Capítulo 33
1406palabras
2022-08-13 00:01
El punto de vista de Levi.
Ver el horror y el miedo en sus ojos se sintió como un disparo al corazón. ¡Me tenía miedo! ¡Por supuesto! Casi podría reírme de mi propia estupidez. ¡Un maldito estúpido!
¿Quién en su sano juicio no tendría miedo? ¿Quién no estaría aterrorizado por un lobo sediento de sangre?
—Lo siento.— tomé aire de nuevo, tratando de alejar esta mezcla de emociones, pero al ver su expresión, ella de todas las personas, con miedo de mi... así finalmente supe que... Ella nunca me volvería a mirar de la misma manera. Y ese hecho me rompió el corazón.
Cerré los ojos de nuevo y por última vez, me dejé descansar contra ella. Mi compañera…
No debería haberte besado. Nunca me arrepentiría de eso. Nunca me arrepentiría del primer y único beso que compartiría con mi compañera. Había sido como tocar el cielo con las manos y algo más; fue perfecto. De hecho, el mero recuerdo me hacía sonreír. Su sabor, sus gemidos y sus mejillas rojas y azoradas...
—¿Por qué?
¿Por qué? ¿Cómo podía siquiera preguntarme eso? Gemí, luchando por mantener mi cordura...
Cuando sentí sus manos en mi pecho hace unos momentos, fue como sentir la lógica golpearme en la cabeza a la velocidad de un tren. Se sintió como un puñetazo en el estomago, o un baldazo de agua helada y cualquier otra llamada de atención desagradable y cliché. No le permití tener la oportunidad de tratar de alejarme; además, no creo poder sobrevivir a su rechazo.
—Porque…— suspiré, tratando de convencerme de no hacer un agujero en la pared detrás de ella. No quería asustarla más, ni que sufriera por mi culpa. Pero mi lobo quería tomar el control; marcarla, reclamar a su pareja. — Soy tu alfa y tu empleador. Estuvo mal; te estaba engañando y…— Estaba tropezando con mis palabras, puesto que mi mayor concentración la estaba requiriendo convencer a mi lobo de que no le hiciera nada. El vínculo no sería el mismo sin el consentimiento y ella nunca nos lo perdonaría. Pero ¡A él no le importaba!
Gruñí ante su estupidez. Esa bestia era tan terca a veces, ¡Ojalá pudiera estrangular al maldito perro!
—¿Por qué me dices esto?
Arañé la pared, luchando por no lastimarla. Para no hacerle algo peor de lo que su lamentable excusa de hermano o ese idiota compañero de estudios le había hecho alguna vez. Y me aterrorizó saber ¡Que podía lastimarla! Me asustó muchísimo y no quería que ella viera este lado mío. Solo quería que ella conociera la versión mía con la que podía tener discusiones sin sentido, insultar y tener noches de cine. No quería que supiera el monstruo que era...
—Porque mereces saberlo. — suspiré, tomando una respiración profunda. Lo único que me mantuvo anclado fue la calidez de su toque, sentir el roce de mi nariz con la suya y mi frente descansando contra su piel. Aquel aroma a hierba y bayas; el que había llegado a amar...
—¿Por qué?— insistió, lo que solo alimentaba mi frustración. — ¿Por qué piensas eso? ¿Le dices a todas las chicas que besas que potencialmente puedes matarlas?
—Claro que no.— estaba molesto.
—¿Entonces?— esta vez había casi un tono de súplica en su voz impaciente. —¿Por qué?
—Porque…— lo intenté de nuevo, pero me detuve a acomodar las palabras en mi cabeza para poder mirarla. Sus ojos verdes brillaban con lágrimas no derramadas y me pregunté por qué lloraba. ¿Estaba tan asustada? o ¿Acaso era otra cosa? Instintivamente quise consolarla. Sin pensarlo, limpié una lágrima perdida de su mejilla sonrojada. Su piel estaba caliente al tacto y tan suave. Todo lo que quería hacer era besarla; besar sus lágrimas al caer...
—Quiero que sepas eso.— confesé, había olvidado todos mis otros argumentos.
—¿Por qué?— susurró, sus ojos apasionados nunca dejando los míos. — Si solo soy otra chica a la que has besado…
—¡NO!
La pared se agrietó con un sonoro "crack". Sin embargo, ¡Estaba demasiado furioso para que me importara un carajo! ¡Ella no era nada de eso! ¿Cómo podría siquiera pensar así?
—¡Tú no eres como ellas! ¡No eres nada de eso! Tú...
