Capítulo 70
1347palabras
2024-01-09 03:16
—¿De qué estás hablando? —su rostro se tiñó de confusión.
Sussan soltó un chasquido.
—¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta del parecido entre tú y la niña? Son como dos gotas de agua —dijo con obviedad—. Al principio pensé que era mera casualidad, pero confío plenamente en mi intuición, querido. Resulta que esa mujer... Nora, visitó la clínica de fertilidad el mismo día que fuiste al procedimiento de criopreservación. Debido a un error de la enfermera, usaron tu esperma. El resultado fue que Nora quedó embarazada de una niña a las pocas semanas.
—¿Qué? —exclamó, lleno de incredulidad.
—¿No tenías idea de esto, verdad? —alzó una ceja, mientras él negaba aún confundido—. Yo también me enteré hace poco. Para ser sincera, he investigado a esa mujer y descubrí que Sheyla le ha proporcionado toda la información. Aquí tienes todo lo que necesitas saber si tienes alguna duda, créeme, no te estoy mintiendo.
Jeremiah se sintió abrumado por la revelación que Sussan le había hecho. La noticia de que Nora, la mujer de la que estaba enamorado, le había estado ocultando un secreto tan importante como tener una hija juntos, lo dejó atónito. En ese momento, su mente se llenó de recuerdos y señales que había pasado por alto.
Aunque no creía en el destino, no le pareció coincidencia estar involucrado en la vida de Nora de manera tan profunda.
Zoe.
Pensar en la niña y el papel tan significativo que tendría en su vida ahora que conocía la verdad, lo abrumó por completo. ¿Realmente tenía una hija? ¿Cómo podía haber ocurrido un error tan grave? ¿Debía confiar en Sussan, quien también le había ocultado algo tan serio durante años?
Durante mucho tiempo, Jeremiah había luchado contra la desconfianza hacia los demás. Había vivido con la creencia de que la lealtad y la confianza eran efímeras y que todos tenían sus propios intereses ocultos. Ahora, ese sentido de desconfianza crecía aún más al pensar que Nora, la mujer que había ocupado su corazón, le había ocultado una parte tan importante de sus vidas.
—No... no puedo creer lo que estás diciendo... —sus palabras vacilantes demostraban su negación a aceptar la realidad.
Sussan hizo un gesto con la mano y le entregó el sobre que contenía las grabaciones.
—Revísalo tú mismo, descubrirás que no te estoy mintiendo. De hecho, fue esa mujer quien te mintió al no contarte del error que ocurrió hace cinco años. Pero no me sorprende, es una oportunista que solo quiere aprovecharse de tu dinero...
—¡Basta! ¡Deja de hablar de ella como si la conocieras! —vociferó, enojado—. ¡No cuando has estado mintiendo durante treinta y cuatro años!
—¡Tuve mis motivos para hacerlo! —gritó Sussan, confesando la verdad—. ¿O acaso crees que elegí cuidarte porque quería? No, no es así. Pero nunca entenderías el motivo que me llevó a hacerlo.
—Eso no justifica tus acciones, amenazar a alguien para obtener lo que quieres es cruel —dijo con decepción en su mirada—. Ni siquiera puedo imaginar el peligro que esa mujer debió de haber sentido... o mejor dicho, mi madre.
—¡Esa mujer no es tu madre! —espetó, reflejando el odio que sentía en su rostro—. ¡Aunque no lo quieras admitir, tus recuerdos siempre estarán conmigo y no con ella!
Jeremiah apretó los puños con fuerza, blanqueando sus nudillos. Conteniéndose, se alejó del comedor sin poder permanecer un minuto más allí. Sentía que estaba a punto de enloquecer con tantas revelaciones en un solo día. No creía ser capaz de soportar el hecho de que Nora estuviera al tanto de todo y lo hubiera ocultado. Pero, por otro lado, necesitaba deshacerse de la incertidumbre que la confesión de Sussan le había provocado.
El peso de la revelación se aferró a él con una fuerza despiadada. Se sintió herido y traicionado. Los cimientos de su realidad se tambalearon mientras intentaba asimilar la idea de no solo haber crecido engañado por una mujer que no era su madre, sino también de haber sido privado de esa información durante tanto tiempo. La ira surgió dentro de él, confusa y desorientada, buscando una salida.
