Capítulo 7
2060palabras
2022-11-14 01:24
Llegó el amanecer y ésta vez no durmió tan tarde, había descansado tan maravillosamente que nada le dolía, abrió los ojos y no se levantó al instante, como queriendo disfrutar unos minutos más de aquél bienestar que le producía el haber dormido tan bien, mientras se recuperaba de mala gana de la modorra, a lo lejos, entre los árboles alcanzó a escuchar un sonido diferente, algo así como el relincho de un caballo, de un salto se puso de pie tratando de ver y ubicar al caballo que había escuchado, empezó a sentir una leve vibración en el piso y escuchó algo así como una estampida pero no podía ver nada, se escuchaba entre los árboles como si cientos de búfalos corriendo entre el bosque fueran arrasándolo todo, por más que trató no pudo ver ni búfalos, ni caballos, hasta que el sonido de la estampida se fue alejando, también le pareció escuchar una especie de aleteo, y una veloz sombra pasar entre las copas de los arboles siguiendo el rumbo de la estampida y después nada, una vez más el silencio reinó en aquel bosque, tuvo la intención de internarse en la maleza pero prefirió no alejarse del río, pues temía perderse más de lo que ya estaba, se encogió de hombros iniciando una vez más su diario y acostumbrado ritual palpándose los bolsillos de su overol, revisando uno por uno en busca de sus escasas pertenencias, al comprobar que estaba todo se quitó la ropa para enjuagarla en las aguas del río, lavarse la cara y las manos, aunque el agua se sentía fría, el alegre solecito se colaba entre los árboles iluminando el centro de aquel remanso del río que parecía algo profundo.
Se decidió a tomar un baño, y al poco rato de disfrutar de aquél revitalizante remojón matutino, salió y comenzó a vestirse, su ropa ya estaba casi seca, al terminar se sentó recargado en una de las improvisadas paredes de su refugio nocturno, y tomando su libreta de tránsito de entre sus cosas, se aplicó a dibujar un mapa trazando en éste lo que recordaba desde que inició su extraña travesía y tomando las 12 del medio día como referencia anotó:
-De 12:00 a 15:00, el arrancón del caudaloso 2, incendio del mezquital y me encuentro perdido entre el humo que luego se transformó en niebla.
-De 15:00 a 16:00, la niebla se disipa y aparezco en medio de un desierto.
-De 16:00 a 18:00; ¿Amanece? Y camino buscando el Norte y la carretera federal Reynosa-Monterrey, tomando en cuenta que Reynosa siempre quedaba a mi derecha y Monterrey a mi izquierda con respecto a la trayectoria del Sol.
-De 18:00 a 22:00, el Sol llegó al cenit y encendía periódicamente el celular en busca de alguna señal digital.
-De 22:00 a 24:00, seguí caminando por el desierto sin encontrar la carretera y sin encontrar ni un rancho ni nada.
-De 0:00 a 1:00, diviso una línea horizontal a lo lejos y me dirijo a ella pensando que era la carretera y resultó que era un bosque.
-De 1:00 a 3:00; ¿Anochece? Y entro al bosque tratando de encontrar un río, un rancho o algo de comida.
-De 3:00 a 22:00; ¿Duermo?
-De 22:00 a 3:00, camino por el bosque.
-Nota: anochece a las 3:00, los horarios los baso en lo que dice mi celular, o sea que anochece a las 3:00 y amanece a las 16:00, o sea que el horario se corrió unas 12 horas.
