Capítulo 47
1087palabras
2022-08-25 15:00
Mateo vuelve a acercarse con la intención de besarme, pero no lo hace, solo habla cerca a mis labios.
—No tenemos que hablar de nada si no quieres. Los celos y la envidia de Juan ya nos robaron mucho tiempo y lo único que quiero es estar contigo.
Ahora sí, vuelve a besarme, pero esta vez la ansiedad es reemplazada por deseo.
Su lengua acaricia la mía mientras él se acomoda entre mis piernas y apretando mi trasero me atrae a su cuerpo para que sienta su deseo.
Un gemido intenta escapar de mi garganta, pero se ahoga en los labios de Mateo, que interpreta este pequeño sonido como una invitación para seguir adelante, así que me toma entre sus brazos y me lleva a la parte frontal del sofá, se sienta y yo quedo a horcajadas sobre él.
Debería ponerme de pie y alejarme o pedirle que se detenga. Eso lo sé, pero… No puedo. Lo he querido y lo he deseado por tanto tiempo que negarme a esto sería como obligaré a no respirar.
Esta es la razón por la que no pude decirle a Alex que ya no sentía nada por Mateo. Entre nosotros hay muchas cosas inconclusas, entre ellas, el sexo.
De adolescentes éramos temerosos e inexpertos y nos prometimos darnos tiempo. Por muchos años imaginé que Mateo iba a ser el primero y el único. Ninguna de las dos cosas paso. Pero eso no significa que mi cuerpo se haya resignado. Todos los intentos de estar juntos, que se quedaron solo en caricias y besos, terminaron siendo una promesa tatuada en mi mente, de que algún día iba a suceder, que tarde o temprano expresaríamos nuestro amor con todo lo que tenemos y todo lo que somos. Así que, a pesar de que una parte de mí se resista, no pienso detenerme, porque si lo hago, si no dejo que esto concluya, siempre va a perseguirme la duda del cómo se siente hacer el amor con mi primer amor, y si pretendo avanzar en mi vida, no puedo permitir que ese fantasma me acose.
Yo solo llevo puesto un suéter enorme de mi hermano y debajo unas pequeñas bragas.
Ambos estamos ansiosos o más bien temerosos de que algo pase y nos impida otra vez llegar hasta el final. Me levanto un poco y quedo sobre mis rodillas para darle espacio a Mateo de bajarse el pantalón, el bóxer, ponerse un condón y mover a un lado mi ropa interior. Lo hace todo sin dejar de besarme y sin pensarlo dos veces, se introduce en mí.
La sensación de estar unida al él me invade de tal emoción que me
es inevitable llorar. Lo he amado tanto que estaba dispuesta a seguirlo a donde fuera con tal de estar junto a él. Los recuerdos de nuestra vida juntos me golpean con la fuerza de las olas. Todas las mentiras, la rabia, las promesas rotas, y los sucesos que hacen parte de mi presente; lo pongo en una caja y los guardo temporalmente para solo quedarme con todo el amor y el deseo que he sentido por el hombre bajo de mí.
Me muevo lento hacia delante y hacia atrás. No busco placer, lo único que quiero es disfrutar de este momento lo más que pueda, y al parecer, Mateo quiere lo mismo. El me acaricia desde los tobillos hasta atrapar mi trasero y disminuye aún más la velocidad de mis movimientos.
—He fantaseado tanto con este momento. —dice mientras toma un poco de aire.
—Yo también. —le confieso— fui una tonta por no haberlo hecho antes de que te fueras.
—No. No estabas lista.
Quiero decirle que de todas formas lo hice por primera vez sin estar lista y que, si lo hubiera hecho con él, por lo menos el recuerdo sería más hermoso y memorable, pero esas palabras solo arruinarían el momento, recordándonos que, la promesa de ser la primera vez del otro, fue una de las tantas que rompimos; así que me ahorro el comentario y mejor lo beso, pero esta vez a mi manera.
Acaricio su rostro y su cabello mientras succiono con un poco de fuerza su labio inferior. Profundizo nuestro beso involucrando, mi lengua, dientes y labios.
Por su reacción, intuyo que nunca lo han besado así. Todo su cuerpo se tensa, incluida la parte que yace dentro de mí. Sus manos me aprietan con más fuerza y entre mis piernas siento como palpita su miembro. Ahora nos es imposible rehuirle al placer. Ambos nos movemos buscando estar aún más juntos, como si eso fuera posible. El cuerpo me tiembla y el aire comienza a faltarme a tal grado que debo parar de besarlo. Escondo mi rostro en su cuello he intento recuperar un poco el aliento, pero Mateo toma las riendas y se acomoda un para ser el quién se mueve. De arriba a abajo, su pene entra y sale de mí con fuerza. Yo llego rápido al éxtasis, y el no tarda en alcanzarme.
Nos quedamos en esta posición por un rato. Yo sobre él, y él aun dentro de mí. Por mi parte, debido al bajón de dopamina que viene después del orgasmo, me esfuerzo por mantener alejada un poco más de tiempo la realidad de mi vida. Y gracias a que Mateo está preparado para continuar con nuestro reencuentro, se me hace mucho más fácil.
—Aún te amo Iv. —dice mientras sus manos exploran lo que hay bajo del suéter y siento como su erección comienza a ponerse dura dentro de mí.
—Yo también te amo. —lo digo por qué, sin importar el caos que me ha rodeado desde que nos separamos, eso sigue siendo verdad. Lo amo.
Mateo me da beso corto, luego se quita su camisa y termina de desnudarme.
Se queda observándome, acaricia mi veinte, sigue con la espalda y sube hasta llegar a mis pechos. Todos sus movimientos son delicados. Luego recorre el mismo camino de sus dedos con sus labios y mi cuerpo reacciona con un pequeño gemido cuando su lengua explora uno de mis pezones.
—Así que esto te gusta, ¿a? —dice Mateo, orgulloso de descubrir uno de mis puntos débiles.
Pero sus palabras, en vez de excitarme, sirven como un detonante que revienta en mil pedazos la caja llena de realidad que escondí minutos atrás, y lo primero que retumba en mi cabeza es el sonido de la voz de Alex diciendo: “Yo sé que te gusta. Yo sé cómo hacerte sentir bien.”
“Mierda. Mierda. Mierda.”