Capítulo 9
1345palabras
2023-10-23 14:57
"¿Por qué? ¿Quién es tu tía?", preguntó Jacinta con altivez.
"La dueña de este atelier es la señorita Tabita Hidalgo. Esta es su tarjeta de presentación. Soy su sobrina y esos vestidos que ustedes compraron son mis confecciones", dijo Elvira con orgullo, y Jacinta se quedó embobada.
A Graham le importaba un comino aquello. Tomó un bolígrafo en el escritorio de Información y, sonreído, escribió la fecha de su cumpleaños y la de Jacinta.
Elvira sabía exactamente lo que él tenía en mente, así que le pidió a Jacinta que le confirmara. "Señorita Ávila, ¿estas son las fechas de sus cumpleaños?".
Cuando Jacinta miró lo que Graham había escrito, se rio entre dientes. "¡No! Su fecha de nacimiento es incorrecta. Te la escribo". Miró a Graham, que en ese momento estaba mirando a Elvira.
La expresión severa de Graham turbó a Jael. Pero Elvira sonreía y hasta asomó la lengua por la comisura de los labios, dando a entender que él no podía con ella.
En ese momento, él se dio cuenta de lo que ella pretendía con querer tener su información personal. Golpeó el escritorio, lo que sobresaltó a las tres damas. "¿Cuál es el problema?", preguntó Jacinta con preocupación.
"¡Nada! Es que hay un insecto fastidioso aquí", dijo él con rabia.
Era un hombre brillante, pero ¿por qué se idiotizaba cada vez que estaba con Elvira?
Cuando salieron del atelier de Tabita, ya era hora de la cena, y él llevó a Jacinta a un restaurante de mariscos cerca del lago. El ambiente del lugar era extremadamente impresionante. Los postes de luz que circundaban el restaurante absorbían el brillante color del agua. Debido a su reflejo, por la noche, daba la impresión de que el restaurante estaba encima de un crucero. Empero, durante la mañana, parecía que flotaba en el lago. En el interior, una orquesta ejecutaba una música solemne y armoniosa. Todos los alimentos eran frescos y había diferentes recetas de mariscos.
Graham reservó una mesa cerca de la ventana, que estaba abierta. El paisaje exterior era fastuoso. Jacinta había estado aquí con su familia muchas veces, pero esta era la primera vez que venía con Graham. Se sentía muy romántica y animada. No dejaba de mirarlo.
"¿Soy tan guapo?", preguntó él en broma mientras cortaba un trozo de centollo, hecho al horno, en el plato de Jacinta.
Lo cortó en pequeños pedazos y le dio uno. Al darle de comer, Jacinta se sintió más perdida por él.
“Prueba este. Es mi favorito", dijo al tiempo que se metía un trozo de centollo en la boca.
Jacinta aceptó alegremente. Los ojos le brillaban de alegría. Masticó con refinamiento cada trozo y dijo con satisfacción y placer: “¡Está delicioso! Quiero más".
De repente, cuando Graham iba a meterle más comida en la boca, su teléfono sonó. Era Naín, su asistente. "Habla", le dijo en voz alta.
"Presidente, hay un pequeño problema frente a su casa", informó Naín con ansiedad. "El auto de la señorita Hidalgo está en el estacionamiento".
Graham simplemente sonrió. “Deja que el bicho espere. Puedes irte a descansar".
"Sí, señor", respondió Naín. Se puso contento. Por primera vez, desde que era su asistente, se iría a la cama temprano.
Cuando colgó, Jacinta lo estaba mirando con el entrecejo arrugado y confundida. "¿Deja que el bicho espere?".
"No es nada. Es un insecto fastidioso que está rondando”, dijo con indiferencia, sin dejar de comer.
Esta vez se olvidó de Jacinta, que esperaba que él le siguiera dando la comida.
Graham llegó a su apartamento alrededor de las diez de la noche. Estaba cansado y estresado por haberse pasado todo el día de compras con Jacinta.
Su apartamento tenía tres habitaciones, un salón amplio y el comedor. Y, además del dormitorio principal, había también una terraza en el salón. Todos los dormitorios tenían su baño. Su departamento se mantenía en muy buen estado. La señora de la limpieza iba seis veces por semana. Graham era un fanático del orden y destacaba por eso. En su familia, era el más cauteloso en materia de higiene.
