Capítulo 36
2083palabras
2022-08-14 15:00
Miro la pantalla para cerciorarme de haber marcado el número correcto, y al estar segura de que no cometí ningún error, cuelgo la llamada sin decir una sola palabra.
“¿Y si quien contesto es Vanessa?”
“No seas tonta… esa no sonaba como Vanessa.”
Pongo el teléfono en la barra de la cocina y me quedo mirándolo mientras intento encontrar una explicación a las imágenes en redes sociales y al hecho de que una chica tenga el teléfono de Alex. Pero los celos no me dejan encontrar alguna que me brinde un poco de paz.
Con cada nueva imagen mental de Alex haciéndole a otra lo que me hace a mí cuando estamos solos, mis ojos se inundan de lágrimas y no puedo contener el llanto.
“Si las cosas son así cuando solamente lo conocen sus amigos y familia, imagínate como va a ser en el momento que se convierta en una estrella de rock. Sabes que no puedes pasar de nuevo por algo así. Es mejor darse cuenta de las cosas ahora y no en unos meses cuando estés perdidamente enamorada y el golpe de realidad sea peor.”
La pantalla de mi teléfono se enciende y el nombre de Alex aparece en ella.
“Contesta.”
“No.”
“Tienes que contestar.”
“Se va a dar cuenta qué estoy llorando.”
“Pues cálmate y contesta.”
“No me puedo calmar.”
Mi discurso metal dura hasta que la llamada se cuelga. Pero Alex vuelve a marcar una, dos, tres, cuatro veces…
Cuando llega la novena llamada voy hacia el baño y me encierro para evitar la tentación de contestarle, porque si lo hago a estas alturas no sabría cómo responder a las que imagino, van a ser sus preguntas: ¿Por qué lo llamo y luego cuelgo? ¿Por qué sigo despierta a esta hora? ¿Por qué estoy llorando? Y para finalizar ¿Por qué no respondo el teléfono?
Solo podría contestar de dos formas: mintiéndole o confesándole que él es el causante de mi insomnio, por qué no lo puedo sacar de mi cabeza. Que lo llamo porque necesito saber dónde está y con quien esta, para poder tener un poco de paz. Que lloro porque me parte el corazón imaginarlo con otra mujer. Y que no le respondo las llamadas porque todo lo anterior me da mucha vergüenza.
Me quedo en el baño un par de minutos más después de que mi teléfono deja de sonar. Lavo mi cara y retiro el rastro que dejaron las lágrimas.
Resignada a que voy a pasar la noche en vela, enciendo la tele y busco una película. La comedia siempre es una buena medicina para los ratos amargos y aunque me he visto un millón de veces “Una esposa de mentiras” siempre me saca una sonrisa, pero un sonido extraño proveniente del corredor de afuera llama mi atención y me pone en alerta.
“Alguien está intentando entrar a mi apartamento.”
La expectativa me abruma durante un par de segundos, hasta que la silueta de un hombre que reconozco, aparece en el marco de mi puerta.
—¿Estás bien? —Alex se ve preocupado. Termina de entrar al apartamento y en solo un par de movimientos se sienta a mi lado en el sofá.
“Está a aquí…”
—Iv ¿Estás llorando? —El hombre a mi lado analiza mi rostro con el ceño fruncido y busca en mis ojos las respuestas que no le doy.
“Dejo a la chica y vino directo a mí…”
—¡Ivana, háblame! —dice en un tono más futre y yo vuelvo de mi pequeño ensueño.
—¿Qué? —le pregunto confundida por qué aún no puedo creer que lo tenga al lado.
—¿Estás bien?
“¡No! Claro que no estoy bien.”
—Sí. —miento por la supervivencia de mi dignidad.
—¿Si estás bien? ¿Por qué estabas llorando?
—Antes de esta película me vi una en donde moría un perrito. Esas siempre me hacen llorar.
Alex no queda muy convencido, pero lo deja pasar.
