Capítulo 31
1387palabras
2023-10-27 14:29
Habían pasado meses desde la escena en el restaurante de Damen, y Graham comenzó a dejar de lado sus sentimientos hacia Elvira. Se puso a trabajar, lo que redundó en resultados positivos en todas las sucursales del Liu Group, tanto en Londres como en el extranjero.
Se habían disparado las ganancias operativas de la empresa de su abuelo, y continuaban creciendo a medida que pasaba el tiempo.
El señor Tao Liu, que siempre estuvo orgulloso de su nieto mayor, no pudo evitar preocuparse por la situación actual de este.
"Graham, nunca te he pedido que seas parte del Liu Group. Siempre y cuando tengamos ahorros para sobrevivir, estaré satisfecho", le dijo por teléfono.
"Abuelo, por favor, dime exactamente a qué te refieres". Él conocía bien a su abuelo. Cuando hablaba así, le estaba dando a entender algo.
"¿Qué te parece un encuentro romántico? Maturo me dijo que, cuando te visitó, siempre estabas rodeado de mujeres hermosas. ¿No puedes elegir una?". El tono en que hablaba delataba su sonrisa. Graham imaginó que a su abuelo debían de estarle brillando los ojos.
"¡Ese sinvergüenza! ¿Te dijo eso? Abuelo, no le creas. Esas mujeres a las que se refería eran las esposas de nuestros clientes". Se rio entre dientes y sacudió la cabeza.
Su primo se jactaba seriamente de que él era un galán. El señor Tao se rio cuando oyó su respuesta. "Está bien. No volveré a molestarte".
"Cuídate siempre, abuelo. Dale mi beso a la abuela". Después de la llamada, dejó todo su trabajo sobre el escritorio y salió de la oficina.
Iba para su ascensor privado cuando Naín lo llamó. "¡Presidente! ¿Qué vamos a hacer mañana en relación con nuestra cita con el presidente Bermúdez?".
"Haz lo que acordamos y mantenme informado", respondió Graham con severidad.
Naín obedeció. "Sí, señor".
Cuando el ascensor se cerró, Naín respiró hondo. Durante los últimos meses, su jefe había estado trabajando en silencio para Elvira. Aunque dejaron de verse, él siguió siendo su salvador en escuso. Hubo momentos en que Bagrat intentó lastimarla, pero sus hombres siempre aparecían, incluso antes de que él pudiera desplazarse.
Por lo tanto, Bagrat no tenía idea de la procedencia de los guardaespaldas privados de Elvira. Si se enteraba de que eran las águilas de Graham, no había duda de que mandaría perseguirlo.
En el auto, Graham miró la hora en su reloj mientras conducía. Eran apenas las seis de la tarde. Era bastante temprano, pero el tráfico lo estaba retrasando.
Estaba a punto de girar a la derecha cuando vio un coche aparcado en el carril de emergencia. Inmediatamente reconoció a la persona que iba conduciendo.
Por su parte, Elvira tenía prisa por llegar a su cita, pero su auto se apagó repentinamente en medio de la carretera. Le tomó algún tiempo estacionarlo en el arcén para examinar el problema.
Cuando descubrió que se debía a un fallo repentino en el encendido, se sintió desesperada. Tuvo que llamar a su cliente y cancelar la reunión. Además, llamó algunos mecánicos para que la ayudaran a solucionar el percance.
Llevaba mucho tiempo llamando y estaba angustiada, pero el mecánico también estaba atrapado en el tráfico.
Cuando casi se da por vencida, otro automóvil se estacionó frente a ella. El conductor se levantó de su asiento y ella se quedó boquiabierta.
Era Graham, que se le acercaba como si anduviera a cámara lenta Su hermoso y fuerte encanto le alborotó los sentidos, y sacudió un poco la cabeza. Todo alrededor de él se volvió borroso, y se convirtió en el punto focal del encuadre de ella.
No había salido de su auto, preguntándose cuándo Graham golpearía la ventanilla. La bajó y le sonrió al hombre que la miraba seriamente.
"Señor Zhang, ¡cuánto tiempo sin vernos!", dijo, tartamudeando. Había pasado mucho tiempo, pero él seguía teniendo un fuerte efecto en ella, que salió con las piernas tambaleantes.
"¿Qué le pasa a tu coche?", dijo en un tono informal.
A Elvira no le importaba la manera en que le hablara. Lo que le importaba era cuánto extrañaba ese sonido distante y esquivo que provenía de él.
"El encendido falla. Por desgracia, no sé arregarlo", dijo con timidez mientras miraba su hermoso rostro. Ahora estaba más atractivo, pensó.
