Capítulo 5
2267palabras
2022-11-14 01:20
Algunas horas después un rayo de Sol le dio de lleno en pleno rostro, había dormido tan profundamente que el Sol tuvo que alcanzar el cenit para poder despertarlo.
-¡Vaya! He dormido como un oso y para sueñitos que me aviento.
Al sentarse y ver su entorno no pudo menos que volver a asombrarse, al ver el río a la luz del día y los grandes árboles que lo flanqueaban, se levantó a observar a su alrededor, explorando con la vista aquella área que sólo había visto de noche, y como buscándole la lógica a aquella situación se retiró el cabello que le estorbaba en los ojos, una vez más buscó en sus bolsillos checando que nada le faltara, ahí estaba su cartera en una de las bolsas traseras.
No. 1 Vocablo popular de los mexicanos con el que tipifica a sus vecinos de Estados Unidos, que proviene de la frase: ¡Green go! o sea; ¡Vete verde! Porque en algunos poblados del Norte de México les llamaban verdes a los extranjeros, porque tanto las compañías petroleras y ferroviarias para las que laboraban, los vestían con overoles de color verde.
No, 2 En la mitología griega, Morfeo (en griego antiguo Μορφεύς, de μορφή morphê, ‘forma’) es el dios de los sueños, hijo de la personificación del sueño (Hipnos), y encargado de llevar sueños a reyes y
Su pequeño celular pendiendo de su cuello, su navaja 007 seguía ceñida a su cuerpo por el cinturón, había unas monedas en el bolsillo delantero izquierdo, su libreta de tránsito en el trasero derecho con un lapicero, los cigarros y el encendedor en el delantero derecho del pecho, al sentarse y volver a ver su entorno, no pudo menos que volver a asombrarse al ver el río a la luz del día y los grandes árboles que lo flanqueaban, se levantó a observar a su alrededor volviendo a explorar con la vista aquella área que sólo había visto de noche, y como buscándole la lógica a aquella situación se retiró el cabello que le estorbaba en los ojos, una vez más buscó en sus bolsillos checando que nada le faltara, ahí estaba su cartera en una de las bolsas traseras, su pequeño celular pendiendo de su cuello, su navaja 07 seguía ceñida a su cuerpo por el cinturón, había unas monedas en el bolsillo delantero izquierdo, su libreta de tránsito en el trasero derecho con un lapicero, los cigarros y el encendedor en el delantero derecho del pecho, sacó 1 y lo encendió dándolo por descontado al 18, el hacha de mano en un rincón del refugio, se agachó para tomar las botas y se las colocó con cuidado sentado en la piedra diván, al calzársela ya no sintió el ardor de las ampollas, extrañado se las quitó para revisárselas y nada; ¡Nada más ya no estaban! Se miró el dorso de la mano quemada y tampoco, ni señales de la quemadura, se revisó una vez más los pies y nada, tan solo unas pequeñas manchas rojas en donde habían estado las ampollas, desenvolvió el tronco almohadilla y se puso la camiseta negra, buscó los calcetines blancos que ya no estaban tan blancos y se los puso.
Calzando las botas tomó los restos de la sandía redonda que había dejado la noche anterior, y se dispuso a terminarla mientras pensaba en lo sucedido observó la corriente del riachuelo, observó lo alto de los árboles, hurgó en la dirección por la que sabía que había llegado, había unas cuantas pelotas verdes más, observó una vez más su mano quemada y tan sólo se desdibujaba apenas una cicatriz como si ya fuera muy vieja, se retiró una vez más los cabellos del rostro, y al hacer este movimiento ésta vez se dio cuenta de que eran demasiados los cabellos.
-¡Que me rapen, tengo el cabello largo!
Dijo asombrado mientras sostenía una mata de cabello frente a sus ojos.
-¿Qué más tengo de raro? –se preguntaba mientras palpaba su cuerpo. -Pues ni idea pero me siento perfectamente bien.
Dijo y mientras se revisaba se dio cuenta que no estaban sus lentes de seguridad, los buscó otra vez en sus bolsillos y nada.
-¡Nooo! ¡Mis lentes no!
Exclamó contrariado y recogiendo el hacha de mano se dispuso a buscarlos por donde sabía que había llegado, en el mismo lugar donde había estado a punto de tropezar la noche anterior los encontró tirados en el piso, con su acostumbrada media sonrisa los tomó limpiándolos con su camisa, y mientras se los ponía volteó hacia el riachuelo pensando.