Jeremiah se sentía afectado por una mezcla de furia, confusión y dolor. No comprendía cómo Sussan había sido capaz de ocultarle algo tan importante durante tanto tiempo. Los sentimientos encontrados se agolpaban en su corazón, dejándolo vulnerable y temeroso de lo que vendría después.
En ese momento, Jeremiah se enfrentaba a un desafío que superaba todo lo que había experimentado antes. Las grietas en su confianza se habían convertido en profundas fisuras, amenazando con fragmentar su ser. Con el conocimiento recién adquirido, su visión del pasado se había visto alterada irremediablemente y el futuro parecía incierto y turbio.
Jeremiah sabía que necesitaba tiempo para lidiar con todas esas abrumadoras emociones. Además, era consciente de que debía enfrentarse a Nora y buscar respuestas a las preguntas que aún quedaban sin respuesta. Pero, por ahora, se encontraba en un estado vulnerable, atrapado entre la incredulidad y la devastación, luchando por encontrar una forma de seguir adelante en medio de esta confesión que lo había sacudido hasta lo más profundo de su ser.
De pronto, recibió una llamada por parte de Jong.
—¿Dónde estás? —lo escuchó preguntar desde la otra línea.
—¿Ahora qué sucede? —inquirió, un suspiro escapó de su labios—. Si no es urgente podemos...
—Es urgente Jeremiah. Se trata sobre tu madre, tu verdadera madre biológica —la sola mención hizo que él se imaginara lo peor—. Necesitas venir antes que sea demasiado tarde, no creo que quede mucho tiempo.
No era necesario preguntar a qué se refería, sabía de la grave situación de su madre.
—Voy enseguida —colgó la llamada mientras subía al auto.
Jeremiah agarró firmemente el volante mientras conducía hacia la clínica, su corazón palpitando desbocado en su pecho. El trayecto se le antojaba interminable, sus pensamientos llenos de una mezcla abrumadora de ansiedad y esperanza.
La mujer que le había dado la vida, su madre, yacía en aquel lecho de muerte, esperando el último deseo que había pedido fervientemente; conocer al hijo que le fue arrebatado. Desde que había descubierto la verdad, sus emociones habían estado en constante ebullición.
Las preguntas atormentaban su mente mientras conducía por las calles de la ciudad, los recuerdos de una infancia con una mujer que aparentó ser su madre, se agolpaban en su memoria. Todo lo que pensó que era real había sido una mentira cuidadosamente tejida a su alrededor. Su vida se sumergía en la oscuridad, y no había forma de encontrar una luz.
Cada kilómetro que se desvanecía bajo las ruedas del automóvil era una prueba de la magnitud de aquel momento. La vida le concedía una última oportunidad de conexión, de descubrir quién era y de abrazar a la mujer que le había dado la vida. La mezcla de emoción, miedo y esperanza se reflejaba en su rostro, sus ojos cargados de un brillo incandescente.
Finalmente, Jeremiah llegó a la clínica. Sus manos temblaban ligeramente mientras apagaba el motor y salía del automóvil. El aire frío de la noche acariciaba su rostro, pero su mente estaba llena de pensamientos acelerados, incapaces de frenar.
El corazón le latía con fuerza en el pecho mientras recorría los pasillos silenciosos de la clínica. Las miradas de los demás se desvanecían a su alrededor, su única certeza estaba más cerca de lo que jamás había imaginado. Mientras se acercaba, su corazón latía con fuerza y una mezcla de emociones amenazaba con abrumarlo.
Con una mezcla de miedo y determinación, Jeremiah giró el pomo y entró en la habitación. Sus ojos recorrieron el lugar mirando a Elliot junto a la cama. Allí, en la penumbra, descansaba su madre, frágil y débil, pero con una serenidad en su rostro que le transmitía paz. Llevaba una mascarilla de oxígeno que le impedía hablar con normalidad.
Jeremiah se acercó lentamente a la cama, su corazón palpitaba con una intensidad abrumadora. Aquel encuentro, tan esperado y ansiado, se tornaba agridulce al notar el evidente deterioro de Marlene. Lágrimas amenazaron con brotar de sus ojos, pero intentó mantenerse fuerte por el bien de ambos.