Capítulo 47
1178palabras
2021-12-13 14:15
Según experiencias pasadas, el niño dejaría de llorar como máximo cinco minutos después de la acupuntura y la fiebre desaparecería gradualmente. Pero hoy, por alguna razón desconocida, el pequeño no solo no dejaba de llorar, sino que cada vez se ponía peor.
Esto hizo que le maestro Tao frunciera el ceño levemente. Cuando estaba a punto de examinarlo más de cerca, Molly dijo de repente: "Prueba con una sopa calmante".
El anciano negó levemente con la cabeza; el efecto de la sopa sería exactamente el mismo que el de la acupuntura, lo cual resultaba extraño. Obviamente, el pequeño estaba asustado pero, ¿por qué no estaba funcionando la acupuntura?

Al ver que el maestro Tao no podía resolver el problema, la joven pareja comenzó a ponerse ansiosa. La madre lloró desesperadamente mientras que el padre le suplicaba al médico que encontrar la forma de curar a su hijo.
"El pequeño no solo está asustado; tiene el síndrome del alma perdida", dijo Jacobo Ye a la ligera.
"¿El síndrome del alma perdida?", los presentes se sorprendieron y el anciano Tao frunció el ceño mientras murmuraba: “Si eso es cierto, en verdad estamos en problemas".
"El síndrome del alma perdida es sólo una superstición. Creí que eras un médico profesional”, reprochó Molly con un tono helado.
"Jacobo, ¿se te ocurre algo?”, preguntó el maestro Tao.
La joven pareja miró expectante a Jacobo, esperando que pudiera encontrar la manera de curar a su hijo. Con una sonrisa en el rostro, Jacobo asintió: “De hecho, es bastante simple. Solo tenemos que llevar al niño a un cruce en la carretera. Una vez allí, tenemos que llamarlo por su nombre, seguido por la frase ‘Es hora de ir a casa’, y tendremos un efecto inmediato”.

"¿Estás intentando salvar a una persona o solo diciendo tonterías? ¿Cómo puede ser eso un tratamiento serio?”, Molly preguntó indignada, haciendo sentir a Jacobo un poco incómodo.
"A veces, la medicina china puede ser muy misteriosa. Ahora que el niño se encuentra en este estado, solo nos queda intentarlo”, comentó Jacobo.
"Pero...", la joven pareja vaciló.
Si Jacobo hubiera dicho que el niño necesitaba acupuntura o tomar algún medicamento, habría sido creíble, pero este método sonaba demasiado simple e increíble. Si una enfermedad pudiera curarse de esta manera, los niños ya no tendrían que volver a tomar medicamentos ni inyecciones nunca más.

