Capítulo 28
1289palabras
2022-07-21 15:37
PDV Luka.
Se fue, se me volvió a escapar la niña bonita, podía ser más ¿frustrante esta situación? Me pregunté.
– Por qué cara** me importa tanto es solo una mujer más Luka – me recriminé a mí mismo. Ciertamente era la primera a la que había engañado para llevarla a la cama.
Me vestí con ropa deportiva y tomé mi teléfono de la cama para llamar a Christine, para que caraj* me estaría llamando si habíamos acordado decirles a sus padres que queríamos algo de intimidad y nos íbamos a pasar la noche en mi departamento, para evitar que me volviera a llamar de madrugada.
– ¿Y ahora qué pasó? – solté apenas dijo alo.
– Uy, ¿y ese humor? ¿No me digas que aun con regalo y todo no te pudiste acostar con ella?
– No estoy de humor Christine, dime para que llamaste.
– Son las ocho y media de la mañana.
– ¿Y ahora te volviste mi reloj?
– Ya bájale Luka, si estas frustrado es tu put* problema, yo te ayudé como pude, pero resulta que a las nueve y media papá convocó a una reunión y por lo visto se te olvido.
Pasé mi mano por el cabello aun mojado, cerré mis ojos y suspiré profundo, la verdad lo había olvidado, o mejor dicho ya no me importó la hora una vez que había estado dentro de la española.
– Ya paso por ti, ¿es en la oficina cierto?
– Si, te espero con el desayuno hecho esposito – dijo riendo y colgó antes de que le dijera algo.
Una vez en mi apartamento me tomé un café y apenas probé una tostada con mermelada, cuando salió mi esposa con un vestido verde por las rodillas y una gabardina beige, sumado a una bufanda.
– No te ves tan mal, para no haber dormido. Lograste el cometido ¿o no?
– Si – respondí a secas.
– Entonces ¿por qué la cara larga querido?
– Porque llamaste y salió huyendo.
– ¿Huyendo? – pregunto sin entender – no ¬– exclamó al darse cuenta. ¬– ¿No le dijiste que estas casado?
– No solo eso, ella me lo pregunto antes de todo y le dije que no – respondí pasándome la mano por la cara, me parecía o más infantil del mundo.
– Luka Anthonie Quant, desde cuando le mientes a una chica para meterte entre sus bragas – puso una sus manos en su cadera y con la otra tomo mi cara para que la viera.
– O es muy santurrona o te gusta mucho.
– Ni la una ni la otra – le repliqué.
– ¿A quién quieres engañar? claro que te gusta, ¿a qué otra chica le has comprado un regalo? Aparte de la que llevaste para el baile de fin de año de secundaria.
– Olvídalo, ya se fue, vamos a nuestra reunión.
– Espera un momento, ponte esta bufanda, al parecer santurrona tampoco es, tienes un mordico en el cuello.
– Déjalo, total, no se supone que vinimos aquí para tener más intimidad, así tus padres creerán que te volví loca anoche.
Mi mejor amiga soltó la risa, pero a la vez se sonrojó un poco.
– Quisieras tu lograr ese nivel en mi – respondió levantándome la cara mientras nos montábamos en mi auto.
– La verdad estoy seguro de que lo haría nena, pero… – dejé la frase a terminar y subí la música en la radio.
– Hablando de otra cosa, sabes de que se trata esta reunión que convocó tu papá, justo un domingo.
– No lo sé, pero conociéndolo es algo importante que normalmente cambia dentro de la empresa, lo hace para que se haga efectivo mañana lunes – tras un silencio comentó – con tal que no vaya a salir que quiere que le demos un heredero.
Frené bruscamente el auto apenas escuchar eso.
– Luka – gritó Christine al caérsele el teléfono por el impacto.
– Dime que no estás hablando en serio Christine.
– Por su puesto que estoy bromeando, no creo que lleguen a tanto.
– ¿Sí? Tampoco creías que íbamos a terminar casados por su petición y venos aquí.
Subimos al décimo piso donde estaba las oficinas de Christine y su padre además de la sala de reuniones, antes de que se abriera la puerta del ascensor nos tomamos de la mano y pusimos nuestra mejor sonrisa. Entramos a la sala de reuniones.
Para mi sorpresa estaba Henry el abogado de mi padre el cual no había visto desde que me leyó su testamento, mis suegros y ¿Adela? Que hacia ella aquí me pregunté y cuando fui a buscar la mirada de Chris, esta estaba pálida, evidentemente tan sorprendida como yo, estábamos repartiendo saludos cuando la voz más alta de lo normal de Aida llenó la sala.
– Queridos, ya llegaron, se ven radiantes, sí que les hacía falta estar solos –– espero hayan practicado mucho para que me den nietos pronto.
Christine se ahogó con su propia saliva y debí actuar en su apoyo, era obvio que estaba impactada por el repentino regreso de Adela y ahora mi suegra con esos comentarios. Le di golpecitos en la espalda y la abracé.
– Vamos cariño siéntate – le dije trayéndola hacia a mi – solo practicamos mucho Aida, pero aun es muy pronto para nietos, queremos compartir mucho más solos. – comenté para bajar esas expectativas.
– Adela, cuanto tiempo, ¿Qué tal estas? – continué saludando.
– Muy bien Luka ¿y tú? – respondió con una sonrisa muy falsa y practicada.
– Mejor imposible – respondí impasible en estos meses pude darme cuenta de que ella era muy intimidante para con Christine. No dio tiempo de decir más cuando la voz del dueño de la corporación Albertch se hizo notar.
– Adela, Luka es parte de la familia ahora, es mi yerno y accionista de esta empresa, por lo que deberías presentarle más respeto y llamarle señor Quant.
Sentí el estremecimiento de mi mejor amiga a la cual no había soltado aun cuando ya estábamos sentados, parecía que no me había contado todo, no entendía porque estaba tan nerviosa.
– Si señor, disculpe – bajó la cabeza, pero sus ojos negros miraron con rabia a Christine. La que se recuperó y habló.
– ¿Adela que hace aquí, un domingo?
– Todos los empleados de esta corporación deben estar disponible los siete días de la semana, esta no sería la primera vez, además debido a que es tu mano derecha la llamé para que llevara las anotaciones de esta reunión.
No sé si alguien más lo notó, pero el tono despectivo con el que habló a mí no me pasó desapercibido
– Pero… – el señor Albertch no la dejo terminar y continuó.
– Bueno empecemos porque los honorarios por hora de Henry son bastante altos, así que mejor lo liberamos pronto.
Todos los mayores rieron y Henry quien era un abogado de nombre y trabajaba para la familia Albertch y para mi familia hacia más de treinta años tomo la palabra.
– Buenos días a todos, estamos aquí presentes a solicitud de don Armin Albertch quien ha dado la autorización de acuerdo a la voluntad de Ella de Quant y Carl Quant de abrir su segundo testamento, en el entendido de que se han cumplidos requisitos establecidos por la familia Qant y han dado pruebas de ello.
Sentí que me faltó el aire al escuchar el nombre de mis padres, ¿segundo testamento? ¿requisitos? ¿De qué estaba hablando? Al mirar a mis suegros estaban tomados de la mano con una sonrisa amplia. La mano de Christine presionó la mía como muchas veces lo he hecho yo con ella para darle apoyo.