Capítulo 24
1308palabras
2024-03-29 13:29
Tami se quedó pasmado mirando a Camron. Que Garrett utilizara la sociedad instrumental para sacar dinero del Grupo Golden Age sería la carta de triunfo más importante de su jefe.
«¿De verdad el señor Walsh amenazó a Garrett con este asunto?», pensó Tami.
Puesto que ahora Garrett estaba preparado, al señor Walsh le resultaría aún más difícil recuperar el Grupo Golden Age.

En esta ocasión, y con el fin de salvar a esa hija ilegítima, el señor Walsh lo dio todo...
Camron lanzó el último mensaje: "Dentro de una hora, quiero ver a Layla delante de mí con vida. Si no, haré que todo el equipo directivo de la empresa revise la información acerca de tu empresa fantasma. ¡Prepárate para empacar y largarte! ¿Lo has entendido?"
Colgó la llamada sin esperar la respuesta de Garrett.
Por su parte, Garrett permaneció fuera de la sala de operaciones con una expresión de disgusto en el rostro. Hasta rompió su teléfono.
Su hijo seguía en urgencias y corría peligro de muerte. Pero Camron le exigió que dejara marchar a la culpable que casi había matado a Luca.
Mientras más pensaba en ello, más se enfurecía. Estaba deseando hacer pedazos a Layla.

Por fin la puerta del quirófano se abrió.
Garrett se acercó con rapidez y preguntó: "Director, ¿cómo se encuentra mi hijo?"
"Se encuentra bien", lo tranquilizó el director. "Por suerte, el paciente acudió a tiempo. Está fuera de peligro. Al terminar la operación, que se quede un tiempo en el hospital", añadió.
Garrett soltó un suspiro de alivio y contestó agradecido: "Muchas gracias".

