Capítulo 69
1227palabras
2022-09-28 00:01
Adriana
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
“¡Devuélveme el libro, Draven!” Repetí con firmeza. “Ya hasta perdiste la página donde me había quedado”, me quejé, caminando hacia él para arrebatarle el libro, pero Draven solo extendió su mano hacia arriba y, aun si estaba usando tacones altos, no era rival para su altura. “Solo te lo devolveré si me dices dónde has estado todo el día”, dijo. Sonaba como si se estuviera divirtiendo mientras me veía saltar para coger el libro. Puse los ojos en blanco ante su inmadurez. “¿Cómo que dónde he estado?” Pregunté, fastidiada. “He estado aquí, leyendo. ¿Por qué te importa tanto?” Gruñí, saltando una vez más para alcanzar el libro y resoplando de frustración ante otro intento fallido. “Porque sí”, Draven respondió en un tono burlón. “Ja, ja. Qué gracioso”, dije con sarcasmo. “Ahora devuélveme el libro”, insistí. “No hasta que hablemos de lo que pasó anoche”, dijo. Su tono de voz se había vuelto serio y sus ojos se volvieron suaves. Me mordí el labio inferior y entrecerré los ojos. “No”, respondí. Lo vi levantar una ceja y encogerse de hombros. “Entonces supongo que nunca podrás saber cómo termina este libro”, anunció. Me di cuenta de que estaba a punto de tirarlo contra la pared para destruirlo, y me aferré a su brazo antes de que pudiera hacerlo. Mi corazón casi se sale de mi pecho cuando dejó caer el libro al suelo. “¿Cómo te atreves a asustarme de esa manera?” Pregunté, indignada. Fruncí el ceño e intenté dar un paso adelante. Al mismo tiempo, Draven avanzó tres pasos hacia mí, haciendo que me choque con su pecho y retroceda inconscientemente, hasta sentir mi espalda contra uno de los estantes de libros. “¿Cómo me atrevo?” Draven dijo. “¿Cómo te atreves tú a gritarme?” A pesar de que me estaba haciendo una pregunta que parecía severa, seguía sonando como si se estuviera divirtiendo, y eso me molestaba aún más. “¿Por qué no dejas de molestarme cada cinco segundos y, no sé, tal vez te dedicas a hacer algo más productivo con tu vida?” Pregunté con firmeza. “¿Algo más productivo como qué? ¿Cómo f*llarte?” Dijo, sonriendo. “Eso es lo más productivo que se me ocurre”. Me mordí el labio inferior, fastidiada de tomarme tan en serio sus tonterías. “Si quieres hablar de lo de anoche, comienza por explicarme lo que pasó entre tú, Dexter y Lianna”, dije en voz baja. Sin embargo, al levantar la mirada para ver a Draven, noté que sus ojos estaban enfocados en mis labios mientras ponía su brazo alrededor de mi cintura, acercándome más a él. “Esto no es lo que quiero”, dije. “¿Puedes tomarme más en serio?” “Eso es lo que estoy haciendo”, anunció sin apartar sus ojos de mis labios ni por un segundo. Podía sentir que mi corazón se aceleraba. “No, estás pensando en otra cosa totalmente diferente”, le recriminé. “¿Puedes culparme?” Preguntó. Su voz era casi inaudible y sus ojos no dejaban de mirar mis labios. Sé que solo me estaba molestando en ese momento, pero de todas maneras me sentía muy nerviosa de tenerlo tan cerca. “¿Me vas a decir o no?” Insistí. No iba a dar mi brazo a torcer. “No, porque eso no importa en este momento”. “Sí importa”. Resoplé y, en un intento de alejarlo, presioné mis manos en su pecho para alejarlo. Aun así, él acercó su cuerpo al mío. “¿Por qué no dejas de actuar de esa manera?” Pregunté, enojada. “Eres amable un segundo y al siguiente segundo me atacas, comportándote como un imbécil cada vez que te da la gana”. A pesar de que estaba tratando de no decirle todo lo que pensaba, para