Capítulo 57
1227palabras
2022-03-24 00:00
—¡Malas noticias! Señor Gates, Señor Lance. —El gerente jadeaba con fuerza cuando llegó a la sala privada donde estaba Richard.
Richard estaba jugando a piedra, papel o tijera con una hermosa mujer, con la que había perdido y estaba a punto de beber como castigo. Cuando escuchó el tono de pánico del gerente, se sintió molesto de inmediato.
—¿Por qué entras en pánico? Si tienes algo que decir, dímelo despacio.
Afuera era un caos. ¿Cómo podía el director mantener la calma todavía? Entonces, se apresuró a responder:
—Señor Gates, Señor Lance, por favor salgan a echar un vistazo. Alguien está peleándose fuera.
Al oír eso, Richard frunció el ceño con insatisfacción, se frustró aún más y dijo malhumorado:
—¿Quieres que te despidan? Es solo una pelea. Has sido gerente aquí durante muchos años. No es como si nunca hubieras visto una pelea antes. ¿Por qué viniste a verme por un asunto tan insignificante?
El gerente se estremeció ante el tono frío de Richard. No obstante, cuando pensó en lo que sucedía abajo, no se atrevió a demorarse más y añadió con voz temblorosa:
—Pero, Señor Gates. Parece que la señorita Taylor y un grupo de personas se están peleando fuera.
«¿Qué?». Al oír eso, Richard frunció el ceño y preguntó incrédulo:
—¿Se refiere a... Sheryl Taylor?
—Señor Gates, estoy seguro de que no me he equivocado. No hay duda de que es la señorita Taylor. —El gerente no se atrevió a mentir y asintió sin compromiso.
Después de escucharlo, Richard bajó la cabeza y pensó para sí mismo: «¿Por qué esta loca sigue aquí? ¿Y hasta se ha metido en una pelea?».
Frederick, que estaba sentado en la esquina, se levantó de repente. «Frederick», dijo Richard para sí mismo cuando levantó la vista, y solo se quedó con la visión de la espalda de Frederick saliendo; entonces pensó para sí mismo: «¡Este tipo es demasiado impaciente!». Solo pudo seguirlo con rapidez.
En ese momento, la situación en el piso de abajo era un completo desorden. Como si se hubiera vuelto loca, Natalie seguía tirando del cabello de Sheryl, quien sentía que le iban a arrancar el cuero cabelludo en cualquier momento.
—¡Vamos, Sheryl! ¿No eres muy poderosa? —dijo Natalie con arrogancia.
—¿De qué hay que enorgullecerse cuando has convocado a tantas personas para luchar contra mí? ¡Luchemos uno contra uno si en verdad tienes las agallas! —respondió Sheryl con desdén.
Cerca de la escena había un montón de hombres jóvenes de clase acomodada que animaban mientras miraban. Era como si las damas estuvieran realizando algún tipo de espectáculo. Sheryl se sintió muy avergonzada por dentro, pero no pudo reprimir la rabia que sentía en su corazón. Estaba harta de pensar en cómo Natalie la había calumniado. Al mismo tiempo, Frederick salió corriendo del club y fue testigo de la caótica escena. Aunque era un desorden total, pudo reconocer al instante a Sheryl entre la multitud, y al ver su aspecto desaliñado, se enfureció de inmediato y sus ojos se llenaron de furia.
—¡Deténganse!
En un instante, todos los que estaban presentes se sorprendieron. Frederick caminó entonces hacia la multitud con un aura fuerte pero incomprensible. Sus singulares rasgos faciales, junto con una expresión sin emociones, lo hacían parecer un líder capaz de gobernar el mundo. Era frío, poderoso e intocable, por lo que nadie se atrevió a decir una palabra.
—¿Por qué estás aquí? —Frederick se volvió para mirar primero a Sheryl.
Sheryl se sintió feliz cuando por fin lo vio. Abrió la boca para explicarle que había llegado hacía mucho tiempo y que lo había estado esperando. No obstante, a pesar de ser la culpable, Natalie dio el primer paso y proclamó:
—Hermano, ¡vino a encontrarse con su amante!
