Capítulo 14
840palabras
2023-07-21 09:37
Cuando mi mamá abrió la puerta y dio un vistazo en la habitación, todas mis preguntas se respondieron solas. Yo estaba parada junto al tocador, y Gonzalo sostenía una esfera de nieve. "¡Hola, Sra. Ortega! Triana me estaba contando sobre las esferas que le ha traído de sus viajes, ¡ha visitado tantos lugares!".
Mamá le sonríe antes de responder: "Es una de las cosas que amo de mi trabajo. Incluso los aeropuertos son distintos. Cuando hay un intervalo considerable entre los vuelos, puedo aprovechar un par de horas explorando la ciudad a la que llego. Definitivamente, es una ventaja".
Ella me mira de reojo y yo le sonrío. Por lo que dice a continuación, pienso que quizás mi sonrisa fue un poco exagerada. "Se está haciendo tarde, es hora de que Gonzalo se vaya".
"Bueno. Dame un momento y lo acompañaré hasta la puerta”.
"Está bien. Buenas noches, Gonzalo", dice mi mamá.
"Buenas noches, Sra. Ortega. Gracias por permitirme estar en su casa".
Mamá no le responde, pero le hace un pequeño gesto con la cabeza antes de cerrar la puerta. Me sorprende y alegra que no la deje abierta, debe de confiar en él.
"Chupamedias", susurro. Gonzalo me mira y sonríe. "¿Así que chupamedias?"
Me quedo muda. Apenas susurré mi pensamiento, ¡pero él me escuchó!
"¿Cómo...?"
"Tengo buen oído", explica Gonzalo. Me quedo parada allí, sin saber qué decir. Quiero saber tanto de él, que dejo salir la primera pregunta que se me cruzó.
"¿Tienes planes para este fin de semana?" Enseguida me arrepiento, suena a desesperada. ¡Nos conocimos hace dos días, ridícula!
Desde la silla del escritorio, él se frota la nuca un poco nervioso, como buscando las palabras. "La verdad es… que estoy ocupado este fin de semana..."
Es amable hasta para rechazarme. Muevo la cabeza de un lado a otro mientras contengo las lágrimas que empiezan a formarse. Me acerco a la puerta, esperando a que entienda que debe irse y así nunca más tener que verlo. Probablemente piense que soy una intensa y que verme dos días seguidos ya es demasiado.
"Fue una pregunta estúpida. Imagino que estás ocupado con otras chicas y demás, disculpa que lo haya preguntado”. Se me quiebra la voz, y me maldigo internamente por ser tan sensible. Él no me mintió ni me prometió nada, solo me hice ilusiones.
En un minuto, pasé de estar parada junto a la puerta a que Gonzalo, que parece enfadado, me esté presionando contra la pared. Me sostiene las mejillas con lasmanos y me mira. Cuando se me cae una lágrima, Gonzalo frunce el ceño y la borra con su pulgar. Sus ojos vuelven a oscurecerse y me doy cuenta de que reflejan la intensidad de sus emociones.
Me besa con más pasión que antes, me hunde la lengua en la boca. Se me estremece la panza con cada beso. Abro mi boca para él y dejo que su lengua explore cada rincón. Mi tímida lengua se encuentra con la suya, lo cual lo estimula aún más. Sus manos abandonan mi rostro y viajan hacia mi cintura, luego a mis caderas y finalmente a mis muslos. Me levanta y mis piernas se envuelven alrededor de él. Le abrazo el cuello de forma natural. Sigue besándome hasta que me quedo sin aliento. Incluso entonces, parece no necesitar aire, y sus besos bajan por mi mentón, mi cuello hasta el punto donde se une con el hombro. Me muerde ligeramente y dejo escapar un gemido. No sé por qué ese lugar es tan sensible, pero parece que él lo sabe. Sigue besando, mordiendo y lamiéndome allí, y yo me pierdo en el paraíso.
De repente se detiene y entierra su cabeza en mi cuello jadeando intensamente. Me baja con suavidad y me levanta la barbilla con un dedo.
"Escucha, no salgo con otras chicas. Por favor, no pienses eso. Solo me voy de la ciudad por trabajo, ¿sí?"
No tengo aliento, así que simplemente muevo la cabeza en asentimiento.
Él continúa: "Quiero verte, lo deseo desesperadamente, pero tendremos que conformarnos con mensajes de texto y llamadas. No estoy hablando con ninguna otra chica, y no quiero que tú hables con ningún otro chico".
Le sonrío tímidamente, mis mejillas probablemente adquiriendo un tono rosa oscuro. Asiento una vez más.
Él me besa en los labios. "De acuerdo, está decidido. Eres mía".
Mi sonrisa se ensancha con su comentario posesivo. Es realmente bonito cómo me quiere solo para él. Y no podría ser más feliz. Nunca me había sentido tan ligera antes, tan feliz. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello fuertemente. Él corresponde al abrazo y entierra su rostro en mi cuello. Permanecemos así durante unos minutos hasta que, a regañadientes, me suelta.
"Debería irme antes de que vuelva tu mamá".
Riendo, digo: "tienes razón".
Lo acompaño hasta la puerta y nos despedimos. Él me besa una vez más y me dice que me enviará un mensaje. Lo observo mientras camina hacia su coche y no cierro la puerta hasta que ya no puedo ver su vehículo.