Me detuve antes de que mi lobo se hiciera cargo por completo; pelear con él por algo que en realidad no quería, resultó ser un verdadero desafío. Claro, podría dejar que él se haga cargo; echarle la culpa y tratar de rescatar el vínculo desde allí, pero no era lo correcto. Nunca estaría bien. ¡Y estaba odiando cada maldito segundo de eso!
—¿Soy... que?
Dejé escapar un sonido que era mezcla de burla y risita. ¿Cómo podía preguntarme eso tan a la ligera? Su voz completamente inquebrantable. Podría romperla, herirla, violarla, podría matarla sin siquiera hacer un esfuerzo. Sin embargo, su voz no tenía un solo rastro de temor.
De hecho, parecía casi esperanzadora.
Tragué pesadamente y la miré de nuevo. Sus ojos sostuvieron mi mirada sin pensarlo dos veces y una punzada se disparó a través de mi corazón. ¿Me atrevía a creer? ¿Podría aceptarme, sabiendo lo que era mi lobo?
Sólo hay una forma de averiguarlo…
—Eres especial.— confesé y respiré hondo, juntando el coraje dentro mío para enfrentar cualquier resultado. —Eres amable, divertida, inteligente, talentosa, torpe.— Sonreí, recordando su primera entrada a mi oficina. Probablemente debería haber sabido en ese entonces que ella no sería como ninguna otra chica con la que me hubiera cruzado. — Eres hermosa; ese tipo especial de belleza que viene de dentro y se manifiesta en tus ojos, en tu tacto y tu sonrisa... Y por cursi y anticuado que suene, literalmente iluminas la habitación en la que entras.— El fantasma de una sonrisa apareció en sus rasgos y una hermosa risa salió de sus labios. Sus mejillas se enrojecieron aún más y no pude evitar acariciarlas. Mi corazón dio un vuelco cuando sentí que ella se apoyaba en mi toque.
—Te has dado cuenta de muchas cosas sobre mí.— susurró tímidamente, mirándome de nuevo.
—No te imaginas cuantas.— sonreí estúpidamente, acomodando con cuidado un mechón suelto de su hermoso cabello negro detrás de su oreja. — He notado que duermes con las luces encendidas, porque aún le tienes miedo a la oscuridad; que sacas la lengua cuando te concentras; que solo bebas agua con lima o refrescos cítricos, prefieres el ketchup a la mayonesa y que te gusta la piña en tu pizza, aunque por mi vida, no entiendo eso. ¡La arruina por completo!
Ella bufó con desdén y, probablemente sin pensarlo, me dio una palmada en el pecho.
—No, no la arruina.— hizo un puchero, su expresión era adorable; aunque mostraba el ceño fruncido que siempre tenía cuando estaba enojada.
—¡Ves! ¿Ves a lo que me refiero?— Gemí molesto. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser tan... irresistible? — ¿Quién en su sano juicio golpearía a un alfa, que literalmente le dijo que podría destrozarla accidentalmente si pierde el control?— Me reí. No pude evitarlo y, aunque probablemente me hizo ver como una persona loca en este momento, ella tenía que entender que esta era solo una de las muchas, muchas razones por las que la amaba.
Agarré sus hombros, acercándola más a mí, presionando mi rostro en su cuello e inhalé su maravilloso aroma. — Me vuelves loco y furioso y...a veces quiero arrancarme el pelo, ¡Porque puedes ser tan irritante!— Suspiré alejándome de ella. Dios, esto fue más difícil de lo que pensé. — Además, no puedo esperar a ver qué dirás o harás a continuación, porque te qui...
Las palabras se atascaron en mi garganta y me maldije mentalmente. Mi corazón latía como si estuviera a punto de salirse de mi pecho. ¡Me sentí como un manojo de nervios! ¡Y todo por esas tres pequeñas palabras!
—¿Tu que?— preguntó de nuevo, y podría haber jurado que había una pizca de picardía en su voz. — ¿Tú qué, Levi?
Tragué pesadamente. ¡Maldición!
—¡Te quiero!
¡Ahí! Lo dije. ¡Dios mío! Me sentía tan pequeño en este momento ¡Expuesto y totalmente desnudo! Se me encogía el corazón y se me cerraba la garganta; no podía respirar. Mis manos estaban sudorosas y todo mi cuerpo temblaba de miedo. Sin embargo, cuando levanté la mirada, y me encontré con sus suaves ojos esmeralda.
¡Ella hizo que me sintiera simplemente perfecto!
—Me enamoré de ti, Dina.
Antes de que pudiera reaccionar, cruzó la breve distancia que nos separaba y estrelló sus labios contra los míos.