Aunque ya tenía más de 50 años, Luca era su único hijo. Si moría de verdad, entonces la familia Britt no tendría descendencia en el futuro.
Siempre que su hijo pudiera salvarse, Garrett se calmaría en el acto.
Sí que había subestimado al bueno para nada de Camron. ¡Hasta había logrado averiguar que había utilizado una empresa fantasma para conseguir dinero en efectivo!
En el futuro, tenía que ser cuidadoso con él.
No era momento para que Garrett se peleara con su sobrino. Por otra parte, Camron tenía algo contra él. Por muy enfadado que estuviera, tenía que dejar marchar a la hija ilegítima.
Después de trasladar a su hijo, que seguía inconsciente, a la Unidad de Cuidados Intensivos, llamó por teléfono a regañadientes y ordenó a sus hombres que devolvieran a Layla a la familia Walsh.
Al fin y al cabo, por poco Layla mata a su hijo de una puñalada. ¿Cómo podía dejar que se librara tan fácilmente?
«¿Esta chica no deseaba proteger su castidad?», pensó.
Para que no se sintiera sola en el futuro, Garrett hizo que algunos hombres jugaran con ella.
Garrett les avisó tajantemente: "A mitad de camino, dejen que la señora Walsh se divierta, pero sin matarla. Hay que dejar rastros en ella para que Camron descubra lo que son los hombres de verdad. ¿Lo han entendido?"
Ya que su sobrino se empeñaba en llevársela, le perdonaría la vida.
Al final entendió a Camron. No era tan inepto como pensaba. Por otra parte, Layla parecía ser su punto débil...
Entre más pensaba Garrett en ello, su sonrisa se tornaba más perversa.
Tanto el padre como el abuelo de Camron habían sido derrotados por él. En esta ocasión, su sobrino no sería una excepción.
Tarde o temprano, el Grupo Golden Age le pertenecería.
Pasados 40 minutos, el vehículo comercial negro Capital A. F5R51 se encontraba aparcado en un bosque apartado de las afueras.
El chófer preguntó desconcertado: "¿Por qué quiere que me detenga aquí? Señor, ¿no dijo hace rato que debíamos regresar a la mujer?"
El hombre calvo que ocupaba el asiento del conductor se dio la vuelta y observó a Layla, que estaba atada de pies y manos con firmeza. Lució una maléfica sonrisa en el rostro.
Hace tiempo que Layla se había despertado. Se había refugiado en un rincón, con cara de espanto.
El calvo bajó del auto y se quitó el abrigo. Y los demás hombres del vehículo comentaron con respeto: "El señor Britt ha dicho que mientras esté viva, es suficiente. Es una pena no aprovechar a una chica tan guapa".
"Es verdad. Oye, tú empieza. Después de que hayas terminado todo, nosotros seremos los siguientes y le haremos saber a esta chica lo poderosos que somos", declaró uno de los hombres.
Una vez que el calvo abrió la puerta del auto, se quitó con brusquedad el cinturón y agarró la mano de Layla.
Ante la mirada de él, a Layla se le puso la piel de gallina. Por muy t*nta que fuera, sabía lo que el hombre iba a hacer. Por lo que, intentó alejarse de inmediato.
Sin embargo, el espacio del vehículo era tan reducido que el hombre la agarró con facilidad.
"Pequeña, si me sirves bien, te dejaré marchar, ¿de acuerdo?", espetó el calvo mientras se acercaba y le arrancaba la ropa a Layla.
Ella tenía las manos y los pies atados, así que no podía escapar. Negaba con la cabeza y luchaba con lágrimas cayendo por su cara.
El hombre jaló su cabello, haciéndola recostarse bajo su cuerpo en posición semiarrodillada, y después le quitó la cinta adhesiva negra de la boca.
"¡Suéltame!", exclamó con horror. "Soy la señora de la familia Walsh. Si osas tocarme, ¡mi esposo jamás te perdonará! ¿Cuánto dinero deseas? Pon el precio que quieras. Te lo daremos", aseguró.
El hombre le contestó: "Pequeña, por favor, colabora conmigo. Voy a ser amable. Como mucho, te dejaré algunos chupetones, pero si no me haces caso..."
Luego, empezó a verla de arriba abajo con sus ojos mezquinos. Entonces dijo: "¡No me reproches haber ignorado tus sentimientos y haberte hecho daño!"
El hombre se acercó y le retiró bruscamente los pantalones. Layla empezó a gritar y a forcejear. Exclamó: "¡No, suéltame! ¡Camron, ayúdame! ¡Sálvame!"
No obstante, mientras más gritaba ella, más se excitaba el hombre.
"Grita todo lo que quieras. Por aquí no se ve ni un fantasma, ¡y nadie vendrá a rescatarte aunque chilles! ¿Por qué no guardas fuerzas y cooperas conmigo después?", sentenció.
"¡Quieto, no me toques o me mataré!", exclamó.
Cuando oyeron el grito desgarrador de Layla, los demás hermanos que esperaban fuera del auto se excitaron mucho. Discutían sobre quién sería el siguiente en subir.
Hacía tiempo que la ropa de Layla estaba desgarrada. Cuando vio que el calvo estaba a punto de echársele encima, un atisbo de ferocidad brilló en sus ojos. Cerró los ojos y se estampó contra la ventanilla del auto.
Al oír el ruido, las pocas personas que se encontraban fuera se asustaron mucho.
El más conmocionado fue el hombre calvo. Observó a Layla, que tenía la cabeza llena de sangre, y se asustó tanto que fue incapaz de pronunciar palabra.
De la cabeza de Layla manó un líquido caliente. Reprimió el mareo, apretó los dientes y declaró: "¡Si hoy muero aquí, todos ustedes serán unos asesinos! Si se atreven a molestar, ¡no tengo miedo de luchar a muerte con ustedes!"
Al pronunciar estas palabras, su mirada estaba llena de odio. No le temía a la muerte.
Tras decir eso, se estampó de nuevo contra la ventanilla del auto. El calvo quiso alzarla, pero llegó muy tarde. Lo único que pudo hacer fue verla caer al suelo con los ojos cerrados. Tenía mucha sangre en la cabeza.
Los hermanos que se encontraban en el exterior tuvieron que abrir la puerta. De pronto, vieron a Layla tendida en un charco de sangre. Todos se asustaron mucho.
"¿Está muerta?", preguntaron.
En ese momento, muchos se quedaron atónitos. Cuando se disponían a llamar a la ambulancia, la última persona que se encontraba al fondo recibió un puñetazo. Tras un grito, se desmayó enseguida.
El calvo se asustó tanto que salió corriendo del auto. Apenas bajó del vehículo y se puso bien erguido, tenía una pistola apuntando su cabeza.