Capítulo 31
1932palabras
2022-11-14 11:49
Yurik durmió plácidamente hasta que el Sol acarició sus párpados, al abrirlos se deslumbró y a tientas buscó sus lentes de seguridad que se opacaban durante el día, los encontró pendiendo de la correa que sostenía su celular colgado de su cuello y se los puso, recordó lo que le había sucedido durante el día y la noche anterior, y suspiró, miró a su alrededor como buscando algo o alguien, y al ver la Espada del Destino en el mismo lugar donde la había dejado, esbozando su acostumbrada media sonrisa, la tomó diciéndole:
-Buenos días espadita y gracias por salvarme la vida nuevamente.
Y la colocó en la funda de su espalda, con sus dedos trató de acomodarse una vez más sus rebeldes cabellos y al levantar la vista se sobresaltó, de pie ante él se encontraba un hombre alto vestido de azul, con ropas ceñidas a su cuerpo como si fueran de licra o seda, de aspecto agradable y largos cabellos lacios azules, dándole la mano como ofreciéndole ayuda para levantarse; Yurik dudó por un segundo pero al ver la franca sonrisa de aquél joven de apariencia confiable, la aceptó y colgándose de la mano que como amiga se ofrecía, se levantó y al ponerse de pie aquél joven le dijo:

-¿Cómo estaros vos, estuvo bueno el descanso eh?
Yurik asintió con la cabeza y se apartó un poco para realizar su acostumbrado ritual de revisar minuciosamente, cada uno de sus bolsillos, checando que nada le hiciera falta, al terminar se quitó sus lentes y preguntó:
-Y tú; ¿Quién eres?
-¿Yo? Soy uno de los enemigos que derrotaros ayer.
Al escuchar esto instintivamente colocó la mano diestra en el mango de su hacha, que seguía ceñida a su costado por el cinturón.
-Pero; ¡No temeros! Que no hemos venido a cobraros venganza ni a haceros daño, aunque somos guerreros por propósito, sabemos ofrecer nuestro respeto a quien nos ha vencido tan honorablemente en tan desigual batalla, mi nombre es Sol y soy el comandante del primer bloque de defensa, el tornado azul.

Al decir esto una figura femenina apareció caminando por detrás del hombre que lo saludaba.
-Y ella es mi hermana gemela Laguna.
Y la chica también sonriente le ofreció la mano al sorprendido Yurik, sorprendido más que nada por su cautivadora belleza, portadora de una preciosa sonrisa y largos cabellos rubios, dorados y ondulados.
-Yo soy la capitana de guerra del segundo bloque de defensa, el tornado platinado y estoy encantada de conoceros caballero.

-Me llamo Yurik.
Dijo éste, interrumpiendo a la chica que ya lo había puesto nervioso con su sonrisa, y la profundidad de sus ojos azules. 
-¿Así que ustedes forman parte de aquellos ejércitos de extraños soldados que se transforman en tornados, acaso tan solo han venido a saludarme y rendirme honores? ¡Eso no lo creo! –dice nervioso.
-¡Claro que sí! Somos los guerreros del viento de Mirídia y yo soy uno de los que perdonaros la vida, al rehusaros a usar fuego en sus ataques, si lo hubiera hecho yo no estaría aquí, y mi hermana es una de las que transformaros en montañas de lodo.
Al escuchar esto volteó apenado a ver a la chica que sonreía con simpatía.
-Y eso tenemos que agradecérselo, además no hemos venido solos.
Y haciendo un movimiento con la mano, aquél guerrero del viento llamó a los demás.
-¡Venid aquí, soldados! Y saludad a quien nos ha vencido.
4 figuras aparecieron de repente caminando hacia él, desde sus flancos.
-¡Ah no! –dice Yurik como justificándose. -Ese favor se lo deben a Raíza Vin de Mirídia, una chica de ojos negros y cabellos oscuros muy bonita, ya que me hizo saber que el fuego es mortal para ustedes.
-Como sea amigo. –dice Sol. -El saberlo y perdonarnos hace el hecho mucho más honorable para vos.
