Capítulo 68
1665palabras
2024-01-09 03:14
Jeremiah bajó la mirada, sintiéndose responsable por la tragedia que había ocurrido. Sabía que no había excusa para lo que había sucedido y solo podía esperar que Nora encontrara en su corazón la capacidad de perdonarlo algún día.
—Entiendo que lo que te he revelado sea difícil de aceptar —dijo en voz baja—, pero quiero que sepas que eres lo más importante en mi vida y nunca quise hacerte daño. Si pudiera cambiar el pasado, lo haría sin dudarlo.
Nora asintió, sin poder contener las lágrimas que comenzaban a brotar de sus ojos. A pesar del dolor y la decepción que sentía, no podía negar que el amor que tenía por Jeremiah seguía presente en su corazón.
—Lo sé. Y nada cambiará entre nosotros, lo que siento por ti no va a desaparecer.
Pero necesito tiempo para procesar todo esto —susurró, sintiendo cómo su mundo se tambaleaba.
Jeremiah acarició la mejilla de Nora con ternura, sintiendo cómo su corazón se rompía por el dolor que había causado. Sabía que tenía que respetar su decisión y darle el espacio que necesitaba.
—Te entiendo y respetaré tu decisión, Nora. Estaré aquí cuando estés lista. Tómate todo el tiempo que necesites.
Un silencio incómodo llenó el espacio entre ellos mientras procesaban sus emociones. El sol seguía ocultándose en el horizonte, pintando el cielo de colores intensos y melancólicos.
Finalmente, Nora se separó de Jeremiah y se levantó lentamente, mirándolo fijamente a los ojos.
—Necesito un tiempo a solas para pensar —dijo con voz temblorosa—. Te agradezco por haberme contado la verdad, aunque haya sido doloroso. Pero debo reflexionar sobre lo que es mejor para mí y para mi hija.
Jeremiah asintió y se puso de pie, comprendiendo que no había más que decir en ese momento. Sabía que había lastimado profundamente a Nora y solo podía esperar que algún día pudieran reconstruir su relación.
—Está bien. Entiendo.
Con esas palabras, los tres regresaron a casa, sumidos en un silencio abrumador lleno de culpabilidad. Nora se vio sumergida en sus pensamientos, los recuerdos del pasado trajeron de vuelta el dolor de aquella noche. Había sido extremadamente difícil para ella estar sola después de haber estado acompañada por su hermana, quien había cuidado de ella desde que tenía uso de razón. Ambas habían crecido sin padres y el único apoyo que tenían era mutuamente. La vida de Nora había dependido de ella hasta que se hizo mayor de edad y pudo defenderse por sí misma. Sin embargo, se había mudado de vuelta con su hermana una vez que esta se había comprometido con Oliver.
Él era un hombre maravilloso y amaba a Irena profundamente, a pesar de las diferencias que tenían. Oliver se había convertido en un héroe para Nora después de que la salvó de ser abusada por uno de sus compañeros de preparatoria. La había protegido y cuidado como si fuera su hermana pequeña, y en ningún momento Nora se había sentido incómoda con su presencia.
Desde aquel día, Nora se había visto profundamente afectada y necesitó el apoyo y compañía de su única familia para poder superar aquel trauma. Aunque no hubiera ocurrido nada, se sentía absolutamente asqueada solo de imaginar qué hubiera pasado si Oliver no hubiera llegado a tiempo.
Una vez que quedó sola con su pequeña hija, Nora tuvo que aprender a ser valiente y enfrentar sus temores.
Minutos más tarde, el auto de Jeremiah se detuvo frente al edificio donde vivía Nora. Ninguno de los dos dijo nada y simplemente bajaron del coche. Nora se adelantó para cargar a la niña en brazos al ver que él tenía la intención de hacerlo.
—Oh no, no es necesario, gracias. Puedo cargarla yo. Usaré el ascensor —dijo acomodando a Zoe en sus brazos—. Aprecio lo de hoy, ella lo ha disfrutado mucho.
Miró a Zoe, quien estaba agotada después de jugar.
—No te preocupes, me alegra haber compartido con ustedes —las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa tensa—. Umm, bueno... me pondré en marcha. Buenas noches, Nora.
—Buenas noches —imitó en respuesta.
Jeremiah se alejó lentamente, sintiendo cómo un vacío se apoderaba de su pecho. No tenía idea de lo que el futuro les deparaba, pero estaba decidido a luchar por el perdón de Nora y demostrarle que podía ser el hombre que ella merecía. Subió al auto y lo puso en marcha.
Mientras tanto, Nora subió al ascensor sintiéndose afligida por todo lo que había sucedido. Era difícil pensar con claridad en ese momento en el que no sabía exactamente qué hacer. Se sentía perdida, una opresión le impedía respirar, lo que la hizo apretar los labios en una línea delgada para evitar llorar.
Al llegar a su piso, tuvo que arreglárselas para poder abrir la puerta con Zoe entre sus brazos. Entró a su hogar y la soledad la envolvió inmediatamente, lo que provocó que la melancolía se apoderara de su interior.
Después de acostar a Zoe en la cama y asegurarse de que estuviera cubierta con una manta gruesa, Nora se encerró en su habitación y se puso ropa cómoda para dormir.
