Capítulo 21
2207palabras
2023-07-21 13:50
En silencio, maldije a los dioses por haber accedido a salir con Emanuel y su hermana esta noche. ¿Por qué me hago esto a mí misma? A veces, ser amable solo me perjudica.
El chirrido de las perchas deslizándose contra los estantes metálicos de mi armario y el crujido de las telas son los únicos sonidos que recorren mi habitación. Cirino no está para asesorarme en mi vestuario, así que me veo en la obligación de buscar un conjunto sin ayuda. Escojo unos jeans azules y una camiseta blanca sin mangas, con cuello en V y un poco de encaje decorado en los bordes. Me miro en el espejo y me quedo sorprendida, por lo que observo fijamente mi reflejo.
¡No me veo nada mal! Mi cabello está ondulado de manera natural y los diferentes tonos marrones en mi cabello se hacen más prominentes bajo la luz. Si bien ese es el color original de mi pelo, más de una vez me han acusado de teñirme ciertas secciones. De forma esporádica, el sol fue causando tonos cafés más claros en mis mechones, lo cual hace que se vea bastante único para una morena como yo. Mi cabello es lo que más me gusta de mí.
Mientras más tiempo me miro en el espejo, más defectos encuentro en mi apariencia, así que me pongo un poco de maquillaje antes de que lleguen los gemelos de hielo… A decir verdad, me agrada este apodo.
Me puse sombra marrón en los párpados, rímel y brillo para los labios. Una vez que termino de alistarme, miro el reloj y me percato de que aún faltan veinte minutos para que lleguen a recogerme. Siempre suelo arreglarme antes de tiempo, y esta vez no es la excepción. Tomo el libro «El guardián entre el centeno» y empiezo a releerlo. Sin embargo, solo alcanzo a pasar un par de páginas, pues Gonzalo cruza por mi mente.
Suspiro, sabiendo que no podré concentrarme en la lectura sin antes preguntarle cómo está. Aunque nos mandamos mensajes en la mañana, solo fue para saludarnos, ya que luego me ocupé con la clase que tenía. Después de deslizar a través de nuestro chat, me detengo al percatarme de que nunca he sido la primera en hablarle, siempre ha sido él deseándome buenos días o preguntándome cómo ha sido mi día. ¡Qué desconsiderada de mi parte! Apuesto a que piensa que soy una grosera…
Selecciono la opción de enviar un nuevo mensaje y escribo algo simple. No tiene que responderme si no quiere.
Yo: Hola.
Estoy orgullosa de mí misma. Poco a poco, voy ganando más confianza, dejando de lado la persona tímida y patética que era cuando apenas conocí a Gonzalo. Para mi sorpresa, me responde de inmediato.
Malhumorado: Hola, preciosa. ¿Qué haces?
Yo: Nada, solo estoy esperando para salir con unos amigos. Me alisté demasiado temprano y ahora estoy aburrida :/
Una burbuja con tres puntos aparece en la pantalla, indicando que está escribiendo una respuesta, aunque desaparece al instante. Espero unos segundos hasta que mi teléfono suena. Debido a la sorpresa, grito y dejo caer el celular en la cama. Agarro mi pecho en un intento de calmar mi corazón acelerado, y cuando miro el teléfono, me doy cuenta de que Gonzalo me está contactando por videollamada. ¡Maldición! ¿Debería contestar? ¡Por supuesto que sí, es el chico que me gusta!
Pulso la pantalla para aceptar y sostengo el dispositivo frente a mí. Sonrío de inmediato al ver el rostro de Gonzalo, y él también me sonríe. Veo que en el fondo hay un montón de árboles, supongo que salió de excursión o algo así. Además, parece que se ha quitado la camisa y, por suerte, solo alcanzo a ver de sus hombros hacia arriba. Si fuera lo contrario, estaría tartamudeando como una desquiciada.
"Detesto enviar mensajes de texto", su voz suena entrecortada debido a la conexión. "Tengo las manos demasiado grandes y nunca puedo…", Gonzalo se detiene y sus ojos se abren como platos. De hecho, noto que sus pupilas oscurecen como a veces sucede cuando me mira. Debo admitir que es una de las cosas que más me encantan de él. Si bien no entiendo sus expresiones, sus miradas son un mundo totalmente diferente.
"Triana", gruñe con la mandíbula y los dientes apretados. Me siento afortunada de admirar lo atractivo que es cuando está de mal humor. Cada vez que lo veo, se pone en su modo gruñón al menos por un instante.
"Te ves… increíble". Mi corazón se acelera con su cumplido.