-Este debe de ser un afluente del río Bravo, si crucé la frontera o no.
Este riachuelo me tiene que llevar obligadamente al río grande, ya llegando ahí tomaré el rumbo contrario al Sol, así o llego a Reynosa o llego a Matamoros, ni modo que las ciudades hayan desaparecido.
Y así, emprendió el camino a favor de las aguas de aquél riachuelo salvador, conforme caminaba disfrutaba de los hermosos escenarios naturales que aquél paraje le regalaba, tan hermoso y silencioso como misterioso, tan solo el correr de las aguas por entre las piedras rompía el silencio, en un remanso de aguas que parecían profundas tomó un descanso, lavó su rostro y sus manos una vez más, al ver su reflejo en el espejo del agua se asombró porque claro que tenía el cabello largo pero no un largo normal, el largo cabello que siempre había querido tener, más abajo de los hombros, se sentó en el tronco de un árbol caído, viendo hacia el río sin querer ver, más que nada concentrado en tratar de escuchar algo, que no fuera el agua entre las piedras y nada, aquél paraje como todos los que había pasado, no emitía sonido alguno que no fuera el del río o el viento moviéndose entre las altas copas de los árboles, ni el más leve canto de un pajarillo, ni el rasponeo de una ardilla, ni un grillo, nada, no había escuchado ni visto ni siquiera un ratón corriendo.
-Nada más extraño que esto.
Pensó y sin embargo las sandias redondas seguían apareciendo por la orilla del riachuelo, se levantó y tomó otra de más o menos el mismo tamaño de la anterior, la colocó entre su pecho y su panza.
Para poder llevarla al tronco caído para comerla más cómodo y de pronto, la sandía se le resbaló pasando por su cintura y rodando por sus piernas, la sostuvo con el pie como si se tratara de una pelota de futbol, y la volvió a levantar haciendo la misma maniobra de sostenerla con la panza y el brazo para llevarla al tronco caído, y una vez más la redonda fruta se le cayó, la tomó con las manos y así la llevó al tronco, empezó a rebanarla con la navaja 07 que traía en su bolsillo derecho.
-Así que no hay aves ni nidos.
Pensaba mientras almorzaba y echaba un vistazo a la orilla del río buscando peces o caracoles y nada.
-Así que tampoco hay peces, un bosque sin aves ni nidos y un río sin caracoles ni peces, hasta parece un sueño.
Devoró gran parte de la sandía y al incorporarse notó una nueva cosa rara en su cuerpo, al palpar su panza como era su costumbre después de comer, simplemente no la sintió, después de varias veces que lo hizo para asegurarse si en realidad era su panza lo que palpaba, exclamó: -¡Mi panza! ¿Dónde te fuiste condenada? ¡Con razón no pude sostener la sandía y se me resbalaba, diablos! Que me rapen sí sé o tengo idea de la que está pasando.
Se levantó la camisa varias veces para revisarse sus bien definidos músculos abdominales, porque tanto los altos, medios y bajos, así como los oblicuos, los tenía muy bien marcados, reemprendió su camino y empezó a notar algunos cambios, aunque el bosque continuaba en semi silencio.
Había un arbusto diferente con unas pequeñas frutas amarillas, como tunitas que tenían buen olor, antes de cortar una para probarla pensó.
-Se ven muy bien y huelen bien, seguramente sabe bien, pero… Igual y puede ser venenosa, aunque yo sé que la mayoría de las plantas y árboles cuando dan su fruto, suave, con buen olor y sabor es precisamente para que los animales del bosque se los coman, los digieran y al desecharlas, algunas semillas que soportan el proceso de digestión, ya combinadas con el estiércol y el medio ambiente, germinen, así se prolifera la especie de dicha planta, aunque pueden ser venenosas también. –pensando así, al fin se decidió a probar una. -¡Total! Si me salvé del desierto, qué más da que esté envenenada.
Y con su acostumbrada media sonrisa siguió caminando y comiendo aquellas extrañas frutitas tropicales, caminó por horas explorando y sintiéndose todo un boy scout, recordando sus tiempos de tropero, traía el hacha de contra incendio en la mano cuando notó que algo se movía entre las hierbas, de un solo movimiento instintivo lanzó el hacha que se ensartó limpiamente en la base de un árbol, donde vio que algo se movía furtivamente por ahí.