—Natalie, ¿qué mentiras estás diciendo? —Sheryl se defendió de inmediato.
—Hermano, ¡ella se pasó de la raya! Cuando salí de este lugar con mis amigos, los vi a William y a ella coqueteando e intimando junto a la entrada. Me enfadé mucho por ti y solo empecé a pelearme con ella porque no podía soportarlo más. —Describió lo que había sucedido de la manera más vívida posible; se hizo pasar por una persona lamentable y de manera sutil le echó toda la culpa a Sheryl.
Al oír eso, Frederick miró a William, que estaba en la escena. Su mirada era fría y William sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral, lo que lo hizo sentir un poco intimidado. De manera inconsciente dio un paso atrás y tartamudeó:
—Bueno... siempre le gusté, así que vino aquí a esperarme.
—¡Vaya, ya veo!
En cuanto dijo eso, la multitud presente miró a Sheryl con disgusto. Era evidente para todos que era una mujer sin vergüenza ni dignidad, que seducía a otros hombres a espaldas de su prometido. Sheryl se quedó boquiabierta, ¡la verdad no era ni de lejos lo que había dicho! «Ese maldito William, ¿qué tonterías está diciendo?».
—No es así. Frederick, escúchame, yo...
Sheryl intentó explicarse a toda prisa, pero cuando levantó la vista, se encontró con el rostro de Frederick, frío como una piedra. En ese instante, todas las palabras que quería decir se atascaron en su garganta y su corazón se llenó de angustia. De repente, Sheryl pensó para sí misma con tristeza: «¿Servirá de algo que se lo explique? Es probable que Frederick ya no me crea, ¿verdad?». Ella fue a buscarlo a última hora de la noche, pero él se negó a verla. Incluso la dejó sola fuera, mientras ella esperaba toda la eternidad. Entonces, si él no iba a creer en ella, ¿de qué servía dar más explicaciones? Al darse cuenta de eso, Sheryl se sintió herida y su brazo dislocado le dolió aún más. Estaba distraída cuando estaban peleando hace un momento, así que no se había dado cuenta, pero ahora, su rostro ya estaba pálido por completo debido al insoportable dolor y estaba sudando frío.
Al ver su aspecto desaliñado, así como su rostro pálido, Frederick no pudo evitar fruncir el ceño, pues estaba preocupado por ella.
—¿Estás bien?
Ella se limitó a negar con la cabeza y a sonreír con amargura sin motivo. Sheryl no dijo nada, sino que se dio la vuelta para marcharse. Su figura parecía solitaria y su brazo dislocado colgaba fuera de su alcance, lo que sobresaltó a los presentes. Entonces la multitud no pudo evitar preguntarse:
—¿Qué le pasa en el brazo? ¿Por qué parece que está roto?
—Lo sé bien, parece estar roto.
«Roto...». Al escuchar esa palabra, las cejas de Frederick se fruncieron en un instante. ¡Estaba herida! Justo cuando iba a perseguirla, alguien le agarró la ropa y le dijo:
—¡Hermano! —Cuando se dio la vuelta, vio a Natalie, que lo miraba con una expresión de lástima—. Hermano, me golpearon mucho hace un momento. ¿Podrías llevarme al hospital?
Entonces Frederick frunció el ceño con impaciencia. Al ver su expresión, Natalie se aferró más a él.
—Hermano, ¿no me enfrenté a ella solo porque quería ayudarte? Además, ahora tengo el rostro hinchado por su culpa y; sin embargo, no pareces preocuparte en absoluto por mí. ¿Sabes cuántos tratamientos harían falta para que mi rostro volviera a la normalidad? Solo llévame al hospital, por favor.
Cuando Frederick escuchó su coquetería, sintió un dolor en las sienes. Entonces se volvió para mirar a Richard, que estaba a su lado.
—Richard, llévala al hospital.