Capítulo 35
1119palabras
2021-12-13 14:15
El gordo era extremadamente bajo, con un cuerpo redondo, piel oscura y problemas de calvicie. Por su parte, la mujer a su lado estaba vestida de manera muy provocativa, con una minifalda y una camiseta sin mangas que ni siquiera le cubría el ombligo. Llevaba un collar deslumbrante y varios brazaletes dorados en las manos, los cuales brillaban intensamente bajo las luces. Todo en ella era deslumbrante y emanaba un fuerte olor a perfume.
Jacobo frunció el ceño, pero se mantuvo en silencio. Había demasiadas personas en el mundo que querían sentirse bien consigo mismas humillando a los demás y sabía que a menudo resultaba agotador interactuar con ellos.
"Envuélvelo, por favor", le dijo rotundamente a la vendedora.
"Está bien, espere un momento", la chica sonrió dulcemente y estaba a punto de envolver el perfume cuando la mujer coqueta exclamó: “Vaya, yo también quiero ese perfume, querido”.
"Está bien, dame una botella", exigió el gordo señalando el perfume.
"Lo siento, señor, pero este frasco es de edición limitada, así que solo tengo uno. ¿Puedo ofrecerle alguna otra cosa?”, preguntó la vendedora en un tono impotente.
"Quiero ese perfume ahora mismo”, ordenó el gordo con arrogancia.
"Lo siento, pero ellos llegaron primero y el perfume les pertenece ahora”, contestó la chica torpemente.
"¿Estos dos? ¿En serio pueden pagarlo?", la mujer miró a Jacobo con desdén. Cuando volteó a ver a Megan, se sintió asombrada por su belleza y un indicio de celos brilló en sus ojos.
"¿Acaso no me escuchaste? ¡He dicho que yo quiero ese perfume y ellos ni siquiera pueden pagarlo!”, gritó el gordo molesto.
"No es asunto tuyo si puedo pagarlo o no. Empácalo. Yo pagaré la cuenta", replicó Jacobo con el ceño fruncido.
"Cuesta casi 9,000 yuanes, ¿verdad? Pues yo pagaré 10,000”, dijo el gordo alzando la cabeza.
"Yo...", la vendedora comenzó a dudar.
"Te daré 20,000”, comentó Jacobo sin hacer ningún tipo de expresión.
"¡21,000 yuanes, pero dámelo ya!”, era obvio que el gordo había venido a lucirse frente a los demás.
"Treinta mil", dijo Jacobo a la ligera.
"Oh, Jacobo, olvídalo”, intervino rápidamente Megan, tirando de su brazo.
"No", respondió él.
Cuando el gordo vio a Megan a su lado, se quedó boquiabierto ante lo hermosa que era y, queriendo lucirse, gritó: “¡100,000 yuanes!”.
"150,000", Jacobo no pensaba ceder en absoluto.
"Por favor, dejen de discutir, señores. Llamaré al gerente", al darse cuenta de la tensión en el aire, la vendedora prefirió llamar a su jefe. Minutos más tarde, el hombre llegó a toda prisa y comentó: “Por favor, señores, podemos arreglar esto de forma civilizada. No se alteren”.
"¿Tú eres el gerente de este lugar?”, preguntó el gordo de inmediato.
"Así es”, confirmó el hombre.
"Estoy dispuesto a pagar 200.000 yuanes por este frasco de perfume. ¿Hay algún problema con eso?”, dijo el gordo.
"Yo…”, el gerente se quedó atónito.
"Pagaré 400,000 yuanes", interrumpió Jacobo, mirando al gordo con ferocidad.
"Pero...", su contrincante estaba aturdido. Para ser honesto, no era que no pudiera pagar 400,000 yuanes, sino que se sentía incómodo gastando tanto dinero en algo que no lo valía.
"Cariño, mira la mirada arrogante de ese tipo. ¡Enséñale una lección! Sé que puedes pagarlo”, su acompañante se quejó con una voz insoportable.
"500,000 yuanes", ofreció él con la mordida apretada.
