Capítulo 71
1691palabras
2022-09-30 00:02
Adriana
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
De inmediato, sus ojos se encontraron con los míos y lo vi mostrar una pequeña sonrisa antes de murmurar algo que sonó como, “lo siento, pero tengo que irme”, a las chicas que lo habían rodeado, que se refunfuñaron y resoplaron mientras caminaba hacia mí. Su mirada era tan intensa que no pude evitar sonrojarme. Sabía con certeza que Vincent me elegiría a mí sin pensarlo dos veces y, para ser sincera, ese era el tipo de hombre que quería a mi lado. “¿Podemos bailar?” Pregunté y vi cómo levantaba las cejas por la sorpresa. “¿En serio?” Dijo. “¿Adriana Reed quiere bailar conmigo? Increíble”, bromeó. Puse los ojos en blanco y solté una risita nerviosa. Luego pasé mis brazos alrededor de su cuello y lo acerqué más a mí. Su cuerpo estaba presionado contra el mío y me regocijé de sentir su calor, ya que tenía frío. Estábamos bailando pegados y con movimientos suaves, a pesar de que la canción que estaba sonando era una alegre. No me importaba y supongo que a él tampoco. No pasó mucho tiempo hasta que empecé a abrazarlo y mi cara se enterró en la curva de su cuello. Respiré su perfume y sentí que su cuerpo se ponía rígido ante ese gesto. “¿Estás bien?” Me preguntó, aunque él parecía estar más nervioso que yo. “Sí, ¿por qué no lo estaría?” Mentí. De pronto, sentí que alguien agarraba mi muñeca con fuerza y prácticamente me separaba de Vincent en un movimiento brusco. Era Draven, que no solo fulminaba a Vincent con la mirada, sino que tenía los ojos tan oscuros que hicieron que se me pusiera la piel de gallina. Estaba apretando la mandíbula y sus ojos estaban llenos de ira. Intenté apartar su mano de mi muñeca, ya que me estaba haciendo daño, pero solo la apretó más fuerte. “Vámonos”, me ordenó. Me jaló y casi me caigo por el movimiento repentino. “Draven…” Vincent empezó a decir, pero Draven lo interrumpió. “Hermano o no, te lo advierto”, dijo, rechinando los dientes. No estaba gritando, por el contrario, había hablado casi en un susurro, y eso lo hizo más espeluznante. “No te metas con ella”. Se acercó a Vincent y mi corazón se aceleró al darme cuenta de lo que podía pasar. “No estaba metiéndome con ella, solo bailábamos”, Vincent dijo en un tono serio. Vi que Draven apretaba la mano que tenía libre con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos y entré en pánico de solo pensar que podían pelearse por una tontería. ¿Por qué Draven estaba tan enojado? “Draven, vámonos”, dije, tirando de su brazo. Sin embargo, Draven no se inmutó y se quedó mirando a Vincent. Sus ojos se volvían cada vez más oscuros. Aun así, Vincent se mantuvo firme; sus ojos solo mostraban sinceridad y lealtad. “Draven, por favor, tenemos que hablar”, insistí en voz baja, apretando su brazo para que volteara a mirarme. Cuando lo hizo, frunció el ceño y se dio la vuelta, arrastrándome con él. Lo único que pude hacer antes de irme fue voltear a ver a Vincent, quien me mostró una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza, como demostrándome que estaba bien. “¿Qué te pasa, Draven?” Pregunté, indignada. Aparté mi mano de él con tanta fuerza que me choqué contra la mesa de bebidas. “¿Qué me pasa?” Dijo, furioso. “¿Qué te pasa a ti?” Volvió a acercarse a mí y puso sus manos en la mesa, a cada lado de mi cintura. Probablemente para asegurarse de que no pudiera escapar. “Yo no soy la que está enojada por nada ahora, ¿verdad?” Pregunté. “¿Te parece divertido enojarte conmigo sin ningún motivo? ¿Es por eso que lo haces todo el tiempo?” “Yo no soy el que se lanzó a los brazos de otra persona mientras estabas distraída”, dijo rechinando los dientes. Me sorprendí al escuchar esto. ¿Quién demonios se creía que era? ¿De qué rayos estaba hablando? “¿Cuál es tu maldito problema, Draven?” Anuncié. No sabía qué más decir, estaba atónita y confundida, y no entendía por qué exageraría tanto lo que acababa de pasar. “¡Tú!” Draven respondió. “¡Tú eres mi problema, muñeca!” Su tono de voz era frío y sus ojos seguían oscuros, aunque ya no tanto como antes. “Estoy tratando de que nuestra relación mejore, Adriana”, agregó. “Estoy tratando de hacer que las cosas funcionen contigo”. “¿Qué?” Pregunté, impresionada. “¿De qué relación estás hablando?” Crucé mis brazos sobre mi pecho y fruncí el ceño. Ya estaba harta de su comportamiento infantil y de sus cambios de humor repentinos. “Detente… solo…” Draven resopló de frustración. Se cubrió la cara con las manos y dejó escapar un suspiro de exasperación. Estaba a punto de decir algo más, pero me detuve al escuchar a algunas chicas gemir. Volteé a ver a la multitud y noté a Edward, Raymond, Finn y Alaric clavando sus colmillos en varias chicas, chupando su sangre con avidez. Me sorprendí al ver esto. ¿Lo estaban haciendo al aire libre? ¿Por