Capítulo 40
2216palabras
2022-08-18 15:00
En el camino decido que no quiero pasar la noche sola, así que le indico al taxista la dirección de la casa de Sam y media hora después estoy frente a su puerta.
—Pensé que tu casa estaba cerca al bar. —dice Vanessa sin poder ocultar su asombro al ver las mansiones a su alrededor.
—Lo siento… Mi apartamento está cerca al bar. Mi casa está ahí —digo señalando el camino a mi casa— y esta es la casa de mi mejor amiga.

—Okey. Mejor, así no estás sola.
—Gracias por acompañarme. Y por favor… no le digas a Alex que me viste así.
—No te preocupes. No voy a decirle nada.
Sam ya está en su cama lista para dormir.
—Hola, ¡Qué sorpresa! —dice sonriendo.
—¿Puedo quedarme aquí? —el rostro de mi amiga se ensombrece al escuchar mi voz.

—Claro que sí...
Me arrastro con la poca fuerza que me queda y me acuesto en posición fetal a su lado y solo hasta este momento, me permito llorar.
Lloro como hace muchos años no lo hago.
Lloro por el amor perdido

Lloro por la amistad perdida.
Lloro por el amor que creí encontrar, pero que se desvanece como la niebla.
Y lloro por mí… porque no entiendo que hice para que los dioses me castiguen de esta forma.
“No me merezco esto.”
Cuando logro recuperar un poco la calma, le cuento a Sam todo lo sucedido, y como si compartiéramos la misma alma, lloramos juntas. Lloramos hasta quedarnos dormidas. Doy gracias por tenerla, porque a pesar de todo, sé que donde sea que este Sam, siempre voy a tener un hogar junto a mi hermana.
*****
Nos tardamos un poco en decidir si es una buena idea asistir a la universidad o no.
—No podemos faltar —demanda Sam—. Estamos a final de semestre y tenemos mucho que hacer.
—Tengo migraña —me quejo.
—Ya sé, pero puedes esforzarte un poco. Has asistido a clase con dolores peores a una migraña. Puedo decirle a mi mamá que te dé algo para el dolor. Iv Solo tenemos que asistir a la jornada de la mañana. Luego podemos hacer lo que tú quieras. Sabes que yo no puedo faltar a clase de fotografía. Si no lo haces por ti, hazlo por mí.
—Yo hago muchas cosas por ti. Tú puedes perder una materia por mí.
—¿Es en serio? —analizo la actitud de Sam, me mira expectante. En otro tiempo me tacharía de loca por solo pensar en pedirle algo así, pero ahora, con las cosas que hemos dicho en los últimos días, y con el cambio inevitable que nos ha golpeo con la fuerza de un camión de carga, sé que, si le hago esa petición en serio, ella lo aceptara.
—No… —decido responderle al fin— Vamos a clase.
Me levanto de la cama y cada paso que doy hacia el baño se siente como si hubiera corrido una maratón el día anterior.
No me preocupo mucho por lo que voy a usar, incluso busco que ponerme en el armario de Sam.
Escojo un suéter de hilo gris, un pantalón negro y unas zapatillas Converse.
“Puede que no sea muy bonito, pero si es muy cómodo.”
No logro concentrarme. Por más que lo intento, escucho la voz del profesor como si estuviera al final de un túnel. Mientras Sam toma apuntes por las dos, yo me dedico a jugar con mi teléfono y hago algo que no hacía desde la semana pasada.
Busco a Mateo en Instagram.
Me desbloqueo.
Y no solo eso… Elimino todas las fotos que tanto me hicieron sufrir en pasado.
La mayoría de sus publicaciones son videos y fotos de la vida submarina.
Sonrió y me siento orgullosa, porque sé lo mucho que le costó llegar hasta ahí.
“Y pensar que estaba dispuesto a abandonar todo eso por mí.”
“Pero no lo hizo.”
“Por culpa de las mentiras de Juan.”
“Tú eras su novia, su mejor amiga y, sin embargo, decidido confiar ciegamente en él.”
Debo aceptar que eso es lo que más me duele.
Yo fui manipulada. Juan abusó de mi confianza y se aprovechó de mi relación con Sam para engañarme. Pero Mateo… ni siquiera me dio la oportunidad de explicarme o de preguntarle a otros lo que estaba pasado. Decidió creer ciegamente en Juan y así dejo morir la perfecta relación que teníamos.
Apago el teléfono e intento prestar atención por centésima vez.
“Alex no me ha llamado.”