Al ver sus dudas, Jacobo sonrió y se dirigió al padre del pequeño: "Veo que regresaste tarde a casa anoche; al menos después de las 12:00, ¿cierto?".
El hombre asintió apresuradamente: "Sí, volví bastante tarde pues estuve bebiendo".
Jacobo respondió: "Ya veo. Esa es la razón del síndrome del alma perdida de tu hijo. Según la medicina tradicional china, los malos espíritus se reúnen por la noche y, si bebes vino en ese momento, los atraerás a tu hogar. Ahora bien, la resistencia del pequeño no es muy fuerte, así que el espíritu que llegó a tu casa debe haberlo asustado. La próxima vez que llegues tarde, será mejor que te sientes afuera un rato para fumar un cigarrillo. O, mejor aún, espera al día siguiente para volver”.
"¿Eres un médico verdadero o un charlatán?”, preguntó Molly.
"¿Por qué no lo pruebas y me dices si funciona?”, sugirió el joven. “Sígueme para que puedas comprobarlo tú misma”.
"Puedo asegurarte que las habilidades médicas de este joven son excelentes. Ni siquiera yo mismo soy tan bueno como él”, aseguró David Tao.
"Está bien, probemos con eso”, respondió el padre del niño.
Una vez que salieron de casa de los Tao, encontraron un cruce a la izquierda. Llena de curiosidad, Molly los acompañó para ver si el tratamiento de Jacobo realmente funcionaba.
De inmediato, la joven pareja llevó caminando al niño al cruce, mientras gritaban: "Bao, nos vamos a casa. Bao, nos vamos a casa...".
Después de caminar unos diez metros, el niño dejó de llorar y, al ver su rostro bajo las luces de las farolas, se dieron cuenta de que se había quedado tranquilamente dormido. Naturalmente, los padres se sintieron sorprendidos y profundamente felices y no dejaron de agradecer a Jacobo por su ayuda. Llevaban varios días siendo torturados por la condición de su hijo y ahora pudieron constatar que este último se había recuperado de la fiebre que le aquejaba.
"Gracias, doctor. ¡En verdad muchas gracias!", exclamó el hombre lleno de gratitud.
Jacobo sonrió levemente y dijo: "No hay nada que agradecer”. Luego de esto, dio un paso adelante para tomar el pulso del niño diciendo: "El niño está bien, pero hace demasiado calor, así que no les recomendaría que lo abracen con tanta fuerza. Déjenlo dormir por un rato y estará bien. Recuerde no volver a casa tan tarde en el futuro”.
"Lo recordaré. Gracias, doctor", respondió el padre del niño lleno de felicidad. Luego de esto, la pareja se fue feliz con el bebé. Al mirar a la familia irse, Molly Tao se quedó perdida en sus pensamientos.
"No se puede explicar el llamado síndrome del alma perdida con la medicina tradicional china". A pesar de que su voz y expresión seguían siendo frías, su tono se había suavizado un poco. Obviamente, ahora reconocía las habilidades médicas de Jacobo Ye.
"No puedo explicarlo; es solo un alma perdida que no pudo encontrar el camino a casa". Ante situaciones que la ciencia no podía explicar, Jacobo prefería decir la verdad.
"Estoy haciendo una pregunta muy seria, por lo que espero que puedas darme una respuesta igualmente seria", dijo Molly con un tono contundente.
"Siempre hablo en serio", respondió él, mientras sus ojos recorrían el pecho de la chica, revelando un toque de sorpresa.
"¿Te parece hermoso?", preguntó ella, sintiendo una inexplicable pizca de alegría en el corazón. Por primera vez en su vida, no se sintió incómoda con un hombre que no fuera su abuelo y su hermano.
"Hermoso, sí", dijo él con una sonrisa.
"Eres un pervertido y cobarde”, replicó ella, antes de darse la vuelta y alejarse.
Jacobo estaba atónito, pues había sentido la tranquilidad en su tono y esto era un buen progreso para su depresión. De inmediato la alcanzó para decirle: "Déjame tratarte".
"Conozco muy bien mi enfermedad; solo tengo un nudo en el corazón y es incurable", dijo ella distraídamente. Jamás había interactuado tanto con un hombre.
"Soy médico y puedo curar cualquier enfermedad que tengas”, respondió él con una sonrisa.
"Estoy bien. No necesito nada de eso".
"¡Claro que lo necesitas! Necesitas integrarte a la sociedad, tener amigos, comenzar una relación, casarte y tener hijos. En un futuro, cuando seas mayor y estés en una silla de ruedas, podrás mirar tus fotos y llenarte de alegría con tus recuerdos del pasado. La vida humana es extremadamente corta y tienes que trabajar duro si no quieres tener arrepentimientos más tarde. Por favor, déjame intentarlo, ¿sí?”, suplicó él tomándole la mano.
Los ojos de la chica seguían estando fríos mientras lo miraba a los ojos, donde pudo ver una especie de terquedad. Finalmente, terminó por desviar la mirada.
"Está bien, puedes tratar mi enfermedad". Después de mucho tiempo, Molly asintió lentamente.