Capítulo 37
1198palabras
2022-08-10 16:57
Después de escuchar pacientemente a su hijo, Sheehan se dio la vuelta con una mirada furiosa. "¿Cómo que ya tienes a una persona que te gusta? Henric, ¿vuelves por esa p*rra? ¿Crees que no sé de quién se trata? Solo viniste por Eleonora, a quien por cierto, tu primo abandonó. Hijo, por favor sé maduro. Todavía la tratas como un tesoro, cuando no es más que una mujer desechada por Quentin. Piensa, si ella te amaba en verdad, ¿por qué se casó con tu primo? Ahora que la dejaron, te está buscando de nuevo, ¿verdad? Será mejor que me escuches muy bien, yo no aceptaré a una persona como ella hasta que muera, ¿entendiste? ¡Más te vale que la dejes pronto!".
Henric lo miró confundido. "Papá, no entiendes a Eleonora. Ella no es una mujer así..."
"No, no me importa lo que digas. Solo puedes elegir a uno, a mí o a ella. Si quieres que viva unos años más, puedes dejar esa absurda idea. Además, como ya te dije, no necesitas interferir en los asuntos de tu tío".
Cuando Sheehan terminó de hablar, subió las escaleras, dejando a su hijo solo y con una pesada carga en su corazón.
Esta noche, sus palabras lo hicieron sentir sofocado. Sabía que el asunto entre él y Eleonora sería muy difícil, pero estaba decidido y no tenía miedo.
No importaba lo que pensara su padre, no quería renunciar a ella.
¡Él la amaba!
Sin embargo, eso no quitó que se sintiera sentimentalmente mal, lo que hizo que se fuera de su habitación.
La fiesta en el crucero finalmente había terminado, y los invitados estaban ordenados.
Yvonne ayudó a Quentin, quien estaba borracho, a entrar a la lujosa suite presidencial del crucero.
En ese momento, lo único que la mujer sentía era una felicidad inmensa al haber realizado su sueño y por fin haberse comprometido con la persona que amaba.
Una vez en la cama, ella lo sujetó y le quitó los zapatos con cuidado .
El hombre tenía el rostro sonrojado debido a su ebriedad, lo cual hizo que el corazón de Yvonne latiera más rápido al mirarlo fijamente.
Ella estiró su mano para tocarlo suavemente, y dijo con una sonrisa; "¡Quentin, por fin eres mío!".
Su rostro se presionó suavemente contra su pecho, esuchó los latidos de su corazón, sintió su temperatura y olió el buen aroma de su cuerpo.
En un instante, sintió que era dueña del mundo entero.
"No me dejes, no...". Quentin hizo un puchero, y la mujer se incorporó.
"Quentin, no te dejaré. ¿Qué pasa? ¿No te sientes bien? ¿Necesitas que les pida a los sirvientes que te traigan un poco de sopa para que te calmes?".
El hombre abrió ligeramente los ojos y vio claramente el rostro de Eleonora, lo cual hizo que le doliera el corazón y se sintiera extremadamente resentido.
Entonces, la atrajó a él con fuerza y la apretó contra su cuerpo, haciendo que el corazón de Yvonne estuviera hecho un lío.
En el último año, aunque su relación era algo ambigua, solo ella sabía que su intimidad se limitaba a los dulces contactos corporales frente a los extraños. De hecho, nunca habían tenido ningún contacto sexual propiamente dicho.
Ahora, ella era finalmente su prometida legítima.
El hombre miró a la persona debajo de él con sus profundos ojos y le dolió terriblemente el corazón.
"¿Por qué... por qué haces esto?", dijo mientras su mirada reflejaba su dolor.
"Quentin, ¿qué pasa? No te entiendo".
"Eleonora, tú eres mía. No quiero que te vayas, no quiero...". Al decir esto, los labios de Quentin cayeron sobre los de la mujer.
Sin emabrgo, para Yvonne, todo se derrumbó por completo.
¿Cómo podía ser? Él la acababa de llamar 'Eleonora', y hasta la tomó como si fuera ella.
¿Acaso él realmente la amaba?
Ella lo empujó con dolor y gritó; "¡Quentin!".
El hombre se calmó y vio que el rostro frente a él se convirtió en el de Yvonne. Por lo tanto, se puso de pie sin pensarlo dos veces.
"¿Yvonne? ¿Eres tú?". Él estaba tan borracho y deslumbrado, que la confundió con su ex esposa, Eleonora.
"Quentin, soy yo. Nos comprometimos hoy. Yo soy tu prometida ahora...", dijo llorando.
"Oh, lo siento, estoy un poco mareado, estoy borracho...", contestó en tanto se palmeaba la frente, como si tuviera mal la cabeza.
Entonces, la mujer se levantó y lo abrazó con fuerza.
"Quentin, sé que me amas y yo también lo hago. Ahora, finalmente podemos estar juntos, por fin podemos estarlo...".
Yvonne alzó la cabeza y buscó los cálidos labios del hombre, sin embargo, al besarlo, la mente de Quentin sufrió un repentino fallo y él la empujó al instante.
"Quentin, tú...", le dijo muy incómoda.
"Estoy un poco cansado, así que me daré una ducha. Diles a los sirvientes que me hiervan un poco de agua con azúcar y jengibre...".
El joven Lance se levantó de repente y fue al baño.
En tanto, la mujer no dejaba de preguntarse por qué él había actuado así. No esperaba que él la confundiera en la noche de su compromiso.
Era imposible, ¿cómo podía amar a Eleonora? ¡Claro que no! Solo estaba borracho y confundido.
Aunque ella se reconfortó, en su corazón no pudo evitar sentir un gran odio por aquella mujer.
Quentin abrió la ducha y dejó que el agua fría cayerá sobre él.
¿Qué había pasado? No podía creer que pensara en esa maldita mujer.
¿Acaso fue porque la odiaba mucho?
Luego de darse una ducha fría, su mente se despejó mucho.
Se cambió la ropa mojada, jaló su bata, se la puso casualmente y salió del baño.
Antes de esto, Yvonne también había hecho bastantes arreglos.
Ella se quitó el maquillaje y se puso un sexy pijama de seda. Se extendió el cabello y se roció un elegante perfume francés.
Entonces, miró a la hermosa pero sexy mujer en el espejo y sonrió con satisfacción.
Por supuesto, los hombres se sentirían atraídos por una mujer así cuando la vieran.
Al estar muy satisfecha, volvió a poner la suave música y encendió la tenue luz de la lámpara de la mesita de noche.
Al ver salir a su prometido, le entregó rápidamente la bebida que había enviado el sirviente, preparada con azucar y jengibre.
"Quentin, aquí está lo que pediste. Bebe un poco". Una vez que se lo dio, caminó detrás él y le masajeó suavemente los hombros. "Has estado ocupado todo el día. Debes estar cansado", le dijo en voz baja.
El hombre bebió un sorbo, pero al hacerlo, frunció el ceño y preguntó; "¿Por qué sabe tan mal?".
En ese momento, no pudo evitar pensar en la sopa de azucar con jengibre que hacía Eleonora cada vez que se emborrachaba. Aquella no sabía picante y tenía una dulzura moderada.
Yvonne sonrió y dijo; "Bueno, les pediré a los sirvientes que cocinen otro tazón querido".
"¡No, no es necesario!", contestó con seriedad para luego poner la sopa en la mesita de noche.
Ahora bien, como no quería irse a la cama, pero estaba un poco cansado, se acercó al sofá detrás de él y se sentó mientras su prometida continuaba masajeando sus hombros suavemente.