—¿Por qué no contestas tu teléfono? Te he marcado —un suspiro de cansancio sale de su boca y recarga todo el peso de su cuerpo en el sofá—… ya no sé ni cuantas veces te he marcado.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —en la necesidad de evadir su interrogatorio, mis preguntas salen como si fueran más un reproche que una duda… y por la cara que pone Alex me arrepiento de haberlas hecho.
—Lo… lo siento —mete la mano a su bolsillo, saca algo de él y lo deja sobre la mesa frente a nosotros— Se me olvido devolverte las llaves, no debí haber entrado así, es solo que… me llamaste, colgaste y luego no respondías yo… no sé en qué estaba pensado. Lo último que quiero es incomodarte.
Lo que sea que esté sintiendo, evidentemente lo está torturando. Y no voy a ser hipócrita, lo estoy disfrutando un poco. Pero se pone de pie con toda la intención de marcharse y…
Yo no quiero que se vaya.
—Te llamé porque no podía dormir —decido confesar para detenerlo—. Pero contesto esa chica y me sentí muy avergonzada “destrozada, querrás decir” por interrumpir lo que sea que estuvieras haciendo, así que colgué, puse mi teléfono en silencio y lo deje cargando en la cocina. No escuche cuando llamabas.
Gracias al cielo hice estas dos últimas cosas apenas salí del baño para evitar la tentación si a Alex se le ocurría volver a llamar. Así que no hay riesgo de que mi teléfono suene y me deje en videncia.
“Te estás volviendo una maestra en esto de las verdades a medias.”
Alex vuelve sobre sus pasos y se sienta otra vez a mi lado.
—Iv, la chica que te contesto no…
—No me debes ninguna explicación, tú puedes hacer lo que quieras. —escuchar las últimas palabras salir de mi boca hace que me sienta como una estúpida. Porque, aunque es verdad que no me debe explicaciones, yo quiero una. Y cuando digo este tipo de cosas solo lo hago para proteger mi dignidad, porque evidentemente este juego ya lo perdí, pero él no tiene por qué enterarse, y ya que no puedo salvar mi corazón, por lo menos mi orgullo quedara intacto.
—Iv… por favor no me hagas esto —dice exhausto.
—¿Hacerte qué?
—Hacer como que no te importa.
—Yo no digo que no me importe… —la voz se me corta un poco y comienzo a sentir la humedad en mis ojos, pero logro evadir la mirada de Alex y recuperar la compostura— Solo digo la verdad. Tú… no tienes que explicarme que haces. Me advertiste desde un principio que no querías dramas… —me levanto del sofá y le doy la espalda para ocultar lo mucho que me duele compartirlo con todas las mujeres del mundo y no poder hacer nada al respecto— Lo único que estoy haciendo es tratar de cumplir con mi palabra y no interferir en tus cosas —un atisbo del dolor y los celos que he sentido durante la última hora, se enreda en mi garganta cuando pronuncio las últimas palabras.
“Adiós dignidad…”
El frío y calor recorren todo mi cuerpo y me hace temblar.
No importa que no le haya dicho directamente lo que siento por él. Alex es un experto en leer entre líneas, me lo demostró desde el día en que lo conocí.
“Todo se va a terminar.”
Mis ojos son celdas abiertas y las lágrimas amenazan con escapar en cualquier momento. Pero para mi sorpresa, Alex se mueve rápido y las atrapa con sus labios.
Comienza besando cada uno de mis parpados, para luego hacer un recorrido de pequeños besos por todo mi rostro y finaliza con nuestros labios entrelazándose. Me pongo tensa. No sé qué pensar o que hacer. Alex nota mi incomodidad porque mi boca no le da la bienvenida que le ha dado antes. Se separa un poco y entre susurros y pequeños besitos, me explica lo que no le permití decirme antes.
—Ella solo me estaba ayudando con Julián —dice cerca de mi oído y lo mordisquea al final—. Cuando llamaste estaba evitando que se metería en una pelea de borrachos, le pedí a Susana que respondiera el teléfono, te dijera lo que estaba pasando y que un minuto te devolvía la llamada, pero no le diste tiempo y colgaste —un beso más profundo y húmedo llega a mi cuello y el resto de mi cuerpo se relaja completamente—. Cuando no respondiste mis llamas me preocupe. Creí que algo había salido mal en la reunión con tus amigos, porque la historia nos dice que, con ellos, siempre algo sale mal. Así que dejé a mi mejor amigo ebrio en un bar y vine corriendo a ver que había pasado.