Después de anotar horarios dibujó un aro imperfecto en la parte baja de una página, rematando con el dibujo de unos arbolitos al Norte, dibujando también una pequeña Luna en cuarto menguante a un costado como indicando que en ese punto anocheció, y escribiendo un uno encerrado en un círculo, como indicando que era el primer día, en la siguiente hoja dibujó una serie de arbolitos atravesados por una raya sinuosa como indicando el río, y a la vez dibujó un Sol y una Luna en la parte baja y alta de la página, como indicando el amanecer y el anochecer, encerrando en un círculo el número 2, en la tercera página, dibujó otra vez el río y un Sol al Sur del dibujo, encerrando el número 3 en un círculo, encendió un cigarro sin descontarlo y mientras lo fumaba se revisó una vez más sus bolsillos y su refugio, encontrando la armónica y la introdujo en la bolsa navajera del overol, revisó minuciosamente su atuendo y se dispuso a reiniciar el camino con el hacha en la mano, aunque se la podía atorar entre el cinturón y la parte baja de su espalda prefirió no hacerlo, porque sentía que se le podía caer, iba caminando sin apartarse de la orilla del río, comiendo en ocasiones aquellas extrañas pero sabrosas frutitas amarillas, mientras caminaba se revisaba los bolsillos y de vez en cuando volteaba hacia atrás.
Tenía la clara sensación de que había olvidado algo, y más de una vez se quiso regresar mientras pensaba en lo que sucedía, como buscando una explicación a su bienestar, la ausencia de su panza, la sanación de la quemadura y sus ampollas, retirando con las manos el largo cabello que le tapaba la visibilidad, cayó en cuenta de que tal vez una de las frutas que había comido o el agua eran curativas.
-¡Eso es! ¡El agua! sí; ¡Tal vez el agua de este río es curativa! Aunque no sé de ninguna planta o agua milagrosa que haga desaparecer la panza y crecer el pelo, como sea, me haré rico con el agua de este río.
Y mientras hablaba solo como era una extraña costumbre en él, sacó su libreta de tránsito y haciéndole un trazo, dibujó un medio Sol como indicando el medio día.
Cortando de tajo el dibujo de aquellos árboles, ya que le pareció ver a lo lejos entre los troncos, el final de aquél bosque, avanzó un poco más y por fin encontró el final de aquélla arboleda perdida que parecía interminable, una vasta pradera de colores verdes y azules cuyos pastizales al moverse con el viento simulaban el movimiento de olas, cual si fueran las olas de un mar inmenso, echó el último vistazo hacia atrás al salir del bosque, seguía con la sensación de haber olvidado algo, después de revisar una vez más su vestimenta decidió seguir adelante, en el horizonte lejano apenas y se distinguía un conjunto de montañas, siguió caminando sin alejarse de la orilla del río, después de todo era su guía y fuente de alimentos, el viento siseaba.
Cual si fuera el ruido que hacen las serpientes de cascabel al agitar su cola, y esto hacía que fuera atento a cualquier movimiento y no se confiara, ya que recordaba lo doloroso que es una mordedura de cascabel, porque ya alguna vez había sido mordido, conforme avanzaba las cosas cambiaban y la vegetación también, empezaron a notarse algunos cambios en el terraplén, iban apareciendo cactus, colinas y algunos arbustos desconocidos para él con pequeñas flores, el Sol inició su descenso en el horizonte y el caminante, aunque ya llevaba muchas horas andadas no se sentía cansado, y aún le faltaba mucho para alcanzar aquellas lejanas montañas.
-Tal vez es la sierrita de Monterrey.
Pensó descartando completamente los vastos llanos de Texas y Tamaulipas, y mientras caminaba, algo tirado en el camino llamó su atención, como si fuera una piedra pero algo le brillaba, se agachó para tomarla en sus manos y al sacudirla se dio cuenta que no era una piedra, más bien era un casco viejo que alguien había dejado cerca del río.
-¡Diablos! Por su forma es el casco de un conquistador español.
Pensó y al sacudirlo para limpiar su interior y echar un vistazo, un cráneo humano ya desecado por el tiempo salió de él cayendo al piso.
-¡Diablos y demonios! Ahora sí que me dio miedo, alguien dejó este casco por aquí pero con todo y cabeza.
Dijo y se puso de pie para mirar a su alrededor y buscar la espada que seguramente aquél soldado español traía consigo.
