Capítulo 38
1100palabras
2022-08-16 15:00
Juan me espera en la entrada del bar y me saluda moviendo su mano.
Nos sentamos en una mesa un poco alejada para poder hablar y que la música no nos moleste.
—¿Una cerveza? —me pregunta un poco nervioso.

—Sí. Está bien.
—Okey. Voy por ellas a la barra. Aquí debes pagar inmediatamente lo que consumes. Así se evitan lidiar con borrachos que no recuerdan lo que han bebido.
—Muy bien. Yo voy al tocador mientras vuelves.
Mi excusa de entrar al baño solo se debe a que, con el pasar de las horas, mi ansiedad no ha hecho más que empeorar. Mientras estuve con Sam, mantuve en control, pero luego no podé dejar de mirar mi teléfono cada minuto esperando a que Alex me enviara por lo menos un emoji.
Confirmo que todo está igual que diez minutos atrás y salgo decepcionada del baño.
—¡Iv…! —una chica de cabello casi naranja me saluda emocionada y sorprendida.

—Vane… —mi emoción no es tan evidente como la de ella, pero si estoy sorprendía.
“Si ella está aquí, tal vez…”
Doy un vistazo rápido por el pequeño local, pero aparte de Vanessa, no veo ninguna cara conocida.
—¿Qué haces aquí? —preguntamos las dos al mismo tiempo y nos reímos.

—Vine a ver a un amigo. —respondo.
—Y yo a una amiga.
Espero a que me pregunte por Alex o que siquiera lo mencione, pero no sucede.
—¿Y cómo sigue tu pariente? —pregunta la chica sonriente frente a mí.
—¿Quién?
—Ayer saliste corriendo porque alguien…
—Ha… no… no era ningún pariente. Mi mejor amiga la estaba pasando muy mal, pero ya está mejor.
—Wow. Te veías muy preocupada. Ya me gustaría tener una amiga que se interese así por mí… pero la vida me unió con puros hombre… y son… ya sabes… si no les explicas lo que sientes y lo que piensas con detalle, te puedes morir de pena y ellos se enterarían en tu entierro.
—Yo no creo que no se den cuenta… Más bien, no quieren hacerlo. La mayoría de los hombres son alérgicos al drama y nosotras solemos cargar con más del que podemos manejar.
—Si… supongo que tienes razón.
Comienzo a buscar a Juan porque siento que Vanessa me escanea con la mirada y necesito una excusa para alejarme.
“Ella sabe. Es mujer, se da cuenta de que estoy sufriendo y que su mejor amigo es la causa.”
—Iv… —sin percatarme de lo que hago, la miro directo a los ojos y se arrepiente enseguida de lo que fuera a decirme— ¿Si me vas a ayudar con lo del fotógrafo?
—La verdad es que no soy una persona con un círculo social muy amplio. Estuve pensando en algunas opciones, pero no creo que…
—En realidad, me gustaría que tú lo siguas pensando…
—Vane no… —suspiro y niego con la cabeza al imaginar lo que Alex diría si acepto el ofrecimiento de su amiga— yo…
—Ya sé que es tu cumpleaños. Pero podemos celebrarlo. El hotel en el que nos vamos a quedar es hermoso y va a haber gente famosa y muy talentosa. Julián me contó que tú y tus amigos tienen… ya sabes, dinero y no tendrían problema en acompañarnos. Diles que vengan. La vamos a pasar increíble…
—Imagino que así será —celebrar mi cumpleaños en un hotel cinco estrellas rodeada de las personas que quiero sería perfecto—, pero no puedo.
Vanessa me observa de arriba abajo. Me incomoda muchísimo sus ojos, esa mirada gatuna que irrita a los pocos segundos de hacer contacto con ella.
—¿Y si Alex te lo pide? ¿Dirías que sí? —su tono alegre cambia y ahora es… no sé, pero no me gusta.
—No —respondo a la defensiva—, porque si lo hace, sabré que solo es porque tú lo presionaste.
—Hay cariño. Se nota que no lo conoces. A ese hombre nadie lo obliga a hacer algo si él no quiere.
Sé que no lo dice con mala intención. Ya Alex me lo advirtió. Ella no sabe cómo decir las cosas, pero… no por eso duele menos que me restriegue en la cara, que no conozco al chico que me hace sentir en un viaje astral con solo mirarme.
—Tienes razón, no lo conozco —digo sin disimular mis emociones—. Tengo que irme. Mi amigo me está esperando.
—Carajo —dice regañándose a sí misma—… Iv, perdón…
Pero no le doy tiempo de hablar más y vuelvo a la mesa en donde un Juan inquieto, no puede disimular el estado de ansiedad en el que se encuentra.
—¿Qué te pasa? —le pregunto preocupada.
—Tenemos que hablar.
—Sí. Ya sé. Por eso estamos aquí. Y estoy dispuesta a escucharte e intentar rescatar nuestra relación…
—Iv… tenemos que hablar de Mateo.
“¿What?”
Me quedo de pie procesando lo que pasa.
Cuando pienso en Mateo, siento como si una motosierra me partiera por la mitad. Odio que haya vuelto y ahora todo pretendan que debo salir corriendo tras él. Incluso mi madre cree que me conviene enfrentarlo para cerrar el ciclo, pero yo no le veo sentido.
Él se fue.
Él me dejo.
Él decidió sacarme de su vida.
¿Por qué tendría que permitirle volver cuando le da gana?
¿Tan difícil les es entender que quiero fingir que sigue lejos?
La insistencia de todos para que cambie de opinión solamente hace que lo rechace más.
—¡No! —las personas a nuestro alrededor nos observan, porque esa única palabra sale con bastante énfasis. Me doy cuenta de que estoy a punto de protagonizar una escena y opto por sentarme y bajar el tono de mi voz— Pensé que estábamos aquí para hablar de nosotros. Cuando van a entender que yo no quiero saber nada de Mateo.
—Iv —Juan se pone de pie y ocupa la silla que está a mi lado para quedar más cerca de mí y que lo pueda escuchar con claridad—… No tengo la intención de arreglar nuestra relación, y no es que no lo desee, pero después de que te confiese lo que hice, tú no vas a volver a hablarme nunca. Y lo acepto. Pero solo escúchame esta última vez.
La curiosidad se apodera por completo de mí.
“¿Qué pudo haber pasado para que Juan diga semejante cosa?”
No quiere arreglar nuestra relación. Eso nunca me lo espere. A pesar de que en los últimos años no distanciamos en varias ocasiones, siempre volvíamos. Una vez me dijo que estar separado de mí le causaba un dolor que no podía soportar, por eso prefería ser mi amigo a no ser nada. Por lo mismo, sus palabras me descolocan y es inevitable no querer saber más.