"¡Gracias!", digo, me acerco a mi tocador y recargo el celular en una de mis esferas de nieve más grandes. Luego, retrocedo lo suficiente para que alcance a ver todo mi atuendo. Puede que Cirino no esté aquí para darme su opinión, pero tal vez Gonzalo pueda decirme si mi vestimenta es adecuada para pasar una noche con mis amigos.
"No estaba segura de cómo me vería. Cirino se burló de mi elección la otra vez, así que opté por un atuendo más bonito. ¿Qué te parece?", inquiero con la cabeza gacha, aunque alzo la mirada tan pronto como escucho un sonido gutural de su parte. Enseguida, se aclara la garganta, a lo que yo me preocupo.
"¿Te duele la garganta? ¿Estás bien?". Tal vez esté enfermo, es la única explicación que se me ocurre respecto a los ruidos que emana.
"No, estoy bien", le resta importancia a mi consternación y agrega: "Respecto a tu atuendo… Creo que deberías cambiarte".
Justo cuando estoy a punto de decir algo, mis palabras mueren antes de salir de mi boca. Entonces, arrugo el entrecejo y observo mi atuendo. ¿No había dicho que me veía increíble? ¿Por qué ahora quiere que me cambie? ¿Acaso estaba mintiendo?
"No lo hagas, Triana".
"¿Qué cosa?", murmuro, a lo que él suspira con frustración y se frota la mano por la cara.
"¡Te ves demasiado hermosa! ¡¿En serio vas a salir así sin mí?!", me señala y aprieta la mandíbula una vez más. "Todos los chicos del lugar te van a desear, y tú ya eres mía, ¿lo recuerdas?".
Mi boca se abre y se mueve como la de un pez mientras lucho por pensar en qué decir. Mis mejillas se ponen rojas de forma automática, y es precisamente por esto que me coloqué rubor al maquillarme, no quería que se me notara tanto al momento de sonrojarme.
Asiento con la cabeza en silencio, lo cual provoca que la sonrisa de Gonzalo se amplíe. "Muy bien. ¿Y a dónde irás?", inquiere, y justo cuando estoy a punto de responder, escucho la bocina de un auto afuera. Miro a través de la ventana e intuyo que se tratan de Emanuel y Emanuela. "Voy a un bar, pero no sé cómo se llama, no fue idea mía ir allí".
Aunque parece que Gonzalo quiere decir algo, lo interrumpo, agarro mi celular y mi cartera, y coloco un suéter en el brazo. "Gonz, tengo que irme, ya vinieron por mí".
Si hacía unos minutos pensaba que Gonzalo se veía malhumorado, ahora está furioso. "Triana, no me cuelgues. ¿En serio vas a ir a un bar? Son lugares en donde hombres morbosos y borrachos buscan a chicas como tú para aprovecharse de ellas", su tono de voz va aumentando hasta que termina gritándome. No entiendo por qué se enoja si solo voy a salir con unos amigos.
"Gonzalo, no quiero discutir contigo. Estaré bien, no voy a beber. Es más, puedo avisarte una vez que llegue a casa". El timbre suena en lo que bajo las escaleras, así que me dirijo a la puerta principal e intento abrirla mientras hago malabares con mi cartera, suéter, teléfono y llaves en mano. Una vez que lo logro, me siento como la Mujer Maravilla. Emanuel me observa de arriba abajo antes de mirarme a los ojos y sonreír.
"Te ves increíble, como siempre".
Me sonrojo, y justo cuando voy a responder, escucho gritos que provienen de mi celular. "¡¿Quién diablos es él?!", Gonzalo protesta.
Hago todo lo posible por equilibrar los objetos que tengo en la mano y elevar el teléfono al nivel de mi rostro. Le digo rápidamente a Gonzalo que Emanuel es mi amigo y que lo llamaré más tarde.
"¡Tria, más te vale que no me cuelgues! ¡¿Quién rayos es ese…?!".
Le cuelgo, dejo escapar un suspiro, coloco mi celular en la cartera, salgo y cierro la puerta de la casa. Como mi mamá y Emilia todavía están adentro, no quiero molestarlas. Aún no me hablo con mi madre, eso significa que nos hemos estado ignorando durante cuatro días.
De repente, una risa me saca de mis pensamientos. "¿Quién era ese tipo? ¿Tu novio o algo por el estilo?".
"Pues… No. E-es un amigo, creo", murmuro.
"¿Crees?", sonríe de forma juguetona. "Se supone que deberías saber qué clase de relación tienen".