Y aunque ese no es el asunto que más me perturba en este momento. No puedo solo ignorar el hecho de que no me haya buscado después de todo lo que paso en la madrugada del domingo.
“Y ahora qué sabes lo que paso con Mateo, ¿Quieres que Alex aparezca?”
“Que sepa la verdad no significa que mi sufrimiento durante este tiempo haya sido mentira.”
“Pero no respondiste la pregunta.”
Dejo a mi voz interior en visto y le pido a Sam que salgamos. Ya entregamos lo que debíamos entregar y el profesor no nos va a colocar una falta por perdernos quince minutos de clase.
—Necesito café.
—Eso no va a ayudar ni con la migraña ni con la ansiedad.
—Sam… en serio no empieces, solo acompáñame a comparar un maldito café.
Caminamos en silencio hasta la cafetería y camino en modo avión. Si no fuera porque voy del brazo de Sam, ya me habría caído o tropezado con alguien.
—¿Qué hace la Estrella de Rock en esta facultad?
—¿Qué? —pregunto por qué no entendí muy bien lo que dijo.
—Mira —señala hacia la entrada a la zona verde y efectivamente ahí está, Alex, con sus gafas de sol y tan sencillo como siempre— Seguro vino a buscarte. Ve y habla con el mientras yo compro dos cafés.
No estoy muy segura de querer hacerlo, pero si no voy, tendría que explicarle a mi amiga que mi relación con Alex también se fue al caño y ahorita no tengo la energía para eso.
—Okey, pero por favor cómprame café. Café de verdad Sámara, no esa mierda descafeinada.
—Un día de estos un médico te va a prohibir tomar cafeína y esa mierda descafeinada como tú la llamas, va a ser lo único que te quede.
Y con ese regaño tan típico de mi amiga, Sam se marcha y no me deja con otra opción más que ir al encuentro con Alex.
—Linda ropa. —dice en modo de saludo, pero es evidente que se está burlando de mí porque me veo como Sam.
—Gracias.
—Ayer no llegaste a dormir.
“¿Qué?”
—No creí que tuviera que hacerlo.
—No tenías que hacerlo. Solo me preocupé cuando no te vi.
—Pues no me llamaste, así que no creo que te preocuparas tanto.
—Vane me dijo que te dejo en la casa de Sámara y no quise molestar.
“Esa gata chismosa…”
—Jumm. Al parecer la discreción no hace parte de las virtudes de tu amiga. —digo sin disimular mi disgusto.
—Pensé que te caía bien. —Alex sigue quieto, manteniendo su distancia y con un gesto de pocos amigos que no le he visto antes.
—Supongo que me apresure a sacar mis conclusiones. La realidad es que no la conozco.
Nos retamos con la mirada durante un momento y yo gano la batalla cuando él baja la guardia, suaviza su actitud y se acerca un poco más a mí.
—¿Pudiste arreglar los problemas con tu amigo?
—No.
—¿Estás bien?
—No
—¿Quiere contarme lo que paso?
—No.
—Sigues molesta conmigo —eso no fue una pregunta y, por lo tanto, no respondo—. Iv, las cosas están…
—Pasando muy rápido. Ya lo dijiste.
—¿Tú no crees que sea así? —su pregunta es conciliadora. Se nota que algo lo atormenta, está confundido, incluso más que yo.
Abro un pequeño portón de la muralla en la que me encierro cada vez que necesito mantener alejado a alguien, y bajo la guardia para intentar explicarle que es lo que siento.
“Vanessa tiene razón. A los hombres hay que explicarles con plastilina, todo lo que tiene que ver con emociones y sentimiento.”
—Sería una mentirosa al intentar negar lo obvio. Nos conocemos hace muy pocos días, pero creo que lo importante no es el tiempo que haya pasado, sino lo que ha pasado durante ese tiempo —tomo aire y con ese gesto, imagino que el CO₂ es una súper vitamina que me inyecta valentía artificial para poder seguir hablando—. Alex, yo quiero…
—Iv —un viento gélido me atraviesa el cuerpo cuando escucho la voz de Juan tras de mí—… Yo sé que no tengo derecho, pero…
—Juan vete —Sam llega al rescate y enfrente al que alguna vez fue mi amigo—. Déjala en paz.
Yo ni siquiera me atrevo a dar vuelta para verle la cara.
Siento tantas cosas a la vez. Estoy petrificada, y de igual forma que anoche, no puedo decirle nada. Ahora solo quiero estar lo más lejos posible de Juan. Y mi aturdimiento confunde a Alex.
