Capítulo 4
1702palabras
2022-07-27 08:40
El calor es peor de lo que me había imaginado. Todos parecen derretirse como si fueran de azúcar. Para empeorar la situación, un daño en una de las plantas eléctricas, hace que todo el programa se retrase y que el aire acondicionado deje de funcionar.
—¿Dónde está la botella de agua que deje en la mesa? —pregunto desmallándome dramáticamente en el sofá donde está sentado mi amigo.
Salí del camerino durante dos minutos a ver si afuera estaba más fresco, “o me encontraba por casualidad con un coordinador de logística sexi” pero en cambio, me topé con las llamas del infierno, así que volví inmediatamente.

—Lo siento… yo pensé que… no era de nadie, así que me la bebí —responde un tipo al que le dicen “El flaco” y que yo reconozco como el baterista de la banda.
Lo fulmino con la mirada. “¿Cómo se atreve a robar mi agua en una situación así?”
—Maldito gordo insensible— digo en voz baja mientras lo fulmino con la mirada y vuelvo a salir para buscar algo y poder hidratarme.
“¿Por qué le dicen Flaco si está tan gordo como un luchador de sumo?”
“Perdón, sé que no debo juzgar a los demás por su físico, pero…”
“¿Quién se cree ese? ¿El único con derecho a sobrevivir al fin del mundo?”

“Zeus, por piedad, has que llueva y líbranos de este calor. Y si no está de más pedir, fulmina a esa ballena traga agua con uno de tus poderosos rayos. Amén”
Camino por todo el lugar sofocada. El calor empeora a cada minuto, Sobre todo con tantas personas yendo y viniendo de un lugar a otro mientras intentan resolver los problemas técnicos.
No logro encontrar agua por ninguna parte. Nunca he confiado en la que sale del grifo, pero se está convirtiendo en mi única opción. Si no me hidrato ya me voy a desmallar en serio.
—¿Oye que te pasa? —me pregunta alarmado un chico que reconozco inmediatamente.