-¡Que me rapen una vez más!
Volvió a exclamar en voz alta, cuando de otro automático movimiento, ya tenía la navaja 07 en la mano lista para ser lanzada.
-¡En mi vida había logrado ensartar un cuchillo!
-¡Por más que lo intenté y ésta vez lo hice con un hacha, si nunca había usado una! Y menos para practicar lances.
Al decir esto lanzó la navaja sin apuntar hacía otro árbol logrando un tiro perfecto, quedando ensartada como si la hubiera lanzado un profesional.
-¡Demonios! Yo sabía que los mexicanos éramos buenos para lanzar cuchillos por tradición pero esto es ridículo, no lo puedo creer aún, yo nunca le había atinado ni al agujero de las canicas y ahora resulta que soy un experto lanza cuchillos.
Y pensando en esto tomó el hacha y la navaja y repitió la hazaña, logrando 2 lances perfectos en distintos troncos de árboles, estuvo practicando emocionado poco más de una hora, hasta que se aseguró que su nueva habilidad no era pura casualidad, además de que ya había descortezado todos los árboles que tenía a su alcance, las penumbras volvieron a caer, indicándole que era hora de buscar otro lugar donde pasar la noche, el bosque seguía tan silencioso como cuando llegó, con lianitas y ramitas, empezó a improvisar un techado y paredes compuestas por hojas y ramas, haciendo modo de pared que lo protegería de la brisa fría que él sabía seguía el cauce del riachuelo, ya terminado su refugio que había quedado como una pequeña cueva adherida al tronco de un árbol, se introdujo y encendió su cigarrillo número 3, teniendo mucho cuidado de no incendiar su improvisado hogar, recargado en un ramal expresamente construido a modo de recargadera, reforzado con piedras, fumaba y miraba la entrada de la empalizada como escudriñando la oscuridad.
Como ya era su costumbre palpó en las bolsas de su overol y sustrajo su celular que al encenderlo empezó su rutinario protocolo de búsqueda de señal, al aparecer el comando sin servicio, hizo un típico gesto de desdén, iluminó a su alrededor como checando que los amarres estuvieran bien firmes, al mirar las estrellas entre los ramales de su techumbre se dio cuenta de que si llovía de poco le iba a servir aquél burdo techado, las franjas reflejantes que su overol tenía cosidas en las mangas y la bastilla, destellaron al contacto con la luz del celular, con su acostumbrada media sonrisa lo apagó, y volvió a palpar en sus bolsillos en busca de alguna de aquellas frutitas amarillas que había guardado, sintió un bulto en la parte externa de su pierna derecha a la mitad y lo sacó, era una armónica, en el bolsillo donde debía de ir la navaja 007 el colocaba su armónica, hecho que había olvidado y con unos suaves soplidos comenzó a entonar y cantar en voz baja, notas y letras que llegaban a su mente.
El capullo de alhelí.
Ni siquiera un capullo de alhelí,
Es tan bello como tu nombre para mí
Ni siquiera una primorosa flor
Es tan bella, como tú, amor.
Cuando pienso en ti
Pienso en lo más bello
En tus lindos labios y en tu cabello.
En tus grandes ojos que son como 2 luceros
Que me miran, desde el cielo.
Por las noches, quisiera hablar.
Con las estrellas.
Y preguntarles, si eres tú
Una ángel bella.
Que Dios, envió a la Tierra
A enamorar, mi corazón.
Si el capullo, aquél del que te hablé
Sembrado entre nubes color de rosa
E iluminado por cualquier estrella
Se hiciera flor.
Aun así
Tú serias más bella.
Al terminar de recitar lo que le había llegado a su mente, tallándose las manos en los brazos dijo:
-Con que no me acaricie esa méndiga brisita, todo estará bien.
Se quitó las botas y acomodándolas como una almohadilla se dispuso a dormir, claro, tratando de estar alerta y al cerrar un momento los ojos, volvió a escuchar aquella voz angelical que parecía salir de todas partes diciéndole:
<>
De un movimiento silencioso sacó su navaja 007 y ésta vez no se movió, esperaba atento a que quien dijera aquellas palabras, apareciera, y otra vez no supo en qué momento se quedó profundamente dormido.
Al caer la noche y despertar la madrugada, el viento se llevó aquella suave tonada, mientras un caminante perdido, descansaba, iluminado tan solo por la luz de una estrella que desde lo alto, su sueño vigilaba.