Los otros 4 guerreros se acercaron y sonrientes solicitaron estrecharle la mano.
Inspiraban tal confianza que solo alcanzó a corresponder a sus sonrisas y preguntar.
-¿Y ahora qué?
-Ellos son Anhael, Sirú, Emir y Eglán. –le dice Sol. -Y hemos venido por vos a que nos conceda el honor de acompañarnos.
-Al palacio de Cobalto donde nuestro rey Coballo Vin, la reina Rydia, sus hijas y todo nuestro pueblo lo esperan.
-Pero; ¡Yo sólo he venido buscando a una de las hijas del Rey!
-¡Ah sí claro! También la princesa Raíza lo espera. –le contesta Laguna que caminaba a su lado. –Y le tenemos una sorpresa.
Yurik emprendió la caminata escoltado por aquellos 6 agradables personajes, la ciudad ya estaba muy cerca y mientras caminaban, platicaban de las bellezas naturales de aquél hermoso valle lleno de colinas y coloridos pastizales, acortando paso a paso, sonrisa a sonrisa y palabra a palabra, la distancia hacia la ciudad donde lo esperaba una singular ceremonia, las puertas ya estaban tan sólo a unos cuantos pasos, y el invitado se acobardó al ver a tanta gente en las torres, en los andadores de la entrada y las murallas, se detuvo como queriendo decir algo, como buscando un pretexto para regresarse y salir corriendo, los gemelos comprendiendo su nerviosismo lo tomaron firmemente de los brazos como invitándolo a seguir; Yurik mantuvo el paso dejándose llevar y pensando a mil por hora en un millón de pretextos, siempre dispuesto a regresarse en el primer descuido que tuvieran sus anfitriones hasta que cruzaron las puertas.
Al entrar, una larga calzada que finalizaba en la entrada de aquél precioso palacio que sólo había visto desde lejos, llamó su atención, ya que estaba lleno de gente y puestos de mercadeo, como si se tratara de un mercado popular.
-¡Diablos! Hasta parece que estoy en Tepito.
Y de pronto una melodía conocida comenzó a escucharse junto con los aplausos de la gente.
-¿Queeé? ¡Es La Marsellesa! O por lo menos se le escucha muy parecida.
-¿Qué tiene que ver el himno de Francia con todo esto? ¡Francia, Tepito, también los recuerdo, son lugares de mi mundo! ¿Será que en mis fantasías siempre quise recibir un premio o ser homenajeado con esa música? ¡O tal vez alguna vez lo fui! Y por eso la recordé en cuanto la escuché.
Mientras pensaba en eso, él y sus acompañantes ya habían alcanzado la entrada al palacio de Cobalto y al cruzar el umbral, un precioso salón sustentado con más de 20 columnas alineadas de cada lado, de un amplio andador, adornado con largos cortinajes azules, lo dejó maravillado por el exquisito gusto con que había sido decorado, al final, una estatua de más de 4 metros de altura de Júpiter Fidius.
Predominaba con un trono a sus pies, al lado izquierdo del trono lo esperaba, majestuoso, el rey Coballo, un señor rey de barba y cabello oscuro con todo el aspecto de tal.
Ya resignado se soltó de las manos de los gemelos y resuelto se dirigió a él, del lado derecho, la reina Rydia, una elegante y bella rubia le sonreía, junto con sus hijas que lo saludaban con respeto y admiración, al irse acercando, por un momento reparó en sus desgastadas y polvosas botas, se detuvo un momento para revisar el estado de su ropa y notó que sus ropas estaban tan desgarradas que dejaban ver partes de la piel de sus piernas y pecho, miró un poco cohibido ante la majestuosidad de la vestimenta de todos los presentes que parecía estaban estrenando sus mejores galas en aquella ceremonia pero al ver que los reyes lo miraban sonrientes y comprensivos le inspiraron tanta confianza que dejó de darle importancia al estado de su presentación y siguió acercándose al trono, al voltear a ver a Raíza y a las chicas, pensó divertido.
-¡Esas deben de ser mis cuñadas!