"Cállate o me regreso para que salgas solo con tu hermana", me quejo y lo empujo hacia el auto. Aunque siento que mi celular vibra dentro de mi cartera, opto por ignorar las actitudes tan absurdas de Gonzalo. Voy a concentrarme en divertirme y pasar un buen rato con mis nuevos amigos esta noche.
Como Emanuela está sentada en la parte trasera, me subo al puesto del copiloto mientras Emanuel se acomoda en el asiento del conductor. "Por cierto, ¿a dónde vamos?", pregunto. Si bien sé que es un bar, no tengo información adicional respecto a ese misterioso lugar.
"Ah, a un nuevo bar llamado Páramo Rubí. He escuchado comentarios maravillosos al respecto. Dicen que tienen mucha variedad de comida y bebidas. Además, hay música, podemos bailar y…".
"¡Un momento!", interrumpo a Emanuela de forma abrupta y me giro hacia los asientos traseros para enfrentarla. "Quieres decir que… ¡¿Iremos a un club nocturno?!", levanto la voz, a lo que ella sonríe con culpa. "¡Emanuela!", me quejo al tiempo que me quedo boquiabierta ante su descaro.
"¿Qué?", levanta las cejas y finge que no fue la gran cosa mentirme sobre adónde íbamos. Bueno, en realidad… fue Emanuel quien me mintió, así que me volteo hacia él y le doy un golpecito en el hombro. Si bien está conduciendo, me aseguré de verificar que no había autos alrededor antes de empujarlo, de modo que no representara ningún peligro para los demás ni para nosotros. Pese a estar enojada, sigo estando consciente de mi entorno.
"¡Emanuel, me mentiste! ¡Dijiste que iríamos a un bar, no a un club nocturno! ¡Llévame a casa ahora mismo!", hago un puchero, cruzo los brazos y me hundo más en mi asiento. Aunque me acabo de comportar como Emilia, no me importa.
Emanuel mantiene sus ojos en la vía mientras me habla, mirándome en ocasiones. "Lo siento, Triana. Emanuela me insistió con ir, y yo no quería que fuéramos solos. ¡Pensé que sería divertido tener tu compañía! Como sabía que no aceptarías ir a un lugar como ese, Emanuela me sugirió que te mintiera, ¡y funcionó!".
"Eso no es ético", murmuro en una voz muy bajita, pero, aun así, parece que ellos me escuchan, pues se ríen de mi comentario. "Oye, lo digo en serio. Da la vuelta, no quiero ir al club".
"Es demasiado tarde, ya llegamos", Emanuela dice a la vez que se baja del auto de un solo salto. El letrero violeta neón de «Páramo Rubí» brilla intensamente frente a mi rostro, y me estremezco al ver una fila de personas afuera. Creo que este no es el mejor momento para decirles que soy claustrofóbica.
Emanuel se desabrocha el cinturón de seguridad y me contempla. "Vamos, ya verás que será divertido", a pesar de que me dedica su mejor sonrisa, aquello no alivia mi nerviosismo. Si Gonzalo se enojó cuando se enteró de que iría a un bar, ¿qué dirá cuando descubra que en realidad vine a un club nocturno? ¿Qué pasa si tiene razón y un montón de hombres morbosos intentan aprovecharse de mí? Mejor espero dentro del vehículo y…
De pronto, escucho que mi propio cinturón de seguridad se desabrocha, por lo que mis pensamientos se ven interrumpidos. Enseguida, veo que Emanuel se inclina a mí y me dice: "Escucha. Vamos a entrar y a quedarnos alrededor de una hora por Emanuela. Si en verdad te desagrada el lugar, solo avísame para que nos retiremos. Ella puede regresar en taxi o con alguna otra persona".
Observo a Emanuel y me percato de que peinó su cabello platinado con un gel que ayudó a que la parte delantera de su pelo se erizara. También porta una camisa blanca lisa y jeans azules. Nuestros atuendos combinan, y eso provoca que una pequeña sonrisa se extienda en mi rostro. "Está bien, pero no me agradó que me mintieras. Por favor, no lo hagas de nuevo".
"Bueno, no te mentí, solo te engañé".
"Da igual. Las mentiras y los engaños no son éticos. ¿Acaso no le has prestado atención a nuestra clase?", digo, a lo que Emanuel responde con un grito: "¡No!".
Entonces, me sonríe, se baja del vehículo y cierra la puerta de golpe. Tomo una gran bocanada de aire y reúno el suficiente valor para soportar la noche alocada que tengo por delante. Al cabo de unos segundos, abro la puerta del auto y alcanzo a los gemelos.