Capítulo 9
1936palabras
2022-07-10 20:40
PDV Isabel.
Volví a mi Madrid y a mi rutina, solo que ahora soñaba con unos ojos azul eléctrico que me desvestían con su mirada profunda, esos días me despertaba tan excitada que solo podía tocarme yo misma para bajar la tensión en mi parte íntima.
Dos meses después de haber ido a visitar a mis amigos, una tarde me llama mi madre invitándome a su casa para una cena de bienvenida en honor a unos amigos italianos que habían llegado a la ciudad hoy, le confirmé y al salir de la oficina compré par de botellas de vino y me dirigí allá.
Al llegar me encontré con la pareja de amigos de mis padres, eran colegas y contemporáneos en edad, pasamos a la sala mientras comíamos unos tentempiés, me contaron que vinieron como estudiantes de intercambio a estudiar derecho acá en Madrid, pero al graduarse volvieron a su tierra, vivían en Torino, pero siempre quisieron jubilarse aquí por lo que decidieron mudarse.
Cuando estábamos relajados se escuchó el timbre de la casa, con mi cara de extrañada observé a mi mamá preguntándole en silencio si esperábamos a alguien más, pero antes de que pudiera decir nada, Antonella se levantó emocionada diciendo.
– Debe ser Leone – dijo casi aplaudiendo – mi hijito ha estado muy ocupado con su bufet y no se pudo venir con nosotros, tuvo que tomar el próximo vuelo.
Yo me sonreí cordial mientras me imaginaba un chico recién graduado que llamaban hijito.
– Leone es el hijo de Antonella y Piero. Es un muy buen abogado en Torino – dijo guiñándome el ojo mi madre.
Segundos después hizo acto de presencia en nuestra sala el susodicho y resultó ser un papasito, de piel tostada, no muy alto, pero si un poco más que yo, cabello negro con ojos marrones claro que se veían a través de unas gafas de pasta negra.
Venía vestido con un traje de diseñador color gris con camisa blanca y una corbata azul claro, tenía en sus manos flores para mi madre y una botella de licor para mí padre.
Mientras mis ojos no se movían de ver a ese guapo visitante, en mi mente estaba un juego de cartas entre mi subconsciente cheersleader (CL) y mi consciente intelectual. (CI) Esta última estaba como yo y se le cayeron las cartas de la mano.
“Un príncipe a la vista” anuncio bajándose sus lentes de pasta.
“Nada mal, cerebrito, por lo menos malos gustos no tienes” le respondió mi CL
– Este en Leone, nuestro hijo – dijo Piero con el pecho hinchado de orgullo.
Yo pestañeé varias veces y caí en cuenta que debía pararme por educación.
– Bienvenido a Madrid y a nuestra casa – mi madre fue la primera en extender su mano.
– Un placer señora María, con su permiso déjeme decirle que es tan bella como me la describió mi madre.
Mi madre se ruborizo en seguida y yo puse los ojos en blanco. Saludó a mi padre con respeto y entrego los presentes que había traído.
– Leone, ella es Isabel, nuestra hija, también es abogado como tú – mi padre me abrazó para acercarme más al galán visitante.
– Mucho gusto, Leone.
– Leone Bianchi, el placer es todo mío, bella dama – dijo tomado mi mano y besando el dorso.
De verdad que estos italianos se las traen, pensé. Cenamos en una relajada charla, nos tomamos unas copas más de vino hasta que me levanté para despedirme, mañana tendría un largo día de trabajo, Leone me acompañó hasta mi auto que estaba en la cochera de la casa de mis padres.
– Ha sido insuperable este recibimiento, creo que tengo una razón más para mudarme a Madrid – dijo coqueto.
– ¿Y por qué dejarías tu bufé?, sé lo que cuesta conseguirlo y hacerte un nombre – quise saber.
– Primero por mis padres ellos son la única familia que tengo, segundo estoy seguro que puedo hacerme un nombre donde quiera que vaya, tercero no tengo una relación que me ate a quedarme y por último me gustan los retos – dijo con seguridad.
– Vaya, muy buenas razones, si te puedo ser de ayuda, déjame saber – le dije sonreída.
– Para eso podrías empezar por darme tu número de teléfono – pidió con una sonrisa de lado.
Procedí a dictárselo y me despedí con dos besos en la mejilla. De camino a mi piso me quedé repasando los recientes hechos y pareciera ser que Leone cumple por lo menos con tres de mis pruebas, me dije sonreída.
"No cantes victoria, más bien deberías replantearte esas tontas pruebas” dijo una voz en mi mente que reconocí como mi CL que me canta cada vez que ganó un caso.
– Lo que me faltaba, que hablé sola – me recriminé en voz alta debido a que estaba sola, conduciendo mi Audi Q5.
– ¿Tú qué sabes? solo sales a bailar y celebrar mis triunfos, quédate así – dije regañándome a mí misma o a la consciencia que hablaba conmigo.
Proseguí con mi check de pareja ideal.
Abogado √.
Guapo √.
Inteligente √.
De honrada familia √.
Y como un plus, fue él, quien vino a tocar la puerta de mi casa, ¿podía ser más perfecto? Me pregunté con una sonrisa en mi cara.
Más tarde recibí un mensaje de su parte.
Leone.
Que pases buenas noches, hermosa.
Isabel.
Gracias, tú también.
Le respondí junto a un icono guiñando el ojo. Esa noche me fui a la cama con esperanza de haber conocido al indicado.
Al día siguiente fui a cenar con Leone, pasamos un rato agradable hablando sobre algunos casos que habíamos llevado, que lugares había visto para su nuevo bufé, y otros temas superficiales.
A diferencia de mí, mi acompañante se especializaba en divorcios, por un momento me quedé pensando que esa especialidad no la atendíamos en mi bufé.
