones más al fondo.
Me reí y fui a buscar a mi hija. “Tú te ofreciste a cuidarla mientras yo empacaba, Ri”, le recordé.
“Sí, bueno, pero ¡eso fue antes de saber que ibas a tardar toda la mañana! ¿Cuánta m-i-e-r-d-a- necesitas llevar?”. Deletreó la mala palabra para asegurarse de que Evangeline no intentara repetirla en el futuro. La doctora de la manada nos había advertido que comenzaría a hablar en cualquier momento y no queríamos que su primera palabra fuera un insulto.
“Me distraje…”, respondí en voz baja.
“No tienes nada de qué preocuparte”, dijo mientras tiraba de mí para darme un abrazo. Sus brazos me hacían sentir segura, era una buena sensación. “Estaré contigo todo el tiempo y superaremos esto juntos”. Riley era un muy buen amigo. Siempre sabía de inmediato cuando estaba molesta o de mal humor. También sabía cómo hacerme sentir mejor y hacerme sonreír. ¿Por qué no podía ser mi compañero? Encajábamos el uno con el otro a la perfección.
“Gracias por venir conmigo, Ri. De verdad eres un gran amigo”. Me sentí mal al decir “amigo”, pero ambos sabíamos que, si decidíamos estar juntos, uno de los dos acabaría herido y esta persona sería yo cuando él por fin encontrara a su compañera.
Hubiera jurado que lo escuché murmurar: “Sí, amigos…”. No obstante, fue difícil de oír, así que hice como si no lo hubiera escuchado. Así sería mejor.
Cargué a mi pequeña Ángel y le dije a Riley que fuera a buscarme cuando terminara de empacar. Pensé en poner a Evangeline dentro de su corralito en mi habitación para seguir guardando mis cosas y esto fue justo lo que hice. Terminé de empacar cerca de media hora después y ahora estaba jugando con mi niña. Ella estaba absorta con su nuevo oso de peluche que mi madre le había regalado antes de irse el día anterior. Me parecía que todavía no sabía qué hacer con él, solo lo miraba con una expresión de desconcierto en su carita. Caminé a un lado y cogí algunas de sus cosas para llevarlas con nosotros cuando, de repente, escuché algo.
“Mamá”, dijo una pequeña voz angelical. Entonces, me detuve en seco.
“¿Qué dijiste, mi amor?”. Esperé a que lo dijera de nuevo.
“Mamá”. ¡Lo hizo!
“¡Riley, ven rápido!”, grité. Tomé a Evangeline en mis brazos, y le di un gran abrazo que la hizo reír y sonreír.
“¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Le pasa algo a Evangeline?”. Llegó corriendo con tres camisas en sus manos. Cuando vio que ni Ev ni yo estábamos heridas o en algún tipo de peligro, se calmó. “¡No me asustes así!”, reclamó. Actuaba como un niño de cinco años la mayor parte del tiempo.
“Dijo su primera palabra”, anuncié con alegría.
“¿Qué dijo? No fue nada malo, ¿verdad? Porque hace tiempo que no digo nada malo cerca de ella”, se apresuró a decir.
“No, no dijo nada malo. Dijo mamá”, respondí, sonriéndole a Evangeline.
“¿Crees que lo dirá de nuevo para que pueda oírlo?”, preguntó mientras se acercaba para sentarse junto a Ev y a mí en mi cama.
“Mi amor, ¿puedes decir eso de nuevo?”, le pregunté.
“Mamá”, dijo con una sonrisa. Le encantaba la atención que estaba recibiendo en este momento.
“¡Vaya! ¡Tiene la vocecita más linda del mundo!”, exclamó Riley. ¿Por qué había hablado con una voz tan femenina? “Evangeline, ¿puedes decir Riley?”, preguntó.
“¡Mamá!”, dijo mi pequeña más fuerte.