Capítulo 2
1097palabras
2022-07-27 08:38
Las cosas no se arruinaron de un día para otro. Pero a veces estamos tan aferrados a lo creemos que es lo mejor que nos ha pasado, y tan asustados de perlo, que nos volvemos ciegos por elección. Y he de admitir, con mucha vergüenza, que eso me paso a mí.
Todo sucedió muy rápido.
Simón estaba aburrido en su casa con sus amigos.

Todos pensaron que era buena idea hacer un video con retos ridículos y peligrosos.
Horas más tarde, Simón y sus amigos se volvieron virales en diferentes redes sociales.
A lo que le siguió…
Más videos.
Contratos con marcas.
Más videos.

Eventos a los que solo iban personas famosas.
Más videos.
Y… más videos
Y… menos tiempo disponible. Lo que significaba… menos sexo.

El día de la graduación, mis amigos y yo decidimos que, por primera vez, nos integraríamos con el resto de nuestros compañeros de clase, y asistimos a la fiesta que organizo Simón.
Yo llegué antes porque él me lo pidió. Al entrar a su casa, me saludo como de costumbre haciendo bromas coquetas, me beso apasionadamente y tuvimos sexo contra la puerta principal. Simón termino a los pocos minutos, yo no logre hacerlo, pero lo deseaba tanto, que no me importo y en medio la emoción, por al fin tener algo de tiempo asolas, di rienda suelta a mis palabras y confesé como me sentía.
“Te extrañé tanto”, le dije. Pero él solo sonrió y me entrego un par de cajas de regalo “Feliz cumpleaños y feliz graduación hermosa” y desde ese momento, algo dejo de estar bien.
El resto de personas llegaron, la fiesta comenzó y con el pasar de las horas, yo me sentía más incómoda.
Llego gente de otros institutos. Moverse por lo corredores se volvió una misión casi imposible. Donde fuera que mirara, había alguien bailando, bebiendo o vomitando. Pero de una forma u otra, todos se divertían, incluso Sam que es tan recatada y quisquillosa para estar en lugares con tantas personas. Por otro lado, yo estaba cada vez más ansiosa, aburrida, sentía claustrofobia en medio de la multitud, y la sensación de incomodidad cada vez que veía a Simón, me cerraba la garganta y no me apetecía ni beber ni comer nada.
Decidí quedarme sentada en un rincón con un vaso de cerveza que jamás bebi, mientras seguía a mi novio con la mirada. Él socializaba con todos, incluso grabo un video de lo que sucedía en la fiesta. Las chicas se le acercaban demasiado y eso me hacía sentir celosa. Sam intento calmarme diciéndome que era algo normal debido a su fama. Pero esa canción ya comenzaba a sonarme rayada.
Todos me habían dicho lo mismo en algún momento de esas últimas semanas. Incluso el mismo Simón, cuando le reclame el haber dicho que estaba soltero en uno de sus videos.
“Hermosa, no te lo tomes personal, es solo una estrategia de marketing, mi manager cree que lo mejor es que el público femenino piense que estoy disponible para ellas, eso siempre atrae más seguidores”
Y yo le creí, de verdad pensé que tenía mucho sentido. Sabía de primera mano que Simón no era el único famoso usando esa estrategia, y por eso, mientras fuera yo quien lo tuviera entre las piernas, decidí no darle importancia.
Pero la incomodidad seguía haciéndome un hoyo en el estómago y cuando lo perdí de vista en la fiesta, todo a mi alrededor se tiño de un color rojo carmesí.
Le pregunté a varias personas si lo habían visto, algunos solo me ignoraban, otros decían que no, hasta que me encontré con una chica brincando de la emoción y me contó que mi novio había estado hace un momento en el salón de juegos rifando los regalos que le habían hecho sus patrocinadores y ella había ganado uno.
Vi en sus manos, una caja igual a que Simón me entrego horas antes, y el primer balde de agua fría me cayó encima.
Quien se suponía, era mi novio, un heredero de una gran fortuna, y además de eso, un influencer bien pagado por diferentes marcas, ni siquiera se tomó el trabajo para comprarme un regalo especial el día de mi cumpleaños.
La rabia hizo que todo mi cuerpo se sintiera como el infierno. Mi cerebro se apagó, y como si en realidad todo mi ser siempre lo hubiera sabido, camine por inercia hasta la puerta de su habitación, y mis manos giraron la manija sin pedirle permiso a mi cerebro o preguntarle a mi corazón si estaba preparado para ver a mi novio protagonizando la escena porno que se estaba desarrollando en ese lugar.
Y la imagen no pudo ser más explícita.
Simón desnudo, arrollado, con su legua en la vagina de una chica que se retorcía de placer.
Lo peor de todo fue que él me vio ahí parada, con los ojos inundados en lágrimas y no le importo. Continúo dándole el placer que yo reclamaba a otra persona.
Mi estado de shock no me permitió hacer ni decir nada, así que, mientras la chica presumía con un fuerte grito el orgasmo que yo no tuve, cerré la puerta y me marché de su vida con la firme idea de hacerlo para siempre.
Ahora, casi un año después, mi filosofía es: el sexo y el amor no son sinónimos.
Y eso me lleva a mi dilema actual.
Quiero volver a disfrutar de uno de los placeres más grandes de la vida, sin tener que lidiar con el drama que trae todo lo referente al amor. Pero como el universo es un puto fregón, por alguna razón, me convertí en la persona más importante en el corazón de uno de los hombres que más quiero.
Otro de mis mejores amigos, con el que crecí, el que me presto el hombro para llorar y se lo deje lleno de mocos, resulta que quiere algo más que mi amistad.
Y así es, como el poco corazón que me quedaba, se terminó de romper al tener que mirarlo a los ojos y decirle que no puedo corresponder a sus sentimientos.
“Puedo lidiar con mi propio dolor. Incluso tengo un diplomado en eso. Pero… ¿Cómo sanas las heridas de alguien más? Sobre todo, cuando las causas tu.”
Lo bueno es que, al hablar con honestidad, de corazón a corazón, las cosas terminan por aceptarse, y aunque no vuelvan a ser iguales, con amor y tiempo se puede llegar a construir algo aún mejor.
O al lo menos, eso es lo que necesito creer cada vez que pienso en mi relación con Juan.