Al llegar se plantó enfrente de la Reina y tomó su mano, colocó una rodilla en el suelo y se la besó, enseguida hizo una reverencia hacia las princesas y dio un pasó de lado para colocarse enfrente del Rey, siempre tratando de comportarse como había visto en tantas y tantos películas, y libros de historias medievales que se comportaban los miembros de la nobleza, con la mano siniestra sacó la espada de la funda de su espalda, con la diestra retiró los cabellos de su frente y haciendo una reverencia. 
Sosteniendo la espada acostada en sus 2 manos, dirigiéndose al Rey, le dijo:
-Me declaro el más humilde de sus súbditos, su excelencia.
La multitud llenó aquél palacio con sus aplausos, y el Rey contagiado con las risas de alegría de la gente de su pueblo, esposa e hijas, le dijo:
-¡Bien, bien, muchacho! Pensábamos que erais un bárbaro insolente sin educación ni cultura alguna, y que Júpiter estaba loco o hechizado al sugerirnos que os nombráramos caballero del reino, pero ahora veo que nos equivocamos, se nota que os prepararos muy bien para esta ceremonia; ¿Desde cuándo ensayaros, respetable caballero?
-Toda mi vida he esperado éste momento.
Le contesta Yurik con voz más nerviosa que respetuosa, y Raíza al ver cómo le temblaban las piernas y los brazos ahí arrodillado, tanto que pensó que en cualquier momento podría perder el equilibrio, se separó del grupo de sus hermanas y tomándolo por la espalda, lo sostuvo de sus hombros devolviéndole así la tranquilidad que necesitaba, para poder continuar con aquella ceremonia, al sentirlo tranquilo, ante la mirada complaciente de sus padres, le acarició sus despeinados cabellos y volvió con sus hermanas.
-Bien, bien, ahora tomaré la Espada del Destino de tus manos y con ella te nombraré caballero.
Diciendo esto intentó tomar la espada de sus manos y nada, tal como le había sucedido a Yurik. 
La espada se translucía como si se tratara de un holograma, el Rey, confundido, hizo varios intentos hasta que Raíza, susurrando en sus oídos, le dijo:
-Padre, la Espada del Destino solo puede ser tomada por su legítimo dueño y ése es él, sólo que lo derrotaros en batalla poderos empuñarla.
Al escuchar las palabras de su hija, el Rey rio divertido y nervioso como si lo hubieran descubierto en una travesura y dijo:
-Bien, en vista de las circunstancias tendré que usar la espada del reino.
Y en seguida habiéndole sido proporcionada la espada real por uno de sus guerreros, tocando su cabeza y sus hombros con la hoja, dijo en voz alta a modo de que todos lo escucharan.
Poderoso guerrero
Que nos haberos derrotado
Os debemos una disculpa
Por haberos atacado.
Y a una petición de Júpiter Fidius
Que descubrió la nobleza de vuestro corazón
Y la fuerza de vuestra palabra.
¿Juraros defender?
Con los poderes de la Espada del Destino.
Y con vuestra vida si es preciso.
A la ciudad de Mirídia y a su gente.
Que han sido creados.
Con el propósito de impedir la entrada
A quién sea que no esté autorizado
¿A acceder al Templo de los Dioses Olvidados?
-Lo juraros, perdón; lo juro. –contesta Yurik con voz más trémula que nerviosa.
Entonces yo,
El rey Coballo Vin de Mirídia, el reinado de los vientos
Te nombro guerrero de los vientos de Mirídia, te nombro:
Caballero del viento.
Y resonaron los aplausos de la multitud cuando miles de manos empezaron a sonar, celebrando el hecho de que el guerrero más poderoso que jamás habían visto, el guerrero de su profecía se había unido a su pueblo y jurado defenderlos de sus enemigos, y Yurik, al comprender y aceptar que lo que le estaba sucediendo era real, tan sólo se dio la vuelta, levantó sus brazos y se dispuso a disfrutar de su momento. 
Para:
Gloria Herrera Arellano.
Mi madre.
q.e.p.d. 
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