ser honesta, ya no le tenía miedo. Al menos ya no le tenía tanto miedo como antes. Ahora solo estaba molesta. “Eres tan sensual cuando estás enojada”, dijo en mi oído. Sus palabras solo hicieron que la ira se apoderara de mi cuerpo y tuve que respirar hondo un par de veces antes de clavar mis uñas en su pecho y mostrarle mi mejor sonrisa falsa. “No puedo creer que esté a punto de decir esto. No obstante, creo que deberías volver a ser tú mismo”, anuncié. “Ya no necesitas mostrarme tus dos caras. Quédate con una sola y, no sé, golpéame contra la pared y estrangúlame como solías hacerlo cuando te enojabas conmigo”. “Puedo hacer eso cada vez que te f*lle”, respondió. Sentí que mi cara hervía y traté de responderle con un comentario ingenioso, pero a veces, cuando la gente dice algo tan audaz y directo como eso, a la otra persona le resulta difícil responder. “¿Tienes un trastorno mental?” Pregunté. Draven solo se encogió de hombros. “Es probable”, respondió. “¿Quién sabe?” Se detuvo y sonrió, como si esto le pareciera divertido. “Buen intento, muñeca. Sé que solo estás fingiendo, ya que puedo escuchar los latidos de tu corazón, que siempre te delatan”. Puso su antebrazo sobre mi cabeza, en el estante de libros y agarró mi barbilla con su otra mano. A estas alturas, ya no tenía idea qué decir. Pese a que intenté pensar en algo inteligente, mi mente estaba en blanco y el aliento de Draven contra mi mejilla me hacía estremecer. “N-no es cierto…” dije, pero Draven me interrumpió. “¿Puedo besarte?” Preguntó. “No”, respondí, respirando hondo para intentar calmar mi agitado corazón. Mis ojos no se apartaron de los suyos y, sin darme cuenta, abrí mi boca ligeramente. “¿Puedo besarte, por favor?” Draven insistió. Su voz apenas se escuchaba. Estaba hablando tan bajo que se había vuelto ronca y, Dios, de tan solo oírlo sentí que me derretía. Sin embargo, me mantuve firme. “Al menos ahora pides permiso”, dije. “Y no dices por favor sin sentir náuseas”. Me encogí de hombros y aparté sus dedos de mi barbilla. Lo escuché soltar un gemido decepcionado antes de pararse derecho. “Por cierto, ¿has visto a Vincent?” Preguntó de repente. Metiendo sus manos en sus bolsillos. “Estuvo aquí, conmigo, hace rato”, respondí. “Pero se fue”. “¿Estaba aquí contigo?” Draven preguntó. Parecía sorprendido y un poco enojado. “Sí”, respondí. “¿Por qué?” Dijo, su voz cada vez se hacía más fuerte. “¿Por qué?” Repetí. “No sé. Él fue quien me trajo a este lugar y se sentó conmigo a leer un rato. Aunque dudo mucho que haya podido leer algo”. Puse los ojos en blanco al recordar cómo me había mirado. “¿Ah, sí? ¿Qué se supone que significa eso?” Draven preguntó. Sonaba molesto. “Nada”, respondí, encogiéndome de hombros. “Ya vámonos. Volveré con Vincent más tarde”. Estaba a punto de pasar a su lado para salir de la habitación, cuando Draven agarró mi muñeca y me detuvo. “No. No quiero que vuelvas aquí con él”, dijo. Ya no había rastro de diversión en su mirada. Estaba hablando en serio. “¿Por qué?” Pregunté. ¿Quién se creía que era para decirme lo que tenía o no tenía que hacer? “Porque no, ¿de acuerdo?” Dijo. “Esa no es una respuesta”, anuncié. Decidí no dar mi brazo a torcer. Si quería que lo obedeciera, lo mínimo que podía hacer era decirme la razón. “¿Vas a hacer lo que te digo o no?” Preguntó, resoplando de frustración. “Más te vale que me obedezcas porque ya no estoy de tan buen humor”. Me di cuenta de que estaba realmente enfadado. ¿Cuál era su problema? ¿Cómo podía cambiar de humor tan rápido? “Como quieras”, respondí.
xxx