Capítulo 38
908palabras
2022-12-15 16:58
“Ay, mamá”, tiré de ella para darle otro abrazo. “No cambiaría ni una sola cosa”, dije con sinceridad. “Si no hubiera pasado todo eso, no habría encontrado la manada a la que creo que pertenezco ni habría conocido a mi mejor amigo”. Le revolví el cabello a Riley y él apartó mi mano con un manotazo. “Tampoco habría adoptado a mi hija. Nunca cambiaría eso por nada. Estaba destinada a pasar por todo eso para encontrarla”. Le sonreí a mi niña. La cargué y la hice rebotar sobre mi rodilla. Ella me miró con sus grandes ojos azules llenos de puro amor. “Mi bebé es mi salvadora. Me sacó de mi oscuridad y siempre estaré con ella para devolverle ese favor. Tal vez no lo sabe, pero es mi ángel”. Le sonreí a mi madre.
“Eres una madre increíble, Cassidy. Estabas destinada a serlo, al igual que estabas destinada a ser una Luna”, dijo mi mamá con cautela.
No esperaba para nada que dijera esto. ¿Qué quería decir? “¿Qué?”, pregunté sorprendida.
“Tiene razón, Cass”, intervino Riley. “Estás destinada a ser una Luna”.
“¿Por qué dices eso?”, pregunté incrédula.
Entonces, él explicó: “Cass, siempre cuidas de todos como lo haría una madre cariñosa. Eso es lo que hace una Luna, cuida a su manada. Nos cocinas tres comidas al día sin una sola queja, a menos que sea un comentario sobre que vamos a engordar. Además, entrenas a nuestra manada con Phillip, como debería hacerlo su compañera. El Alfa y la Luna entrenan a su manada juntos. En pocas palabras, asumiste las funciones de su compañera y ella lo permitió de buena gana porque irradias poder y el aura de una Luna por naturaleza. Todo en ti grita que debes ser una Luna, estás destinada a ser una”.
¿De verdad había asumido su papel? ¿Había tomado el lugar de la Luna de la manada Redwoods? “¿No está enfadada porque le quité su trabajo…?”, pregunté con curiosidad. Ahora me sentía mal… No me había dado cuenta.
“No, ¿y quieres saber por qué?”. Asentí. “Sabe que no lo hiciste a propósito y también sabe que lo llevas en la sangre, así que lo haces sin siquiera pensarlo. Ella está dispuesta a compartir parte de su papel porque te lo has ganado. Toda la manada te quiere. Eres nuestra entrenadora y cocinas todas nuestras comidas. Ella volverá a hacerse cargo cuando llegue el momento de que nos dejes”.
“No planeo volver a mi antigua manada, nunca”, solté. “Y no sé si me iré algún día”, añadí con sinceridad.
“Eso no es cierto, sabes que te irás algún día”, respondió Riley. Iba a refutar, pero me interrumpió. “No discutas conmigo. Luego te darás cuenta de que tengo razón”. Me dedicó una sonrisa arrogante.
“Hablando de la manada…”, mi madre dijo con cuidado. “Necesitamos que vuelvas, Cassidy”.
“¡¿Por qué queréis que vuelva?!”, pregunté, medio gritando.
“Porque eres la legítima Luna y, como la compañera del Alfa Michaelson murió, ahora la mana…”, mi madre comenzó a hablar, pero la interrumpí.
“¿Cómo que murió?”.
“Un renegado la asesinó un mes después de tu… supuesta muerte”.
Me levanté con Evangeline en mi regazo. “¿Cómo es que no me enteré de eso?”, murmuré. Esa mujer tal vez había sido una z*rra engreída, pero seguía siendo la Luna a la que había crecido amando. Todos los miembros de una manada admiraban a su Luna.
“Lo habrías sabido si te hubieras puesto en contacto conmigo antes”, respondió mi madre.
Bajé la cabeza. “Pensé que sería mejor para todos en la manada si permanecía muerta… Pensé que sería más fácil para vosotros seguir adelante sabiendo que no iba a volver porque no podía y no porque había decidido no regresar nunca”, le expliqué.
“Te entiendo, Cassidy, pero la muerte de un hijo no es algo que una madre se tome a la ligera, sin importar las circunstancias”, comentó mi mamá. “Ahora, como iba diciendo, la manada necesita que regreses”.
“¿Por qué?”, pregunté sin ninguna emoción.
“Porque tu muerte debilitó al lobo de Damen hasta el punto de que es casi imposible que pueda desafiar a su padre por la posición de Alfa. No ganará si lo intenta, sin importar cuánto entrene. La manada está yendo cuesta abajo con su padre como nuestro Alfa. Trata a todos los miembros como si fueran basura. Ha descuidado sus responsabilidades y se volvió un mujeriego como tu padre”. Mi madre estaba enfadada cuando dijo la última oración. Era obvio que mi padre había comenzado a engañarla más desde que me había ido. Otra razón para sentirme culpable: No había estado con ella para ayudarla a superar sus engaños como antes.
“No puedo volver, mamá. No…”. Intenté razonar con ella, pero me interrumpió.
“No tienes otra elección, cariño. Tarde o temprano, vas a tener que enfrentarte a tu pasado, ya sea ahora o dentro de veinte años. Si decides esperar, debes saber algo: Cada día que no estás ahí para ayudar a tu compañero, su padre abusa de un miembro de la manada y Damen no puede hacer nada para evitarlo. Tú eres la única que puede ayudarnos. Nuestro destino está en tus manos”, dijo con seriedad.
Sentí como si un enorme peso hubiera caído sobre mis hombros. ¿Cómo se suponía que iba a ignorar esto ahora? Este había sido su plan todo este tiempo, hacerme sentir culpable para volver a casa. ¡Maldita sea! Estaba funcionando.
“Bueno, ¿qué decides?”, preguntó.
Tomé mi decisión. “Volveré a casa”.