Antes de que lo decapitaran y cerca de ahí entre los pastizales, encontró el resto de la armadura y sí, era el complemento del casco, y de la espada tan solo quedaba el mango con la hoja muy oxidada y muy corta, ya que al parecer el que le había cortado la cabeza al español, tal vez en un duelo de espadas se la había roto, después de apreciar un poco más los detalles de la armadura la acomodó lo mejor que pudo, tomando el cráneo desecado lo introdujo al casco acomodándolo, y después de cubrirlo de piedras que encontró a la orilla del rio, como una forma de darle cristiana sepultura al estilo del viejo oeste norteamericano, se retiró de ahí, después de caminar un poco se acercó a la orilla del río para beber algo de agua y ésta vez vio algo que se movía entre las piedras; ¡Eran pececillos de colores!
-¡Vaya! –dijo animado. -Al menos ya no estoy tan sólo; ¡Como sea! Ya no tarda en meterse el Sol y debo de buscar donde pasar la noche.
Mientras colocaba piedras tratando de imitar la forma del primer refugio, que se había construido a la orilla del río, al querer retirar una piedra semi hundida de tamaño regular del cauce, notó que el agua brincaba sobre de ella, pero de una manera que le pareció extraña, observó la corriente desde varios ángulos y cayó en la cuenta de que las aguas parecían ir hacia las montañas y no venir de ellas, después de varias pruebas, dijo:
-Debe de ser un efecto óptico producto del desnivel del terreno.
Y encogiendo los hombros después de observar el terreno desde todos los ángulos posibles, continuó con la construcción de otro improvisado refugio, después de observar un hermoso atardecer encendió su celular, y éste inició su rutinario protocolo de búsqueda de señal, y una vez más hizo un gesto de fastidio, al aparecer el comando de sin servicio que tanto le molestaba, el celular indicaba las 3:00 y desalentado lo apagó, este seguía pendiendo de una cuerda en su cuello, lo volvió a encender con la intención de cambiar la hora a las 19:00, que era la hora más o menos coincidente con el atardecer, pero decidió esperar hasta entender lo que pasaba, al sentir nuevamente una brisa fría que parecía venir del Sur para dirigirse hacia las montañas, bueno en caso de que aquellas montañas estuvieran al Norte, con ayuda de su hacha de contra incendio cortó algunas ramas a restos de árboles que arrastraba el río, y que habían encallado en las orillas y se dispuso a encender una fogata, ya no temía a los minute-man porque estaba seguro de no encontrarse en Texas; (Aunque tampoco en México) acomodó los palos cortados con el hacha y fácilmente la encendió con la ayuda de su encendedor, aprovechó para encender su quinto cigarrillo y su acostumbrada media sonrisa apareció en su rostro al recordar sus tiempos de lobato en los boy scouts, cuando le habían enseñado como encender fuego frotando 2 palos. (Algo que nunca había logrado, por supuesto) Ya con la fogata encendida en firme se recostó mirando hacia el cielo, en ocasiones así le agradaba mirar la noche en busca de luces que se movían, en ese momento después de mucho observar notó algo en las estrellas nacientes que lo asombró.
-¡Que me rapen! –Exclamó en voz alta. -¡Ahora sí que me dio miedo! ¿Dónde está el cinturón de Orión? ¡Y Casiopea, las osas y el toro!
Miraba y miraba al cielo y no lograba reconocer ninguna de las constelaciones que veía, dando vueltas en el suelo tratando de enfocar desde todos los ángulos, para localizar e identificar a alguna y al no encontrar nada parecido al cielo que conocía, guardó silencio por unos momentos, había una estrella más grande que las demás, cual si fuera una Luna pequeña que avanzaba rápidamente por el cielo estrellado, la siguió con la mirada tratando de encontrar una respuesta a las miles de preguntas que le llegaban a su mente, después de unos minutos más de escudriñar al cielo inútilmente palpó en la bolsa navajera de su overol buscando su armónica y la colocó en su boca sin atreverse a soplarla.