qué? Ya estaba oscureciendo y se suponía que pronto iríamos a casa. “Draven, ¿qué están haciendo?” Pregunté sin apartar los ojos de ellos. Vi que los rostros de las chicas se distorsionaban de dolor y, pese a esto, se quedaban quietas y los dejaban hacer lo que quisieran con ellas. “Se están alimentando”, Draven respondió, soltando la mesa y mirando en dirección a ellos. Me di cuenta de que casi todos los hermanos Ardelean se estaban alimentando de alguien y que no les importaba si era una chica o un chico. “Deben estar borrachos”, agregó con un suspiro y mis ojos se abrieron de par en par al notar que todos a su alrededor se habían quedado quietos y que habían dejado de bailar. Ahora solo veían cómo los vampiros se alimentaban de sus presas. “¿Puedes detenerlos?” Dije, asqueada de presenciar esa escena en un lugar tan hermoso como este. “No, estábamos hablando”, Draven se negó. “Por favor, me pone muy incómoda”, me quejé con voz entrecortada. A pesar de que esta no era la primera vez que veía cómo los vampiros se alimentaban, se veían mucho más despiadados que de costumbre y sabía que no se estaban conteniendo como siempre lo hacían. Ni siquiera dudaron en clavar sus colmillos en los cuellos de quienes tuvieran cerca. Por primera vez, sentí que se estaban alimentando para matar y no para satisfacer su sed. “Mírame cuando te hablo, muñeca”, Draven dijo agarrando mis mejillas y haciendo que voltee para perderme en sus ojos azules. “No es de buena educación ignorar a alguien que está parado justo frente a ti”. “¿Puedes decirles que se detengan, por favor?” Insistí. Estaba alterada y sentía que pronto iba a entrar en pánico. “¿Por qué nadie huye?” “Porque están obligados a hacer lo que los vampiros quieran”, Draven respondió. “Ahora podemos seguir hablando de lo otro o…” "¿Cómo que están obligados?” Pregunté casi gritando. “Diles que se detengan. Esto no está bien”. Agarré sus manos y escuché que resoplaba, frustrado. “No es asunto mío”, dijo. “No puedo evitar que se alimenten. Ya se hace de noche y, además, todos vinieron aquí por su propia voluntad. Nadie los obligó a venir”. “De todos modos, sabes que esto no está bien”, afirmé. Vi que Finn clavaba sus colmillos en la muñeca de un chico que había estado cerca de él. La sangre caía en la arena y la expresión del chico hacía que se me revolviera el estómago. “Así es”, Draven dijo. “Sin embargo, no puedo hacer nada, así que olvídate de eso”. “Pero…” me quejé. “Te dije que te olvides de eso, muñeca”, Draven me interrumpió con voz firme. Respiré hondo para calmarme y me mordí el labio inferior antes de mirarlo con mis ojos llenos de lágrimas. Cuando Draven vio mi expresión, se estremeció. “No, no hagas eso”, dijo. “No pongas esa cara”. Suspiró y me quedé en silencio, bajando la mirada. A mi lado, Draven se pasó la mano por el cabello y suspiró una vez más. Luego puso sus manos sobre mi cintura y acercó su rostro al mío. “¿Qué quieres que haga, Adriana?” Preguntó en voz baja. “No sé”, dije, levantando la mirada para verlo a los ojos. “¿Pedirles que se detengan?” “Podemos irnos a otro lugar hasta que ellos terminen o también podemos ir a buscar algo de comer y…” “No”, lo interrumpí. “Quiero que los detengas. Me preguntaste qué quería que hicieras y eso es lo que quiero”, anuncié. “Ya se han alimentado lo suficiente y tienen bastantes esclavos o bolsas de sangre o como sea que los llamen, en casa. Así que, por favor, diles que se detengan”. Draven se quedó mirándome un largo rato y sentí que mi corazón daba un vuelco. “Está bien”, respondió después de lo que me pareció una eternidad. “¿Qué obtengo a cambio?” “Nada”, respondí y contuve el aliento cuando él acercó su rostro aún más al mío. “Pues qué lástima por ellos, entonces, porque no haré nada”, susurró muy cerca de mi oído. Me miró por un largo rato y fruncí el ceño, mordiéndome el labio inferior con enojo. En serio, este tipo solo actuaba cuando obtenía algo a cambio. “No es justo”, me quejé y mi respiración se cortó cuando Draven se puso más cerca de mí. Sus labios rozaron los míos, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda. “La vida es injusta, muñeca”, susurró. Sus ojos se posaron en mis labios. “Draven, por favor…” supliqué. “Ya te dije que no, y no voy a cambiar de opinión”, respondió. “Por favor”, insistí. “Me harías un gran favor si haces lo que te pido”. Cerré los ojos al escuchar otro grito de dolor que apenas se oyó debido a la música que retumbaba. De repente, algo me poseyó y puse mi mano en una de sus mejillas. Draven se estremeció ante la caricia y mi corazón empezó a latir tan rápido que pensé que iba a tener un ataque cardíaco. “No, Adriana. ¿Puedes olvidarte de eso?” Draven dijo en voz baja. “Por favor”, supliqué una vez más. Draven me miró a los ojos, estaba tan cerca que podía sentir su respiración en mis mejillas.