Para entonces, algunos otros clientes se sintieron atraídos por su subasta improvisada y comenzaron a rodearlos para ver lo que estaba sucediendo.
Era muy común ver a ricos pujando solo por orgullo, y los más felices con esto eran los gerentes de las tiendas, pues siempre terminaban recibiendo una gran comisión.
"800,000", contraofertó Jacobo sin pensar.
Todos lo observaron, intentando adivinar a qué familia pertenecía como para poder darse el lujo de gastar 800,000 yuanes en un frasco de perfume que valía olo algunos miles.
"Tú ...", el gordo estaba desconcertado.
"¿Qué pasa? ¿No puedes pagarlo? Entonces, vete de aquí y deja de hacer el ridículo”, se burló Jacobo con frialdad.
"¡Un millón de yuanes!", gritó el gordo enojado. No podía creer que un joven con una apariencia tan sencilla pudiera permitirse pagar 800,000 yuanes.
"Bueno, entonces puedes quedarte con el perfume”, dijo Jacobo sarcásticamente.
"¡Tú... me engañaste!", se sorprendió el gordo. ¿Cómo pudo haber ofertado un millón de yuanes por una simple botella de perfume que valía menos de 10,000? ¿Acaso era estúpido? El único culpable en todo esto era Jacobo por haber jugado con sus emociones y hacer que la ira se apoderara de él.
"¿Cómo podría engañarte? Tú mismo dijiste que eras un gran jefe, ¿no es así? Seguramente un millón de yuanes no significan nada para ti”, comentó Jacobo con una sonrisa.
En ese momento, los espectadores se echaron a reír, pensando en lo estúpido que era el gordo.
"Amor, quiero ese perfume. Un millón de yuanes no es nada”, dijo la mujer a su lado, comportándose como toda una niña malcriada.
"Ella tiene razón, así que ve a pagarlo ahora. ¿O no te alcanza? ¿Te parece demasiado caro?”, preguntó Jacobo sarcásticamente.
"Por supuesto que pagaré. ¡Eso no es asunto tuyo!", gritó el gordo enojado.
"Señor, pase por aquí por favor. ¿Tarjeta o efectivo?", preguntó el gerente con amabilidad.
"¿Eres estúpido? ¿Quién carga con un millón de yuanes en efectivo?”, preguntó el gordo enojado, mientras le arrojaba una tarjeta al gerente. "La contraseña es 6 ochos".
El gerente sonrió y respondió: "Sí, sí, espere un momento...".
Entonces, corrió hacia la terminal de tarjetas para deslizarla y escribir la contraseña. Sin embargo, su sonrisa desapareció cuando sacó la tarjeta e informó con una mueca: "Dice que no tiene fondos suficientes”.
"¿Qué? ¡Eso es imposible!”, gritó enojado.
"Puede corroborarlo usted mismo”, el gerente señaló la terminal.
Furioso, el gordo corrió hacia la terminal y la golpeó, con el rostro rojo brillante. Solo había unos pocos cientos de miles de yuanes en su cuenta bancaria pues, a pesar de que era rico, todo su dinero estaba bajo el control de su esposa. Estos pocos cientos de miles de yuanes eran el dinero que le ocultaba y, después de perder la cabeza en la guerra de ofertas, olvidó que no le alcanzaría.
"¿Qué pasa, cariño?".
Al mirar a la multitud, el gordo se puso ansioso y su rostro se cubrió de sudor. Tan pronto como las personas vieron la situación, supieron lo que estaba pasando y comenzaron a mirarlo con desdén.
"Pensé que eras un jefe rico, pero resulta que solo eres un tipo gordo".
"¡Ya deja de fingir! Todos sabemos que solo estás presumiendo?", intervino Jacobo.
"Si no puedes pagarlo, ¿por qué seguiste ofertando? ¿Acaso querías lucirte frente a tu amante?”, preguntó con frialdad.
"Señor, si no puede pagar, no cause problemas. ¡Está afectando nuestro negocio!”, advirtió el gerente con desprecio.