Capítulo 24
721palabras
2022-11-14 10:30
No avanzó mucho ya que con él caminaba el dolor de sus heridas, y decidió detenerse al amparo de una piedra de regular tamaño que yacía al pie de un árbol, aunque el Sol ya no se sentía tan fuerte la sombra le pareció agradable, y se sentó recargado en la piedra, al ver su rostro reflejado en las micas de sus lentes. 
Se asustó al imaginar que si no hubiera tenido sus lentes de seguridad puestos, los golpes de la arena y piedras del tornado de tierra, lo hubieran dejado por lo menos ciego, ya que múltiples heridas, como rasguños y escoriaciones rodeaban la cuenca de sus ojos, con sus adoloridos dedos trataba de desenredar su endurecido cabello que caía torcido sobre su rostro y hombros cual si fueran las raíces de un árbol seco.
-¡Diablos! Sobreviví a los tornados de puro milagro pero me siento tan apaleado que no creo poder levantarme mañana, digo, si es que acaso paso de esta noche.

Sustrajo su cajetilla de cigarros y contándolos, tomó el no. 7 y mientras fumaba meditaba observando el temblor de sus dedos, sintiendo que la espada le estorbaba la retiró de su funda, y la ensartó en el suelo muy cerca de sus piernas como cuidando de que nadie se la fuera a robar.
-¿Así que la Santísima Trinidad activa los poderes de la espada y el Ave María activa la protección? Una barrera tecnológica como las que he visto en películas de ciencia ficción; ¡Dios! Yo he leído la Biblia y jamás nunca leí algo como eso; ¿O será que jamás lo entendí? Y el canto del Ave María es en realidad un ritual de protección, un canto que yo jamás entendí así, o tal vez si lo entendí pero lo olvidé; ¡Diablos! ¿Qué tuvo que suceder en mi mundo para que yo me olvidara de mi Dios y del Ave María? ¿Por qué no puedo recordarlo? ¿Qué otras cosas importantes en mi vida habré olvidado?
Pensaba en esto mientras recordaba las palabras de la estrella solitaria. 
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Mientras fumaba su cigarro, uno de sus poemas olvidados regresó y tocó su armónica para ayudarse a recordarlo.
Delirios.

Ojos abiertos en la oscuridad
Mirando pasar el tiempo
Delirios de mi soledad
Donde nacen los susurros del viento.

Donde mi cama es un desierto
Un desierto de soledad
Donde vive sólo el viento
Buscando de aquí para allá.
Anhelando el momento
Cuando en medio de la oscuridad
Brille la heroína de su cuento.
Y comience su felicidad.
Latidos de mi corazón.
Que vive por tu existencia
Delirios de pasión
De quién te necesita con urgencia.
Urgencia de besarte
Urgencia de abrazarte
Desesperado por no tenerte
Desesperado por no perderte.
Al terminar de recitarlo ya había caído la noche.
Se sentía muy adolorido por sus heridas y muy cansado, al parecer la descarga de adrenalina liberada durante la batalla lo había debilitado tanto, que no tuvo más fuerzas como para buscar o construirse un refugio, y ahí mismo al amparo de una piedra se recostó, de la oscuridad surgió una grácil silueta, era Raíza que al verlo en tan mal estado y dormido decidió no despertarlo, con tristeza observó la condición de sus heridas, y un rictus de dolor en su rostro ensangrentado mientras dormía, y tiernamente se arrodilló a su lado y sin tocarlo, colocó una de sus estilizadas manos en su frente, la otra en su pecho e invocando un ritual cantado en un lenguaje desconocido, una especie de radiación azulina empezó como a escurrir de sus manos cubriéndolo; Raíza orbitaba todo su cuerpo con sus manos de la cabeza a los pies, y mientras efectuaba su extraño cántico celestial, el rostro de su paciente reflejaba un gesto de paz al sentirse bien, y tener un placentero sueño, la chica ángel retiró sus manos, recogiendo así a la extraña radiación azulina, y dándole un beso en cada una de sus mejillas lo dejó durmiendo tranquilo, antes de alejarse dijo en voz baja a cuatro ángeles guerreros que pacientes la esperaban en la oscuridad:
-¡Anhael, Sirú, Emir y Eglán! Cuídenlo bien por favor.
Y se alejó rumbo a palacio, dejando a cuatro de los derrotados guerreros del viento, velando por la seguridad de aquel que los había vencido.