La culpa me golpea al recordar el estado de Julián en las historias de Vanessa. Él se veía muy mal. Pero lo peor es imaginar a Alex a estas horas de la madrugada corriendo en una motocicleta porque pensaba que a mí me había sucedido algo.
Tomo su rostro con mis manos y lo obligo a mirarme.
—No vuelvas a hacer eso —mis palabras son suaves, pero firmes. Una súplica y una exigencia a la vez.
—¿Qué cosa? —estamos tan cerca que nuestras narices alcanzan a rozarse y en su aliento puedo oler licor.
Mi ansiedad solo empeora.
—Ponerte en peligro por mi culpa. Subirte en tu motocicleta después de haber tomado alcohol.
—No te preocupes. Soy buen conductor —dice orgulloso.
—Alex… —Su actitud cambia al ver el miedo que refleja en mis ojos— No estoy bromeando. Ace tiempo casi pierdo a uno de mis hermanos por culpa de la velocidad y el licor. Y aunque David no es una de mis personas favoritas, ese ha sido uno de los momentos más horribles de mi vida —cierro mis ojos con fuerza para intentar borrar la imagen de mi hermano casi muerto en la cama de un hospital. De mi madre desconsolada porque los médicos no le daban ninguna esperanza y de mi padre volviéndose loco de culpa por todo lo que había pasado antes del accidente—. Si algo así te pasa, yo no… no podría.
—Hey… —Alex retira con suavidad las nuevas lágrimas que se derraman por mi rostro—. Estoy aquí, y estoy bien.
—Prométemelo. —le suplico.
—Lo prometo.
Y dicha promesa queda cerrada con el mejor beso que nos hemos dado hasta ahora.
O tal vez lo siento así debido al momento y a que, por primera vez, en medio de nosotros hay algo más que solo deseo.
Sin dejar de besarme, Alex me toma en sus brazos y me lleva a la cama.
Y por primera vez en mi vida…
Hago el amor con alguien.
Hacemos todo lo que ya probamos en días anteriores. Pero todo es más lento, más que un acto sexual parece un acto de adoración. Cuando siento los labios o las caricias de Alex en mi piel, quiero llorar y reír a al mismo tiempo. Besa cada centímetro de mi cuerpo y luego yo hago lo mismo con el suyo. No tenemos prisa. A ratos ni siquiera no movemos, únicamente nos miramos.
Alex se sienta en la cama, me tiende la mano y con un gesto me pide que me coloque a horcajadas sobre él. Quedamos frente a frente y mientras nos miramos, él me penetra despacio. Con sus manos sobre mi cadera, marca el ritmo de mis movimientos y yo comienzo a sentir que me derrito por dentro.
Intento gemir, pero atrapa mis labios, y en un movimiento certero, gira conmigo en su regazo y me acuesta en la cama para quedar sobre mí.
Entra y sale con más fuerza y mis gritos quedan ahogados por la fata de aire. Siento como su cuerpo se tensa y todo el peso cae sobre mí.
Durante las últimas horas he sentido que voy y vengo de un sueño. Siento a Alex en cada parte de mi cuerpo, incluso en las pocas horas que logre dormir.
Ninguno de los dos ha dicho nada. Ni una sola palabra.
Dicen que las palabras son la fuente de la magia. Y creo que, si digo algo incorrecto, el hechizo se va a romper.
Nos quedamos hasta las dos de la tarde acostados. Alex recorre suavemente mi espalda con sus dedos y yo intento con todas mis fuerzas disfrutar del presente.
“Me quiere.”
“Él no ha dicho eso.”
“Los actos hablan más que las palabras.”
“Pero sin las palabras, los actos pueden ser interpretados de mil maneras y quedarse en meras suposiciones.”
“Él podría estar pensando lo mismo que yo, y no habla por miedo a arruinarlo.”