Capítulo 12
1450palabras
2023-12-27 11:21
"¿Qué vas a hacer?".
Wuotan sostuvo mi mirada con sus ojos marrones y me tocó la base de la barbilla con la punta del dedo. "Nada que no puedas detener. Solo tienes que decir... Mississippi".
"¿Mississippi?".
"¿Tienes algún problema con eso?".
"No", dije.
Me dijo: "Entonces, desátale la corbata a Thuner".
Levanté la mano, desanudé la corbata de Thuner y se la quité lentamente, con el corazón acelerado y sin freno.
"Gracias", dijo Wuotan mientras Thuner me ataba la muñeca izquierda.
Entonces Wuotan se quitó el cinturón.
"¿Qué vas a hacer con eso?".
"Ya lo verás".
"No me irás a golpear con él".
"¿Eso es un Mississippi?", preguntó Wuotan. Thuner también se quitó el cinturón.
Reflexioné. Ellos dijeron que las reglas se habían hecho en función del placer de ambas partes, y así había sido hasta el momento. De hecho, sentía que mi placer era pleno.
Wuotan me ató las muñecas, las apretó, aunque no demasiado. Probablemente podría quitarme la atadura, tal vez. Aun así, no me gustaba lo del cinturón. "No estoy segura de esto".
"¿Te opones a algo de lo que estamos haciendo ahora?", preguntó él.
"Bueno...".
"¿En este preciso momento?", preguntó.
"Supongo que no en este mismo momento".
"Entonces, ven acá". Me llevó hasta la mesa, halándome por la corbata. Me sentí como un caballo, un poco menos, aunque no por lo ardiente.
"Inclínate sobre la mesa", dijo Wuotan detrás de mí. "De codos".
Apenas podía respirar mientras me apoyaba en la mesa, aferrada al borde con las manos atadas y con la respiración entrecortada.
Si no me gusta, diré Mississippi, me dije. Esperé, con el c*lo al aire y los p*zones rozando el frío mármol con cada aspiración.
Thuner me agarró del pelo, me giró la cabeza hacia el lado en el que estaba y se arrodilló para que nos pusiéramos cara a cara. "La cabalgada siempre será mejor para ti si no desobedeces". Me pasó un dedo por la mejilla, se puso de pie y se me acercó. Tomó la corbata por ambos extremos, la misma con la que me había atado, y amarró algo debajo de la mesa, quizás las patas.
Wuotan me pasó las manos por el trasero, yo estaba como Dios me trajo al mundo. "Así es, mientras más disciplinada seas, más rápido podremos cabalgar".
"Supongo que sí", susurré.
Detrás de mí, Wuotan siguió acariciándome el trasero, ahora con las dos manos. "¿Te estás haciendo la graciosa? ¿Eso fue un comentario inteligente?".
Bajé la cabeza y puse la cara sobre la mesa. La frente me quedó sobre el mármol liso, y la adrenalina me corría por las venas. "Más o menos", admití. Esto era más intenso que todos los deportes extremos que yo había practicado, más que todos ellos juntos.
Thuner se arrodilló delante de mí. "Hey".
Lo miré. Estaba sacudiendo la cabeza amargamente. "Eso merece un doble castigo". Miró a Wuotan por encima de mi cabeza.
"¿Qué?".
"Necesitamos obediencia, Aset", dijo Wuotan. "¿Entiendes por qué tenemos que hacer esto cuando retrasas nuestro placer de esta manera? No se puede permitir que una persona arruine las cosas y luego se burle de nuestro proceso". Hizo una pausa. "Di: 'Entiendo y acepto mi castigo'".
Tenía el cosquilleo en el estómago en su punto y fuera de control. ¿De verdad tenía que decir eso?
"Dilo". Wuotan me pasó una uña por el trasero, provocándome un fuego estremecedor. Jadeé.
Fue en este punto donde entendí algo acerca de estar atada: en cada pequeño toque hay un universo de sensaciones, porque no puedes detenerlo. Mi cuerpo estaba en ascuas y mis sentidos en estado de alerta. ¿Qué haría él a continuación?
"Dilo".
"Entiendo y acepto mi castigo", runruneé. Y tengo la opción de Mississippi, pensé.
Hubo silencio, y Thuner se puso de pie.
Fue entonces cuando sentí el cuero frío en mi tobillo. Era Wuotan, enroscándome el tobillo con el cinturón. ¡Uf! Entonces, ese era el plan. Sentí que el cinto se tensaba mientras él me ataba la pierna a la pata de una mesa. Me sentí aliviada cuando usó el otro cinturón para atarme la otra pierna a la misma pata de la mesa, lo que me dejó con ambas piernas juntas y atadas.
Yo esperaba que comenzara la sesión nocturna de la cabalgada, pero eso no parecía estar en la agenda por el momento. Por lo menos, no me fustigarían con el cinturón, al estar los dos cintos cumpliendo otra función.