"¿Llamaste a un mecánico?". Continuó preguntando mientras examinaba el auto.
"Sí. Dijeron que estaban en camino, pero están atrapados en el tráfico". Su voz suave y desesperada hizo que él se diera la vuelta y observara sus expresiones faciales.
Antes, cuando ella estaba así, hacía pucheros y golpeaba el suelo con los pies. Pero ahora estaba diferente. ¿Su novio la convirtió en una persona madura? Solo de pensar en ello sintió como si lo pincharan con una aguja en el pecho.
Elvira bajó la vista mientras le pasaba la mano al techo de su auto. Entonces oyó a Graham llamar a alguien.
"Necesito que arregles el auto de una persona, ahora mismo". La orden pareció el estruendo de un trueno en el cielo. Hasta ella, que estaba escuchando, se sobresaltó.
"¿A quién llamaste?". Tenía curiosidad por saber quién podría obedecer una orden tan férrea.
Pero Graham no respondió. Él solo la miraba. Ambos miraban en silencio, pero Elvira echaba un vistazo a su alrededor de vez en cuando. "Por favor, deja de mirarme", se suplicó a sí misma.
"¿Cómo estás?", preguntó Graham repentinamente en un tono gentil. Su voz connotaba algo que ella no lograba entender.
Se quedó anonadada, así que respondió de inmediato: "Estoy bien... Quiero decir, he estado ocupada". Bajó la cabeza cuando percibió la emoción en su voz. Se puso roja en el acto.
Graham mostró una leve sonrisa. Estaba a punto de decir algo cuando llegó Naín.
"Portavoz Zhang". Naín saludó a su jefe y se sorprendió más aún cuando vio que estaba con Elvira.
"Señorita Hidalgo, ¡cuánto tiempo!". La saludó con una sonrisa.
"Hola, señor Beltrán. ¿Cómo ha estado?", preguntó Elvira alegremente.
"He estado...". Estaba a punto de responder, pero, cuando sintió que alguien lo estaba mirando con frialdad, miró a su alrededor y vio a Graham con el rostro fruncido. Entonces se retractó y bajó la vista.
Graham pensó que su presencia ya no era necesaria, así que se dio la vuelta y regresó a su auto. Elvira fue tras él enseguida.
"Thiago, ¿puedo invitarte a cenar? Es decir, tú me ayudaste...". Elvira le estaba hablando sin darse cuenta de que había tomado su mano.
"Yo no la ayudé, señorita Hidalgo. Debería invitarlo a él, no a mí", respondió Graham con indiferencia, mirando a Naín, que no salía de su asombro.
"Thiago, por favor. Por los viejos tiempos", le suplicó Elvira.
Naín simplemente escuchaba en silencio. Se preguntaba por qué su jefe se torturaba cuando, de hecho, Elvira seguía enamorada de él perdidamente.
"Todavía tengo muchas cosas que hacer, señorita Hidalgo. Quizás la próxima vez", insistió Graham. Abrió la puerta de su coche y puso en marcha el motor.
"Thiago, quiero pedirte permiso", dijo ella con firmeza mientras le impedía subir la ventanilla.
Graham ignoró su súplica. Sus ojos de lince miraban hacia delante.
"¿Quieres que me case con otro hombre?", espetó de repente. Hasta Naín se sorprendió.
De súbito, Graham se detuvo y apretó con fuerza el volante.
"Thiago, te estoy dando una última oportunidad", dijo Elvira, cuyos ojos se estaban humedeciendo.
Él no aguantó más. Abrió la puerta de su auto y se paró frente a ella. Le dio la vuelta, la empujó contra el auto y la besó intensamente en los labios. Le sostuvo la cabeza con su mano izquierda y con la derecha la rodeó por la cintura.
Elvira, al principio, quedó atónita, pero a medida que el beso se hizo más largo, fue cerrando los ojos, con las manos sobre el pecho de Graham.
Todavía había tráfico, pero no les importaba que la gente mirara. Siguieron besándose hasta que jadearon.
Él la miró con intensidad y susurró con voz ronca: "Espero haber respondido tu pregunta".
Miró a Naín y le dio una orden imperiosa. "Asegúrate de que regrese a casa sana y salva".
"Sí, no se preocupe", respondió Naín, sonreído. Luego, Graham regresó a su auto y salió a toda velocidad.
Elvira, aún desconcertada, no se movió de su lugar.
"Señorita Hidalgo, las llaves de su auto". Naín la hizo espabilar. Ella le dio las llaves, con los ojos brillándole de alegría.