Capítulo 3
2107palabras
2022-11-14 01:07
Con la ayuda de su improvisado bastón, el fugitivo del fuego corría por la maleza rodeado de humo, fuego y brazas encendidas que volaban como incandescentes hadas a su alrededor, mientras escuchaba el crepitar de aquellos matorrales secos al quemarse, que parecían estar buscando su ruta de escape para seguir con su furiosa persecución, al ver que las hambrientas llamas buscando algo más que su mano para quemar se dirigían hacia él, buscaba la salida para alejarse de aquel furioso y voraz incendio que parecía estarlo cazando, como queriendo arrinconarlo cuál depredador a su presa, incrédulo veía ya seguro de esto como aquel fuego devorando mezquites lo seguía, había perdido ya la noción del tiempo, la ubicación del quemador y la torre de perforación en su afán por burlar el cerco que las llamas pretendían tenderle, había perdido el rumbo y la orientación, caminó incontables minutos más aprovechando el desconcierto de aquél depredador que parecía haber perdido a su presa, continuó moviéndose para alejarse del incendio, reubicarse y volver a las instalaciones del equipo de perforación, preocupado por Edgar comenzó a llamarlo, y mientras le gritaba encontró una pequeña pero bien marcada vereda en aquel ahora solitario y silencioso mezquital, lo tupido de la maleza y el humo remanente del incendio no lo dejaban encontrar algún punto de referencia que le sirviera para orientarse.
-¡EDGAAAR!  
Continuó gritando y se preguntó: -¿Qué demonios pasa? Ahora ni rastros del incendio, ni de la torre, debo por lo menos estar cerca de la carretera, pero ni el ruido de motores escucho y estos méndigos mezquites que no me dejan ver.

El humo comenzó a llegar de algún lugar como dándole una señal de donde estaba o había estado el incendio y prefirió seguirlo en vez de alejarse pero sin adentrarse en él, llevaba en su mano derecha el hacha de contra incendio que había tomado del montacargas, ya que en su mano izquierda sentía el dolor y el ardor en la muñeca y el dorso, pues tenía una fuerte quemadura de segundo grado que ya le empezaba a doler, se tocó la cabeza buscando su casco de protección y al no sentirlo pensó.
-Demonios, era nuevo.
Y precavido continuó su búsqueda en aquella niebla que ahora lo cubría todo.
-Esto es niebla, no humo.
Pensó mientras olfateaba el aire, la vereda que seguía y continuaba llevándolo a algún lugar se partía en 2 direcciones, seguía de frente y daba vuelta a la derecha, se decidió por el camino de la derecha, ya que tenía una extraña fijación por escoger siempre el camino de la derecha en cada bifurcación en toda su vida, pensando a la vez que si se equivocaba solo tenía que volver sobre sus pasos hacia aquel entronque, la niebla se volvía más densa cegándolo completamente por momentos, mientras continuaba caminando. 
Sin apartar sus pasos de aquél camino que parecía haber sido trazado artificialmente, siguió caminando así por el lapso de una hora más o menos, hasta que consideró inútil su avanzada por la cerrada niebla que no lo dejaba ver más allá de 1 metro, y trató de volver sobre sus pasos buscando regresar al entronque donde había tomado la derecha, pero al dar la vuelta después de unos cuantos pasos, de repente la niebla comenzó a difuminarse, pero no como si se la llevara el viento, comenzó a desvanecerse como si se tratara de un efecto holográfico, y al desaparecer completamente le asombró un poco ver al Sol a la mitad del horizonte, ya a punto de perderse en su poniente.

-¡Vaya, está anocheciendo! Menos mal, así podré orientarme con el resplandor de las luces del equipo de perforación o con el de la ciudad.
También notó que la vereda por la que venía caminando ya no estaba.
-¡Que me rapen! –dijo en voz alta. -¡Estoy seguro que no me salí ni un paso de la vereda! en fin, para lo que me sirvió.
Pero tampoco estaba la selva de mezquital por la que le había sido tan difícil caminar, pero eso no era nada comparado con el asombro que le produjo el ver lo que estaba apareciendo ante sus ojos.