Me observa con cientos de preguntas en los ojos. Mira la escena tras de mí y solo se confunde más.
—¡Sam, no te metas! —le grita Juan.
—¡No te atrevas a decir que no es problema mío!
—Iv —insiste Juan ignorando por completo a Sam—. Solamente quiero saber si ya…
—¡HAAA!
Sam grita aterrada y Alex se pone en alerta.
—¡Eres un maldito psicópata! —el grito de Dilan me obliga a reaccionar. Me volteo y alcanzo a ver el segundo golpe que mi amigo le da directamente en la cara de Juan, que ya se encuentra en el suelo con la nariz rota— ¡¿Cómo fuiste capaz de hacerles eso?! ¡Pedazo de mierda! ¿A eso llamas amor? Yo te voy a dar tu amor.
Dilan golpea una y otra vez a Juan. Y lo hace con toda la fuerza que tiene. Está tan fuera de sí, que no logra ver cuando Sam se interpone e intenta separarlos.
Gracias al cielo, Alex reacciona, la aparta y yo aprovecho para ponerme en frente de mi amigo y rodeo con fuerza su cintura en un abrazo cargado de angustia y confusión.
—Tienes que parar. Por favor —le ruego en medio de lágrimas.
—¡No lo defiendas carajo! Lo que te hizo…
—No quiero que te metas en problemas. No vale la pena. —Sigo hablando sin soltarlo—. Déjalo y vámonos de aquí Di.
Mi amigo pone sus manos ensangrentadas a cada lado de mi rostro y apoya su frente con la mía.
—Perdóname —dice en u susurro y puedo jurar que está a punto de llorar—. Debí haberme dado cuenta.
—Dilan…
—¿Cómo pudimos vivir con un puto loco manipulador como este? —intenta hacerme a un lado para volver a atacar a Juan, pero logro retenerlo.
Volteo a ver a mi ex amigo tirado en el suelo.
Alex está ayudándolo a levantarse, pero este se niega de mala gana y lo empuja.
—Déjame. —le escupe petulante— Todos ustedes ocúpense de sus propios asuntos. Yo solo quiero arreglar el desastre que hice. Iv, por favor…
—¿No te das cuenta? Ella no quiere hablar contigo —le dice Alex tranquilamente.
—No te metas… Tú menos que nadie.
—Estás lastimando a Iv. Así que, lo siento, pero si mentó.
—Ja… Esto es un puto chiste… ¿No lo entiendes? Pues va ¡Yo te lo explico!
—Juan, ¡cállate y vete! —le grita Sam, pero él vuelve a ignorarla.
—¡Ella nunca va a estar contigo! —le grita Juan a Alex mientras me señala—. Le entrego su corazón hace años a otra persona, y ahora él volvió para reclamar lo que le pertenece.
—Ivana no es una cosa. Ella no le pertenece a nadie. —Alex habla tranquilo, pero tiene las manos en un puño y sus nudillos se están volviendo blancos.
—Amigo. Si quieres un concejo… Aléjate ahora que puedes…
—No puedo creerlo. —de nuevo, Sam interviene en la discusión—. ¡Por eso lo hiciste! ¿Verdad? No porque te sintieras culpable, ni por temor a que Iv y Mateo hablaran y descubrieran toda tu red de mentiras… La verdad es que no pudiste soportar que ella otra vez se fijara en alguien que no fueras tú. Y ahora lo quieres arruinar… otra vez le quiere joder la vida a la mujer que dices que quieres, pero sabes que Juan… Una persona como tú no puede querer a nadie. Estás obsesionado ¡Estás loco! Y así tuviste el descaro de mirarme a los ojos y pedirme que buscara ayuda profesional, cuando el que parece prófugo de un manicomio eres tú.
Y cuando creía que las cosas no podían ir peor, Sam termina de desenmascarar a Juan y yo… yo…
—Dilan… Por favor, sácame de aquí. —le susurro entre lágrimas mientras me aferro con más fuerza a él. Temo soltarlo y derrumbarme como una torre de naipes. Ahora cualquier soplo me puede destruir. Pero la furia de mi amigo se renueva con el último comentario de Sam.
Nunca en mi vida lo vi visto tan molesto.
—¡Si te le vuelves a acercar a Ivana o a Sámara, te juro que no respondo de mí! ¡Nadie va a impedirme que te deje con pie en el otro mundo!
Y con esa amenaza, Dilan toma de mi mano y le hace una señal a Sam para que nos siga.
Antes de perder de vista la cafetería, observo a un Alex confundido, pero, sobre todo, enojado.
Muy enojado.