Capítulo 26
1009palabras
2024-01-26 13:34
"Puedes irte si quieres, que no me voy a enfadar en absoluto. Que lo pases bien.", intentó Raelynn alejar a Damien para que saliera con sus amigos, a ver si ella podía quedarse un rato a solas.
No estaba muy de humor para beber, bailar o explorar nada, más que nada por el temor a encontrarse con Rodrigo y Amelia besándose en algún lado.
"Bueno, primero vamos a darnos un agua, y luego ya decidimos.", razonó Damien, al tiempo que pasaba la tarjeta por la puerta para entrar en la suite. Sus amigos estaban una planta por debajo de ellos, pero en el mismo lado del barco.
Diez minutos después de dejar sus cosas, examinar en su esplender a la lujosa suite y revisar los menús que había disponibles para la cena, Damien y Raelynn escucharon un golpe en la puerta. A los pocos segundos, los amigos del hombre aparecieron con un juego de póquer en una maleta, a lo que Raelynn profirió un disimulado gemido de hartazgo.
'Estos fracasados se van a pasar toda la noche jugando al póker...', pensó.
Tiempo ha, Damien planeó un viaje a las Smokey Mountains desde Atlanta, y Raelynn, que se moría de ganas por presenciar los colores del otoño y conducir por la montaña, se buscó una acogedora cabaña para quedarse ambos en Gatlinburg. Hizo las maletas para ella y para él con un montón de suéteres, botas y demás, ya que pensaba que los dos explorarían a pie la encantadora ciudad, así como el maravilloso relieve circundante.
Por desgracia, más tarde descubrió que los amigos de Damien ya habían reservado y pagado alojamiento en Cherokee, en el lado opuesto de donde ella tenía en mente hospedarse. Lo que no sabía era que estos amigos eran jugadores de apuestas bastante experimentados, los cuales frecuentaban los salones VIP del casino e incluso se les permitía la entrada y estadía gratuita en el mismo.
La chica tenía miedo de visitar Atlanta, adonde se pasó un año sin volver. A Damien tampoco es que le pirrase el tema naturaleza y horizonte limpio, así que no entendía por qué Raelynn se mostraba tan reacia a pasarse la noche entera metida en el casino.
"Anda, Raelynn... Siempre empiezas así, pero luego termina encantándote.", le dijo Yael, quien dispuso la mesa para que jugaran mientras su esposa encendía la tele y se acomodaba.
Damien, por su parte, hizo todo lo posible por ignorar los ceños fruncidos y miradas furiosas que Raelynn le dirigía.
"Madera de cedro tallada, y encima moderna... Me pregunto cuánto os costará la noche en esta suite. Tenéis jacuzzi privado encima ahí fuera, ¿lo habéis visto?", preguntó Abbie, pero Raelynn la ignoró.
De mala gana, se sentó a la masa para jugar. Sin embargo, y al contrario de otras veces que acabó picándose y tratando de sacar el mayor beneficio posible de sus jugadas, ahora no podía concentrarse.
Los ojos se le iban cada dos por tres al teléfono, pendientes de si Rodrigo contactaba con ella por algún motivo. Se tomó un par de descansos para ir al baño y revisar Instagram, a ver si Amelia había subido algo acerca de su nochecita en pareja.
En su tercera escapada al aseo, Raelynn vio que la otra había subido una historia en formato de vídeo en la que salía ella en una discoteca con los demás, portando bebidas en las manos. Luego del vídeo vinieron unas cuantas fotos más con Micaela, hasta que le llegó el turno a Rodrigo, quien aparecía en la foto más editada.
A la chica se le contrajo el pecho de dolor ante la sonrisa del hombre, agarrado a la cintura de su novia.
'Ella le hace feliz...', pensó con tristeza, antes de regresar al juego. Consciente de que tenía demasiadas esperanzas en él, quitó el móvil de la mesa y se lo guardó.
No obstante, a los cinco minutos le llegó a los oídos un pitido y un zumbido, con lo que se extrajo el móvil del bolso una vez más para comprobar si era Rodrigo..., pero no lo era.
Lyla le acababa de pasar una imagen de su avión aterrizando en Cabo, así como un par más de ella explorando la ciudad. Como Lyla estaba en California, organizó un viaje a México, junto con algunos amigos de Florida que asistieron a la boda. Raelynn anhelaba volver a estar con ellos como en los viejos tiempos, sin ningún Rodrigo en su vida.
"Voy a buscar hielo.", le dijo a Damien, y se fue antes de que él pudiera recordarle que en la habitación ya había nevera con dispensador de hielo.
Nada más abrir la puerta, contuvo un grito ahogado al toparse con Lorenzo y otros tres guardaespaldas, todos de pie frente a la habitación.
"¡Qué susto...! ¿Vais a estar aquí toda la noche?", se dirigió a Lorenzo.
"El jefe nos ha ordenado que la sigamos adonde quiera que vaya."
Ella respiró hondo, tratando de no pagarla con él. Lorenzo era un hombre amable, bastante más cercano que los otros que estaban a su lado. No obstante, también le costaba procesar un poco las cosas que ella le decía, preguntaba o sugería.
"Podéis iros a descansar, si queréis.", les dijo a él y a su grupillo. "Estoy perfectamente sin vosotros ni vuestro jefe, con todos los respetos.".
"Tenemos órdenes de quedarnos aquí."
"Pero, ¿se puede saber qué se cree tu jefe? ¡¿De verdad se piensa que puede desecharme como a un trapo sucia y olvidarse de mi existencia, mientras él... Oye, ¿qué haces?"
"Se supone que debo llamarle si no sé la respuesta a las preguntas que usted me dirija."
"¿El qué de tu existencia?", inquirió la voz de Rodrigo desde el altavoz del teléfono que le estaba pasando Lorenzo.
A diferencia del ruido y la música que había escuchado en las historias de Instagram, ahora no oía más que silencio, y solo detectó la impaciente voz del hombre. Aguzó el oído para ver si escuchaba alguna respiración agitada.
"¿Estás en la cama con alguien ahora mismo?", le salió decir a ella.