-¡El Sol, sí, el Sol salía en ese momento del horizonte lejano en vez de ocultarse como él lo esperaba! En un precioso amanecer que engalanaba aquél desértico paisaje mostrándole que a la distancia. 
Hacia cualquier punto cardinal que mirara tan sólo había arena, se dejó caer de rodillas en el suelo, aguardando unos minutos, haciendo ejercicios de respiración para tranquilizarse y poder pensar mejor en lo que estaba sucediendo, sin levantar la cabeza puso el hacha en el suelo, y sin levantarse palpó en sus bolsillos como buscando una respuesta en su vestimenta, un overol azul eléctrico confeccionado con tela anti flama, reflejantes de luz en su pecho, espalda, alrededor de sus brazos, muñecas y bastillas, en realidad no se atrevía a levantar la cabeza, en el bolsillo de su pecho, sintió un bulto duro y ligero como si una pequeña piedra se le hubiera metido ahí por accidente, lo sacó, era su celular que a la vez pendía de una cuerda de su cuello, lo encendió y el pequeño aparato empezó con su protocolo de búsqueda de señal, pacientemente observaba el comando: Buscando, que aparecía en la pantallita digital y esperando ver el comando de en servicio apareció el comando de sin servicio, desalentándolo, se sintió molesto como comúnmente le sucedía cuando necesitaba el celular y no tenía señal, levantó la cabeza como queriendo asegurarse que el Sol efectivamente estaba saliendo y dijo en voz alta:
-¡Vaya! Amaneciendo en medio de quien sabe cuál de los desiertos y para variar mi celular no tiene señal; ¿Así o más perdido?
Sin dejar de mirar al Sol, comenzó a palpar uno por uno los bolsillos de su vestimenta, en su bolsillo delantero izquierdo encontró unas monedas, llaves y su billetera, en el trasero izquierdo, la libreta de tránsito que normalmente utilizaba para apuntar todo tipo de cosas. 
Desde cálculos matemáticos que hacía en su trabajo, teléfonos, direcciones y hasta pensamientos y poesías que el mismo escribía de vez en cuando, reconoció rodeando su cintura un cinturón de material sintético donde a la vez traía la navaja 07 con su funda, atorados en el cuello de la camiseta negra que utilizaba por debajo de su overol, pendían sus lentes de seguridad con diseño deportivo y micas rojas, en el bolsillo derecho de su pecho traía una cajetilla dura de cigarros y un encendedor de plástico nuevo.
-¡Vaya! Al menos traigo cigarros.
Pensaba mientras habría la cajetilla, encendiendo un cigarro se levantó recogiendo su hacha, y comenzó a caminar buscando un punto alto en aquellas dunas para ubicarse o localizar una señal celular.
-Si el Sol sale por el Oeste… mmm; ¿O será por el Este? ¡Diablos! Nunca he estado completamente seguro de eso, como sea, el punto cardinal que me interesa es el Norte, o sea; Reynosa siempre me quedaba a la derecha y Monterrey a la izquierda, si el Sol está saliendo por ahí, por ahí debe estar Reynosa y si estoy equivocado pues debe de estar Monterrey, o cualquiera de los pueblos que están antes de llegar a esa ciudad o alguna parte de la frontera con Texas, y este debe de ser el desierto de Burgos que jamás pensé que fuera tan grande, y tan desértico y debo haberme internado en el unos 10 kilómetros más o menos, la lógica es que si corrí más o menos desde la una de la tarde a una velocidad de 10 a 15 kilómetros por hora, entre caminando, cayéndome y corriendo hasta que amaneció. 
-Entonces debo haber corrido unas 15 horas, pero; ¡Una vez más, que me rapen! Yo nunca había podido correr más de 1 hora seguida y si por lo menos mi velocidad promedio fue de unos 5 o 6 kilómetros por hora; ¡Que me vuelvan a rapar! –decía mientras contaba y recontaba con los dedos. -¡75 kilómetros! Eso es demasiado para mí, yo creo que ni los campeones olímpicos de caminata puedan hacerlo, aunque cabe la posibilidad de que me haya movido dando vueltas en círculo y no esté tan lejos, como sea, es mejor buscar el Norte, ya que el Sur de seguro está más lejos.