Su apartamento fue diseñado según la tradición de su propia cultura. Había un gran clóset para los zapatos al lado de la amplia puerta principal. Todos sus zapatos de cuero, desde los italianos hasta algunas ediciones limitadas, estaban colocados en hileras y columnas. También tenía dos pares de zapatillas de casa y un par de chanclas. Su piso era sencillo, pero exquisito. Todo allí era un toque de calidad y elegancia. No había querido quedarse a vivir en una villa grande, como hacían los otros presidentes o directores ejecutivos de empresa, porque las villas eran demasiado vistosas y decoradas.
Cuando ingresó su código PIN en la puerta de cristal del primer piso, no tenía idea de que alguien estaba grabando, desde el estacionamiento, un video de él; esa persona grabó su código.
Después de ducharse y, preparado ya para dormir, oyó un ruido en la sala de estar. Se puso en atención enseguida, en estado de alerta, por si alguien lo sorprendía atacándolo. Cuando estaba a punto de agarrar a la persona cuya sombra se reflejaba en la cortina, el intruso habló.
“Señor Zhang, sé que ya llegó. Llevo dos horas esperándolo en la parte exterior de su edificio. Tengo mucho frío". La voz temblorosa de Elvira resonó en sus oídos.
Encendió la luz y vio el bicho que mortificaba su vida. Se quedó estupefacto al ver una maleta grande al lado de ella.
"¿Qué estás haciendo aquí?". Su voz enojada repercutió en todo el piso. Sus ojos marrones mostraron una mirada penetrante y la ira nubló su rostro.
“Señor Zhang, me urge quedarme en su apartamento por un tiempo. Por favor, permítame hacerlo. Justo a la hora de cenar, llevaron esta caja a la puerta de mi piso". Estiró la mano y le mostró una pequeña caja.
Graham torció el gesto aún más. Le quitó la caja y, al abrirla, apareció ante sus ojos un papel con una mancha roja. El papel tenía esta nota: "¡CUIDADO!".
Graham olió la mancha y percibió que no era sangre. Era pintura. "Esto es solo una mancha de pintura", dijo.
“¡Ay! Pensé que era sangre". Elvira suspiró aliviada. “Entonces, lamento haberlo molestado. Parece que no tengo que preocuparme por eso. Quizás se trate de alguien que quiere hacerme una broma. Ahora tengo que volver a mi apartamento. Buenas noches, señor Zhang". Se veía muy persuasiva. Estaba a punto de darse la vuelta cuando Graham la detuvo.
"¡Espera!", dijo con voz muy autoritaria. Elvira se estremeció.
"¿Qué pasa, señor Zhang?", preguntó con ingenuidad. Sus ojos parecían los de una gatita indefensa.
“Son más de las diez. Puedes dormir aquí. Prepararé la habitación de invitados", dijo, después de darse la vuelta.
Elvira no se movió de lugar. “No es necesario, señor Zhang. Creo que estoy a salvo”. Seguía fingiendo.
Graham ya estaba molesto. Caminó hacia ella y tomó su equipaje. “Si quieres, puedes irte, pero tu equipaje se queda aquí”. Levantó las cejas.
Cuando él agarró su equipaje, ella no tuvo más remedio que seguirlo a la habitación de invitados.
"Gracias. Buenas noches", dijo, sonriendo dulcemente y sintiéndose agradecida.
Graham se limitó a mirarla, y salió. Cerró la puerta de un golpe cuando entró a su habitación.
Por su parte, Elvira sonreía. “Eres un genio, Elvira. Eres un genio". Susurraba los cumplidos que ella misma se hacía.
Estiró las manos y se dejó caer sobre la cama, mirando al techo.
En su habitación, Graham todavía estaba decodificando la nota que ella había recibido en su apartamento. Su frente mostraba muchas arrugas finas. Quiso llamar a Naín, pero recordó que le había dicho que se fuera a descansar temprano. Se giró hacia un lado, con las manos entrelazadas sobre el pecho y los puños apoyados en la barbilla. No puede ser, pensó.
Graham no sabía que todo esto no era más que un teatro de Elvira, quien solo quería estar cerca de él. Cuando lo conoció, en su habitación del hotel, ya estaba enamorada de él. Ella sonreía mientras dormía, pero él estaba ceñudo.