No pasó mucho tiempo antes de que se viera nuevamente perdida en sus pensamientos, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Ya no podía contenerlas. Sollozó en silencio para no despertar a Zoe, permitiendo que el dolor disminuyera a medida que liberaba lo que había guardado durante mucho tiempo.
Sabía que la decisión que debía tomar sería difícil. No podía ocultar el amor que aún sentía por Jeremiah. Sin embargo, estaba el hecho de que su hermana y cuñado habían perdido la vida debido a aquella llamada. Aunque Geoffrey había tenido gran parte de la culpa, Nora cuestionaba por qué Jeremiah no le había sido sincero desde el principio.
Quizás hubiera sido más fácil de aceptar.
Tomó una profunda respiración y se prometió a sí misma que encontraría la respuesta que tanto buscaba. Esperaba tomar la mejor decisión que le permitiera estar en paz consigo misma. Sabía que había muchas incertidumbres y heridas por sanar, pero también sabía que el amor verdadero era capaz de superar cualquier obstáculo.
Jeremiah acababa de dejar a Nora y Zoe en casa, sintiendo la tensión de la repentina distancia entre ellos. Él entendía que no podía ser fácil para Nora procesar todo, y no quería presionarla. Tal vez un tiempo separados les ayudaría a ambos.
Mientras cruzaba la estancia, el sonido de sus pasos llamó la atención de Elliot, quién se encontraba en la sala de estar de la mansión, esperando la llegada de Jeremiah. Cuando lo vio, una expresión de sorpresa se reflejó en su rostro. Jeremiah pudo percibir que se trataba de algo serio por la mirada sombría en el rostro del chef.
Elliot parecía cansado, y su mirada apagada indicaba que estaba pasando por un momento difícil.
—Elliot ¿Qué te trae aquí? ¿Pasa algo? —preguntó preocupado.
—Yo... He venido a hablar contigo. ¿Tienes un momento? —preguntó Elliot, un poco indeciso.
—Por supuesto, no hay problema. Vamos a mi estudio, tendremos más privacidad allí —sugirió Jeremiah, dirigiéndose hacia las escaleras.
Elliot lo siguió, repasando cada palabra en su mente. Había practicado frente al espejo cómo confesaría la verdad a Jeremiah. Aunque se había sentido más seguro y decidido al venir, ahora estaba lleno de nervios. Pero no quedaba mucho tiempo, y los días de su madre parecían estar contados. Necesitaba hablar con su hermano antes de que fuera demasiado tarde.
No quería que Jeremiah lo recriminara después.
Entraron al estudio, cerrando la puerta para evitar ser interrumpidos por los sirvientes de la mansión.
—¿Quieres algo de beber? —ofreció Jeremiah, pero Elliot negó con la cabeza.
—Gracias, pero estoy bien.
Tenía la garganta seca, pero no podía comer ni beber nada en ese momento.
—Bueno, ¿qué te trae aquí? Debe ser muy importante si tuviste que dejar sola a tu madre por unos minutos para verme —dijo Jeremiah intrigado.
Elliot se tomó su tiempo para hablar. Buscaba las palabras adecuadas, sin querer arruinar la atmósfera cómoda entre ellos. Aunque había intentado encontrar el momento adecuado para revelar que compartían la misma sangre, había sido difícil. Hubiera preferido que Jong informara a Jeremiah sobre la situación, pero el abogado no creía que fuera correcto entrometerse en asuntos de familia.
Después de debatir mentalmente qué hacer, Elliot había tomado una decisión. Le diría a Jeremiah la verdad.
—Esto se trata de un asunto importante que necesitas saber. Pero también podría cambiar tu vida para siempre —empezó a hablar lentamente—. Primero, debes saber que no te informé antes porque necesitaba asegurarme de que fueras tú, la persona que estaba buscando.
Confusión se reflejó en el rostro de Jeremiah. No pudo evitar preguntarse a qué se refería Elliot.
—¿La persona que estaba buscando? No entiendo...
Elliot suspiró. Se esforzaba por no salir corriendo de nuevo. Tenía que cumplir el último deseo de su madre, sin importar las consecuencias de revelar este secreto.
—Hace treinta y ocho años, mi madre trabajaba en la casa de los Beaumont, cuidando los dormitorios. Al principio, todo era relativamente fácil para ella, a pesar de ser una de las más jóvenes del personal doméstico. Sin embargo, todo se desmoronó cuando el dueño de la casa, que estaba comprometido, se enamoró secretamente de mi madre y empezaron a cortejarse en secreto —relató el inicio de la historia—. Mi madre quedó embarazada de su hijo poco después. No sabía que el hombre que amaba estaba comprometido, y cuando descubrió que él estaba casado, dejó la mansión. Sin embargo, la esposa del hombre se enteró de la existencia de ese bebé por nacer. En ese momento, ella también estaba embarazada pero tuvo un aborto espontáneo a los siete meses. Como mi madre estaba a punto de dar a luz, esa mujer amenazó con quitarle la vida a mi madre si no le entregaba al bebé después de nacer. Nadie nunca descubrió lo que sucedió, y creyeron que ese bebé era el hijo biológico de Sussan y Jeremy Beaumont. Pero no lo era.