Dijo mientras se ajustaba los lentes de seguridad e iniciaba el camino con rumbo hacia el supuesto Norte apagando su celular, una brisa mañanera corría sobre las dunas de aquél desolado paisaje desierto ayudándole a soportar los rayos del Sol, logrando una temperatura media que por momentos hacia agradable aquella caminata, caminó unas 2 horas más y volvió a encender el celular, el aparatito efectuó su protocolo de búsqueda de señal desalentándolo una vez más al ver aparecer el comando sin servicio, se fijó en el indicador de batería que mostraba tan solo 2 rayitas, indicándole que tan solo le quedaban 1 o 2 días de uso continuo, checó la hora en el celular que marcaba las 18:35 horas y apagándolo comenzó a calcular tiempos.
-Cuando inicié el bombeo de lodos al pozo el celular marcaba las 12 del mediodía, entre que empecé a bombear, salió el lodo a la superficie, se descontroló el Caudaloso, se encendió el quemador y luego lo del incendio y el tiempo que tarde en escapar del fuego y llegar aquí 
-Calcúlo que cuando mucho han pasado unas 4 horas y ahora resulta que acaba de amanecer, llevo como 2 horas caminando y amaneció hace más o menos 2 horas, o sea, al amanecer el celular debió haber marcado las 16 horas, o sea que el accidente en el pozo y todo lo demás, duró unas 4 horas; ¡Diablos! Ya me hice bolas; o me adelanté en el tiempo o me atrasé, o se me desprogramó el celular con la mojada, además viajar o moverse en el tiempo es matemáticamente improbable y lógicamente imposible, pero tampoco me pude haber pasado escapando del incendio en el mezquital, desde el mediodía hasta que amaneció, o sea: ¡15 horas de camino! Sin descansar, sin comer, sin tomar agua y lo que es peor; ¡Sin fumar! Según estos valores de tiempo y distancia transcurridos, debería de encontrarme a unos 70 o 75 kilómetros de cualquier parte conocida alrededor de la torre de perforación, o de la carretera y no en éste méndigo desierto, repito… ¡Jamás había caminado tanto! Que me rapen sí sé lo que está sucediendo.
Y así, cavilando en sus propias conclusiones continuó aquella extraña e inesperada caminata, el Sol llegó al punto donde ya su cuerpo no proyectaba sombra, sintió arder su cara y su mano que ya pululaba secreciones blancuzcas y le ardía con el sudor y el contacto con la arena, volvió a encender su celular sin encontrar señal, éste indicaba las 19:30 horas, volteó al cielo tratando de entender que estaba sucediendo, apagó el celular y continuó caminando mientras un leve dolorcillo en los talones lo empezaba a aquejar, en el cada vez más lejano horizonte, hacía cualquier punto que mirara tan solo había arena, ya empezaba a sentir sed y fastidio por aquel Sol quemante. 
Y sus reflejos tan molestos que por momentos lo encandilaban, que si no fuera por la protección de las micas rojas de sus lentes de seguridad ya lo hubieran dejado ciego, de repente le parecía ver agua a lo lejos, pero acostumbrado ya a los espejismos vistos en las carreteras y los caminos de aquella zona, no perdía el ritmo lento y administrado que llevaba, consciente de que si no aprovechaba sus energías podría caer deshidratado, el overol azul de tela anti flama que vestía se le pegaba al cuerpo como queriéndose beber el sudor que le escurría.
Caminó un tiempo más y se sentó a descansar en las arenas a pleno Sol, quitándose con trabajos una de las botas de seguridad que calzaba, una ampolla se empezaba a asomar burlona de uno de sus talones, mientras trataba inútilmente de tragar saliva y de remojar sus labios ya partidos, el Sol caía a unos 3 cuartos del cielo iniciando su descenso hacía aquél desconocido horizonte que lo flanqueaba, la brisa fría proveniente del supuesto Norte lo refrescó un poco animándolo a seguir, se colocó la bota con cuidado porque le ardía el dorso de la mano quemada y la ampolla del talón, e incorporándose pensó:
-A darle Juanito, que éste no me parece un buen sitio para morir.
El Sol siguió bajando mientras seguía caminando, quien divertidamente lo veía cual si fuera una carrera con el horizonte de meta, carrera que obviamente él perdería, a lo lejos alcanzó a distinguir una línea oscura.