Capítulo 2
752palabras
2022-08-08 16:21
Eleonora ya estaba acostumbrada a que Quentin se comportara de esa manera.
Cuando Quentin tenía ganas de tener s*xo, no le importaba si ella quería o no.
En realidad, solo estaba con ella por venganza.

Después de todo, su familia le debía demasiado.
Por esa razón, Eleonora admitía esta situación tan incómoda. Aunque esperaba que en algún momento el corazón de ese hombre lograra disipar el odio.
Quentin disfrutaba torturarla una y otra vez. Tenía la sensación de que con eso, se aliviaría el pecado de la familia Balton.
Eleonora estaba soportando en silencio el desahogo de su esposo sobre el finísimo piso de madera de la habitación.
Ella ya no podía más, incluso ya se sentía entumecida. Sin embargo solo guardó silencio. Se mordió los labios y apretó los puños.
Las lágrimas de humillación brotaban en sus ojos, pero hacía todo lo posible por reprimirlas.

Al señor no le gustaba que ella llorara.
Una vez que tuvo suficiente s*xo con ella, Quentin se dio la vuelta.
Se puso de pie y fue al baño sin decir nada.
Eleonora se incorporó y recogió  del suelo los pedazos de su pijama.

Tal y como esa pijama, sintió como si su cuerpo estuviera roto.
Se levantó con dificultad, fue a su dormitorio y buscó algo que ponerse.
Miró aturdida su imagen en el espejo del tocador y estiró la mano para acomodarse el cabello que le cubría la mitad del rostro.
Su piel estaba tan blanca como el papel, no había vitalidad. Incluso sus  rozagantes labios habían perdido el color. Sus hermosos ojos, de los que estaba orgullosa, estaban vacíos en ese momento.
Con su delgada mano tocó suavemente los moretones en su clavícula y su pecho, como si fueran unas impactantes flores de amapola sobre su cuerpo. El dolor en su corazón cada vez se hacía más grande.
A lo largo de un año, ella había sido como un simple adorno en la mansión Lance.
Aunque se sentía débil, se dirigió a la cocina con las piernas adoloridas.
Quentin tenía la costumbre de beber agua azucarada con jengibre para mejorar su estómago después de beber. Tenía que preparársela, aunque no tenía ganas.
Sirvió la bebida en una taza y salió de la cocina.
Quentin ya se había duchado. Su bata estaba suelta sobre su cuerpo y tenía la fragancia típica del jabón después del baño.
Se fue a sentar en el sofá de la sala y cogió el periódico que Eleonora estaba leyendo.
Ella se paró a un lado del hombre y le dijo: "Aquí está tu agua de jengibre. Bebe un poco para curarte la resaca". Su voz era muy baja, además caminaba un tanto agachada.
Su corazón se estremeció cuando vio el periódico en sus manos. La noticia de su aventura estaba en la primera plana. 
Eleonora solía esconder esas cosas cuidadosamente. No quería que él supiera que ya estaba enterada de sus aventuras, quería ocultarlo por un tiempo.
"¡Los paparazzi están cada vez más fuera de control. Ahora se atreven a escribir cualquier cosa!". Quentin arrojó el periódico sobre la mesa de centro y movió sus atractivos labios, como si estuviera hablando consigo mismo.
Ella guardó silencio, aún sostenía la bebida.
Sintió frío en todo el cuerpo. El único calor que podía sentir era el de la taza que llevaba entre las manos.
Quentin la miraba, no pudo evitar enfadarse.
¿Por qué no le decía nada?
¿Por qué no discutía como cualquier esposa?
¿Lo aceptaba tan obedientemente para limpiar su pecado?
Al enfrentarse a este tipo de noticias, no era de extrañar que ella hiciera oídos sordos.
Quentin mostró una pizca de molestia.
Tomó la taza y le dio un sorbo, pero la escupió de inmediato. Frunció el ceño y gritó: "Está muy caliente, ¿cómo quieres que me tome esto?".
Mientras decía esto, la arrojó al suelo. La elegante taza de porcelana se rompió en mil pedazos.
La sala quedó hecha un desastre.
"Oh, lo siento...". Eleonora quería disculparse, pero no sabía qué decir.
Se agachó e intentó recoger los pedazos de la taza.
"Eleonora, siempre estás tan frustrada. ¿Te sientes tan infeliz de verme?", Quentin finalmente le reclamó.
Estaba muy enojado. Miró a Eleonora, que estaba en cuclillas recogiendo el desastre del suelo.
Sin decir una palabra, la mujer continuó levantando los pedazos de la taza rota.
"Te estoy preguntando. ¿Puedes quitar tu cara de mosca muerta? ¡Me choca verte así todos los días!". A Quentin le molestaba que, sin importar cómo la tratara, ella siempre era sumamente indiferente.