Capítulo 55
1014palabras
2024-03-03 00:02
Raelynn se levantó con tanto estupor y brusquedad, que el móvil se le cayó del regazo haciendo un estrépito horrible. La secretaria caminó hacia ellos e hizo salir a todos los presentes mientras Rodrigo se inclinaba para recoger el teléfono de Raelynn.
Una mezcla de ira y asombro se apoderó de ella al entender que el joven le había tendido una trampa para reencontrarse con ella. Le arrebató el teléfono antes de que él se lo entregara y cogió su bolso de la otra silla airadamente con la intención de largarse de allí.
"¡Quieta parada, esposita!", le frenó él, agarrándola de la cintura con el brazo para levantarla en volandas ante una desconcertada Kaede.
"¡Rodrigo! Mira que no me va a dar ningún reparo darte un puño en la cara, ¿eh? ¡Bájame!", le gritó ella, rompiendo la calma que les había rodeado hasta ahora, pero él cargó con ella hasta su oficina para detenerse frente a la puerta e interpelar a Kaede: "Aplaza todas mis llamadas hasta la una y media. Ah, y esta es mi esposa Raelynn, por si no te lo había dicho.", Su ayudante se les quedó mirando aún con la boca abierta.
"¡Arg...! ¡Qué me bajes ya, que no quiero saber nada de ti!"
Tras cerrar la puerta y depositarla sobre la mesa de su escritorio, le enmarcó el rostro con las manos para besarla con urgencia, aplacando así sus furibundas quejas. Ella le devolvió el beso involuntariamente por un momento, pero pronto volvió en sí y le apartó de un aventón.
"¿Podemos actuar con profesionalidad y decoro en el trabajo al menos, por favor? Tenme un poquito de respeto.", le quitó ella las manos de sus muslos, arreglándose la minifalda.
"Mm... A esa falda que me llevas le faltan por lo menos un par de centímetros para poder ser vestida en horario laboral...", dijo él, antes de atacarle los muslos de nuevo con las manos y acercársela entera, besándole la cara sin piedad.
"¡Rodrigo, vale ya...! Por favor, ¿puedo enseñarte la presentación? Tengo que informar a mi jefe pronto..."
"Bueno... Venga, enséñamelo.", concedió él, y a continuación la levantó, la colocó con cuidado en una de las sillas y se sentó en su asiento, expectante.
Raelynn extrajo el voluminoso portátil de empresa de su maletín y lo conectó al proyector. Una vez hubo insertado el flash drive, abrió un archivo de PowerPoint, pero Rodrigo la detuvo.
"Espera, espera... Nadie tiene tiempo para todo esto.", le dijo tras quitarle el ratón y comprobar, desplazándose hacia abajo, que constaba de veinticinco diapositivas.
"A ver, olvídate de las diapositivas, ¿vale...? Dime qué es lo que te hace especial."
"¿Qué?"
"¿Por qué debería elegir su empresa de todas las otras doscientas opciones que tenemos?"
"Eh..., vale, a ver... En primer lugar, somos... ¡Oye, vuelve a tu asiento!", le imprecó ella, poniéndose en pie de su silla cuando él se levantó de la suya.
"Mantenga la compostura, señora Bivens, y concéntrese. Le he hecho una pregunta."
Ella lo fulminó con la mirada, antes de aclararse la garganta. El corazón le iba a mil por hora, atisbando de reojo su camisa blanca, extremadamente lisa al tacto, y esos seductores labios sonrientes.
Ansiaba volver a pasarle las manos por los hombros, sentir la suave tela de su prenda y la sedosidad de su perfecto cabello... Luchó por apartar la mirada, a pesar de ser consciente de que así le daba pie al joven a burlarse de ella de nuevo.
"Ejem...", carraspeó traviesamente él, como era de esperar. "Concéntrate, he dicho. Ya tendrás tiempo de embobarte al mirarme todo lo que quieras en casa."
"No quiero mirarte ni hablar contigo. Te odio."
Echando mano de su traje de Armani, le cogió la mano a la chica para levantarla una vez más de la silla.
"No has comido en condiciones, ¿verdad?"
"Sí, sí que he comido un poco antes de venir aquí. No pienso ir a ninguna parte contigo, si eso es lo que pretendes."
"Venga ya, Raelynn... Mira, te prometo que no te pondré el dedo encima, ni tocarte siquiera, ¿de acuerdo? Simplemente es que no he podido resistirme al verte entrar con esta faldita, y ese moño desordenado..."
"Era un moño ordenado hasta que tú lo desordenaste. Y no, tampoco he 'entrado' en tu oficina, sino que me has arrastrado aquí dentro a la fuerza, que lo tergiversas todo."
"Vale, vale... Lo siento, me disculpo otra vez. Me comportaré a partir de ahora, pero necesito que me escuches un momento, ¿vale?"
Raelynn se fijó en que estaba mostrando un ápice de nerviosismo, por primera vez desde que le conocía.
"Vale, pero ¿podemos irnos a un sitio de comida indochina, entonces? Quiero algo suculento, que llene bien y...", se detuvo al oír a sus propias tripas rugir.
Rodrigo soltó una carcajada ante su cara avergonzada.
"Tampoco es que sea la primera vez que lo oigo. Oye, pero ¿por qué indochino? Tus padres nos mirarán con malos ojos si te consiento de esa manera, una vez me haya reconciliado contigo..."
"¿Cómo?"
"Que es broma, mujer... Venga, que me muero de hambre."
"¡Mi*rda...!", exclamó ella, viéndose cómo de mal tenía el pelo en la cámara de su teléfono. "¿Dónde está el baño de esta oficina? Tanto espacio para luego no tener de nada."
"¿Qué crees que es esto, una habitación de hotel? Arréglate en el coche ya.", se miró él el reloj.
"Si salgo así, tu ayudante va a sacar conclusiones que no son...", replicó ella, desatándose el cabello para cepillárselo con los dedos mientras se miraba en su espejo compacto de bolsillo.
"¿Ah, sí? ¿Como, por ejemplo, que mi esposa c*chonda viene a verme bajo el pretexto de que la empotre contra el escritorio de mi despacho? Vaya..., me encantaría que se pensara eso."
"Estoy reconsiderando seriamente el pan este de ir a comer contigo, que lo sepas."
"Vale, perdona, ya te prometo que no lo hago más... No te enfades tanto, anda." Fue a cogerle de la mano, pero ella la apartó de un manotazo.
"Después de ti.", le dijo la muchacha, antes de seguirle hacia afuera.