“Alex.”
Si me veo como me siento, no debería sorprenderme su tono.
—Me voy a morir —mi drama le causa gracia, sonríe y por un segundo yo me quedo sin aliento, pero el calor que siento, me hace olvidar las ganas que tenía de encontrármelo, y me molesto con él por su falta de consideración —. No te burles ¿Cómo puede ser que no haya una gota de agua en este lugar?
—Lo siento —dice muy apenado—, el agua que compramos para las bandas y sus acompañantes se terminó antes de lo previsto. Pero ya encargamos más. Solo que no contábamos con tantos inconvenientes. Los daños técnicos, el clima, y ahora, los chicos que traen el agua están en el tráfico. De verdad lo siento mucho.
—¿Ósea que no hay agua? —la desesperación llega a mis ojos.
“Quiero llorar”.
La única vez que me sentí así fue en un viaje por carretera donde me dieron muchas ganas de orinar. Estábamos en medio de la nada y por más que el auto avanzaba no encontrábamos un lugar que pudiera tener un baño. Comencé a sudar, el dolor en mi vejiga no me dejaba pensar con claridad y le exigí al conductor que se detuviera en cualquier parte. Él se negó alegando que podía encontrarme con un animal salvaje, pero no me importo y casi salte del auto para encontrar un árbol o arbusto en donde desahogar mi necesidad.
—El agua va a llegar en diez minutos —Alex trata de tranquilizarme, pero no lo logra.
—Eso no lo puedes asegurar, dijiste que estaban en el tráfico.
“Señor perdona mis pecados… déjame entrar a tu reino”
¡Quiero llorar! En serio… QUIERO LLORAR.
Alex nota mi pánico y se acerca demasiado a mi espacio personal para susurrarme al oído.
—En el camerino de empleados ahí una nevera expendedora —confiesa y yo escucho mientras retengo la respiración por la emoción “Dios que cerca esta”—. Todavía quedan algunas botellas de agua. Como me caes bien, te voy a dejar entrar, pero no le puedes decir a nadie porque se armaría la tercera guerra mundial.
—Dicen que esa va a ser por la falta de agua —digo de forma cómplice, recordando que leí eso en alguna parte.
—Exacto. —él sonríe y me señala el camino para la que lo siga.
El camerino es mucho más grande que los demás, pero con muy pocos muebles, solo algunas sillas de plástico, y al fondo, la nevera con el néctar de la vida.
Alex se queda en la puerta vigilando que nadie entre. No quiero causarle inconvenientes cuando ha sido tan amable conmigo.
Trato de moverme con rapidez.
Nerviosa por ser descubierta y ansiosa porque siento que me queda poco tiempo de vida, Introduzco las monedas en la máquina, Pero… la muy maldita no me entrega el agua y se queda con mi dinero.
“¿Qué carajos pasa hoy?”
Golpeo la nevera, la sacudió lo más fuerte que pudo, y como en vez de haber sido bendecida por los dioses parece que me hubieran orinado encima, me lastimo una mano.
“Mieeeerdaaaa”
Me duele tanto que no me importa ser descubierta, desahogo mi dolor con un fuerte grito mientras mis lágrimas escapan sin control.
—¿Estás bien? —Alex corre hacia mí olvidando cerrar la puerta.
—¡Claro que sí, no hay nada que me haga más feliz que una estúpida máquina me robe y me lesione al mismo tiempo! —grito en medio del llanto.
—Déjame ver —su mano toma la mía y trata de masajearla. El dolor es horrible, pero logro soportarlo al fijarme en lo sexi y varoniles que son sus manos, incluso puedo notar que se hace manicura—. No te preocupes, vas a sobrevivir.
—Me está doliendo mucho, y todo es culpa de esa estúpida nevera —Sé que sueno como una bebe caprichosa, pero no me importa, a algunos hombres eso les parece tierno.
—Creo que la máquina no es culpable de esto —responde aparentemente divertido por mis comentarios.
—¿Y tú qué? ¿Acaso eres el abogado de las neveras?
—No, pero creo en la justicia, y cada quien debe pagar solo por los errores que comente ¿no crees?
—Entonces dile a tu cliente que me entregue mi agua o me devuelva el dinero.
Alex vuelve a sonreír, pero esta vez no puedo ignorarlo. Mi mirada se pierde en sus labios de la misma forma que se perdió en sus ojos horas atrás. El tiempo se vuelve más lento, logró detallar cada lunar cerca de su boca, sus dientes son perfectos y mi cuerpo traicionero hace que de forma automática muerda mi labio inferior.
“El hombre frente a mí es magnético. Nunca me había sentido así por un completo extraño”.
Mi ensueño se rompe cuando de repente Alex se pone frente a la nevera y repite las palabras que le dije. Luego comienza a hacer gestos y decir “ok” “entiendo” como si de verdad estuvieran teniendo una conversación importante.
—Mi cliente dice que no hay problema, va a entregarte tu agua.
Me quedo observándolo con una pequeña sonrisa mientras él mete un par de monedas en la abertura de la máquina, presiona las teclas F36 y dos botellas de agua caen para luego ser retiradas por sus sexis manos.
—No tenías que gastar tu dinero —Digo mientras él me entrega una de las botellas.
—No es nada, yo también necesito una —Abre su botella y comenzar a beber y yo sin darme cuanta me quedo observándolo como una psicópata— ¿Quieres que te ayude?
—¿Qué? —pregunto volviendo a la realidad.
—Que si te duele la mano y no puedes abrir la botella, yo con mucho gusto lo hago.
—Si, claro, gracias. —Respondo avergonzada.
Me entrega la botella abierta, cierro los ojos y bebo el agua en un solo respiro sintiendo un placer indescriptible.
Cuando vuelvo a tomar aire noto que ahora es el turno de Alex para mirarme como un psicópata.
—Me debes un favor, así que debes pagarme —dice él con picardía.
—¿Qué? —para mi desgracia, sueno más asombrada que molesta.
—Tú misma lo dijiste. Hubieras muerto si no te dejo entrar aquí. Así que me debes un favor —sus labios hacen un gesto malicioso, y mientras mi cerebro reacciona a la defensiva maquinando una respuesta a sus insinuaciones, el resto de mi cuerpo se deshace por dentro y esa pequeña zona en mi entre pierna se dilata ante la idea de lo que este hombre me puede proponer.
Pero el sentido común gana, y su respuesta solo sirve para que mi molestia y dolor de mano regresen haciendo a un lado todas las fantasías que estaba comenzando a tener con esos labios y esas increíbles manos.
“¿Este que se cree? Por mas guapo que este no pienso hacer lo que un extraño me pida.”
“¿Estás segura? Por que hace unas horas estabas planeando sucumbir a los caprichos de la cerne sin importar las consecuencias.”
“¿Y si en realidad es un psicópata?"
Miro la puerta.
“Gracias al cielo la dejo abierta. Si se atreve a hacerme algo puedo salir corriendo o gritar por ayuda.”
—Prefiero deber dinero que favores, así que, si no te importa, voy al camerino por mi bolso y te pago las dos botellas de agua. —Es la respuesta más rápida que alcanzó formular. Pero no logro dar ni un solo paso en dirección a la entrada.
Alex me sujeta del brazo que no tengo lesionado con la fuerza suficiente para no permitir que me marche.
—Eso no es lo que quise decir —Pronuncia cada palabra en un tono tan suave, pero a la vez tan potente que cada célula de mi cuerpo muere y resucita al tiempo, produciendo así un toque de electricidad.
“Al carajo el miedo.”
Lo tengo tan cerca que puedo sentir su colonia y su aliento a menta. El cerebro me traiciona y cada gota de sarcasmo abandona mi sistema impidiéndome pronunciar alguna palabra.
Mi ritmo cardiaco va en aumento con cada centímetro que él le resta a nuestra distancia.
El miedo se transforma en necesidad.
“Quiero tenerlo más cerca”
Me siento embriagada, mis ojos solo logran verlo a él, todo alrededor desaparece.
Comienzo a sentir el latido de mi corazón en los oídos, a la vez que una voz conocida grita mi nombre y unos labios desconocidos besan mi boca.