" No vayas por ahí, es una mala idea" sacudí mi cabeza no me acostumbraba a la voz de mi ex porrista. A lo que argumenté "y por qué no puedo, se ve que es bueno en su área y a mi oficina le falta"
" Tú lo que estás es deslumbrada, es la primera cita" chistó de vuelta. "¿Qué vas a hacer si no funciona?” Me preguntó "¿y por qué no habría de funcionar? Solo me falta validarle dos pruebas más y listo"
La vi volteándome los ojos. Luego habló mi CI “Es lindo y cumple con nuestra lista, pero estoy de acuerdo en no apresurarnos” - " tú y tus tontas pruebas, que no significan que te enamore, además esto que llamas primera cita, no se diferencia a algunas de tus reuniones con cualquier colega" atacó mi CL.
Volví a pestañar era ilógico que debatiera con mi propia consciencia, “si serás insolente, mejor te retiras" cuando me percate tenía la mano de Leone moviéndose frente a mi cara.
– Hola tierra llamando a Isabel, ¿te encuentras bien? – quiso saber.
– Sí, ¿qué pasa?
– Te llamé par de veces y por tu cara parecía que discutas con alguien – dijo mirándome extrañado.
– Oh, disculpa – sonreí mientras me buscaba un argumento – de pronto pensé en un caso y a veces me lo recreo mentalmente, ¿no te pasa eso? – dije soltando el aire.
– A veces sí, pero no en una cita, ¿acaso te estoy aburriendo? – preguntó con media sonrisa.
– Para nada – dije pasando mi mano sobre la de él. – quizá se debió a que recordé los casos mientras te los contaba, disculpa.
– Nada que disculpar, ya pedí la cuenta, ¿te parece si caminamos un poco?
– Suena genial.
Y así dimos un par de vueltas hasta que lo deje en el hotel donde se hospedaba. Al llegar a mi espacio de paz, mi piso, llamé a Pilar por facetime.
– Holaaaa – responde con una amplia sonrisa – ¿cómo está mi madrina / mejor amiga?
– Muy bien, que alegría verte así de contenta – le devolví una gran sonrisa. – ¿Algún motivo especial para esa felicidad?
– Pues sí, ya tenemos fecha para la boda, será en tres meses. – dijo dando aplausos.
– Hey – grite emocionada, me encanta – Te aviso que llevaré pareja.
– ¿Quée? – gritó – ¡Habla ya!
– Tú primero, ¿qué han decidido dónde será, a qué hora?, habla – le apremié.
– Lo primero que debes saber es que en tres semanas vamos hacer mi despedida de soltera así que te tienes que venir.
– Segundo, nos casaremos en la finca la Gaviota, me convenció tu mamá, así que necesitaré más de tu ayuda, aunque María Carmen está feliz de ayudar.
– Que maravilla, ahora tendré asistente – nos reímos de mi broma con respecto a mi mamá.
– De verdad estoy contenta de que se casen aquí, esta es su tierra y me encanta ese lugar
– ¿Tarde o noche? – inquirí en mi papel de madrina.
– Me gustaría que fuera de tarde. Un poco antes del ocaso.
– Muy bien, tomo nota – respondí sonreída simulando tener una libreta y un lápiz en mi mano.
– Que bueno que ya empiezas con tu trabajo de dama de honor/ madrina.
Reímos juntas hasta que ella interrumpió.
– Eso te lo puedo pasar por correo, ahora cuéntame si el príncipe esperado llegó a tu vida.
– ¿Príncipe? – reí con ganas – solo es un chico hijo de unos amigos de mis padres.
– Hum, no sé porque se me hace aburrido – dijo poniendo cara de que olía algo mal. – Cuéntame más a ver, ¿lo conozco?
“Ves que no soy la única que lo pienso, guapo, pero aburridon” mi CL para variar apoyando a Pilar.
– No creo que lo conozcas, su nombre es Leone Bianchi, es italiano, sus padres estudiaron con mis padres, pero luego se regresaron a Italia, ahora volvieron porque decidieron pasar su vejez acá en Madrid – dije subiendo mis hombros.
– Hum, ok mejor panorama. ¿Cómo se conocieron? ¿Es sexi, como la mayoría d ellos italianos?
Solté la risa ante la ultima pregunta, no era ella sino preguntaba algo como eso.
– En casa de mis padres, madre ofreció una cena de bienvenida, prácticamente yo le abrí la puerta. Y si es sexi – respondí aplaudiendo.
– Ay no – dijo poniendo lo ojos en blanco, sabía a lo que me refería.
– A ver no me digas; ¿también es abogado?
Yo asentí sonreída.
– ¿Guapo, inteligente?
– Check, check. – respondí sin dejar de sonreír.
Girando los ojos, continuó.
– ¿Cuáles de tus maravillosas pruebas le falta por pasar a Leone?, debo decir que me gusta su nombre se escucha sexi – dijo con una media sonrisa.
– Y lo es, aunque no es muy alto. También tenemos buenas conversaciones, hoy salimos a cenar, es atento, de buena familia.
– Ok, ¿qué es lo que falta para la perfección, que lo tenga grande y haga el amor como loco?
Me tapé la cara ante su comentario. A la vez que me reí inevitablemente y ella conmigo.
– Algo así.
– Bien, estoy alegre amiga, si eres feliz yo también lo seré, solo una cosa en esa lista tuya ¿agregaste que lo tengo que conocer y aprobar? – dijo con una ceja levantada.
– Por supuesto que no, yo no te escogí a Luis.
– Porque lo conocimos antes de tu famosa lista – reclamó sacándome la lengua.
Entre anécdotas del día a día pasamos más de cuarenta minutos hablando antes de despedirnos.