Aun así, se me aceleró la imaginación. ¿Realmente me azotarían? ¿Cómo sería eso? Me aferré al borde de la mesa con tanta fuerza que mis nudillos palidecieron.
"Cierra los ojos y vuelve a poner la frente sobre la mesa", dijo Thuner. Estaba parado justo delante de mí. "No queremos que te distraigas de tu castigo. Necesitas sentir esto para que no lo olvides".
Claro que no lo olvidaría, pero obedecí.
De pronto, sentí un dolor intenso, provocado por la nalgada que me dio Wuotan. Jadeé.
Dolió. Aunque no sabía hasta qué punto el dolor se debía simplemente al shock, a la sorpresa. Luego volvió a hacerlo, duro.
De acuerdo, me dolió... Me dolió.
Y luego otra vez, y sentí mi c*lo temblar.
Un placer ardiente y estremecedor se apoderó del punto sensible de mi entrepierna. No sabía qué pensar de eso. El dolor era un extraño placer para el cual yo no tenía una taxonomía en mi mente.
Volvió a hacerlo, con más fuerza.
"¡Oh!". Di un grito.
Wuotan preguntó si eso significaba Mississippi.
"No", susurré.
"¿Entonces, quieres más?".
Tragué en seco.
"Dilo", ordenó. "Sigue zurrándome, hasta que se consuma mi castigo".
Me resistí a hacer la broma que tan fácilmente podría haber hecho. "Hazlo de nuevo".
El silencio se prolongó. Esperé y esperé. ¿Por qué no pasaba nada?
"Oración completa", dijo Wuotan.
"Por favor", susurré, a punto de llorar por la tensión mental que me provocaba el que no me hicieran nada. Me sentí desamparada, atada allí. Necesitaba ser más... Algo. Cualquier cosa. "Por favor, azótame hasta que se consuma mi castigo. Hasta que estés completamente satisfecho. Totalmente".
Dicho eso, él dejó caer la mano sobre mi trasero. Respiré de manera entrecortada, con la frente sobre la superficie lisa de la mesa, y asiendo el borde.
Esperé ansiosa esa deliciosa sensación al final de cada azote, ese dulce centelleo que me invadía el c*ítoris.
Apoyé la pelvis en el borde de la mesa mientras él me azotaba, con mi c*ño apretado y en libertad. Esto podría provocarme un orgasmo.
Wuotan se detuvo y deslizó una mano áspera por mis tiernas nalgas. Hasta eso sentí... ¡Oh! Sentía todo.
¿Se acabó? Jadeé. Sentí una gota de sudor frío rodando por mi axila. Llegó a mi pecho y me hizo cosquillas.
"Eh", susurró Thuner. Yo había olvidado que él estaba frente a mí. Sentí su dedo seguir el camino que la gota de sudor había recorrido por mis s*nos, justo donde estos se apretujaban con la mesa. Llegó a mis p*zones, los apretó y tiró de ellos.
Entonces Wuotan volvió a darme una palmada en el trasero. Y siguió, con fuerza, luego con suavidad. Y me haló los p*zones, me pellizcó los s*nos y los acarició. ¡Que m*erda! Entramos en este ritmo y mi mente se desordenó. Solo con esto, fue como si estuviéramos los tres f*rnicando. Había perdido el sentido de todo.
Y entonces sentí las manos de Thuner en mi cabello. Se había detenido en mis s*nos, y me giró la cabeza. Abrí los ojos, sintiéndome drogada.
Él parecía tan fuera de control como yo me sentía, sonrojada y con las pupilas dilatadas. Su p*ja estaba bien dura. "Bien", dijo. "Tómala aquí o lo haré yo".
"Por favor", dije. "Tómame. O lo haré yo misma".
Thuner resopló y desató mis muñecas con una energía frenética. Luego dejó una muñeca libre de la otra, aunque las ataduras permanecieron en mis brazos, como si fueran brazaletes.
"¿No te parece que esta es la mejor parte?", dijo Wuotan, dejándome las piernas libres. Me di la vuelta, y él se levantó y me acercó a él para besarme. Solo tenía puesta su camisa blanca de empresario, abierta, y también tenía puesto un condón. Pensé que iba morir cuando su p*ja tanteó, moviéndose a lo largo de mis pliegues. Tiré de su cabello oscuro y enmarañado mientras nos besábamos.
"Estoy desesperada por sentirte dentro de mí", dije.
A cualquiera de los dos, en realidad, pero era la p*ja de Wuotan la que estaba a punto de penetrarme. El ritmo acelerado con el que mi corazón latía debía de ser malo para la salud.
Wuotan se apartó. "¿Primero ustedes no tienen que terminar algo?". Volvió la cabeza, y seguí su mirada. Ahí estaba Thuner, de vuelta en el sofá.