Capítulo 6
1511palabras
2021-12-13 14:15
El Maestro Connor respondió molesto: "El dinero que ustedes donaron era para caridad y, siendo francos, su familia también tiene una reputación dudosa. Todo el dinero que ha llegado a este hospital se invirtió en tratamiento médico. Nosotros los doctores dependemos de nuestras propias habilidades para vivir, no de la fortuna que ustedes los empresarios nos den”.
Cuanto más pensaba en ello, más se enojaba, hasta que finalmente gritó: “Alguien más tendrá que encargarse de su hijo, pues yo no puedo atenderlo". Después de esto, el eminente médico se fue sin mirar atrás.
"Maestro Connor... ¡Maestro Connor!". Al verlo alejarse, Gavin Feng miró a su esposa con enojo. En ese momento, el doctor en jefe Liu se acercó para revisar la lesión de Brandon Feng y dijo con una sonrisa encantadora: "Pueden estar tranquilos, señor y señora Feng. Su hijo está bien".

Ante esto, el empresario soltó un suspiro de alivio y dijo: "Gracias, doctor".
Sintiéndose halagado, el doctor respondió: "No hay nada que agradecer. Por favor, descansen un poco. Ahora transferiré al paciente a la sala VIP".
Gavin Feng asintió y salió de la sala con Susan. Entonces, el doctor en jefe Liu se dio la vuelta y vio que había más de una docena de agujas plateadas colocadas en el cuerpo del hombre herido, lo cual provocó que frunciera el ceño, diciendo: "¿Qué es esto? ¿Es acupuntura? Quítaselo todo".
Jonathan Lee respondió dudoso: "Pero Jacobo Ye advirtió que no debíamos quitarle las agujas todavía".
"¿Y quién es el cirujano experto; Jacobo Ye o yo?”, preguntó el doctor con sarcasmo.
A pesar de que Jonathan se sintió molesto ante la situación, sabía que este hombre tenía mucho poder en el hospital, por lo que no podía atreverse a contradecirlo. Con esto en mente, no le quedó otra opción más que retirar las agujas de plata del paciente e irse de inmediato.

El doctor en jefe Liu resopló, pero en realidad estaba contento. Todo parecía indicar que el joven paciente estaba fuera de peligro, y esta era un oportunidad única para complacer al señor Feng. Sin embargo, antes de que pudiera disfrutar de esta alegría, escuchó una alarma estridente proveniente del equipo de monitoreo.
Sorprendido, el doctor se dio la vuelta rápidamente para ver qué pasaba y pudo notar que los indicadores del chico estaban cambiando en un instante. Además, le estaba costando trabajo respirar y comenzó a salirle sangre de la boca.
"¡Busca al Maestro Connor!", gritó el doctor Liu, sintiéndose tan asustado que estuvo a punto de orinarse en los pantalones.
Luego de una larga persecución, el Maestro Connor terminó por regresar al quirófano, el cual se había convertido en un verdadero caos. Al ver al paciente, gritó: "¿Dónde están las agujas de plata que tenía en el cuerpo?".

El doctor en jefe Liu estaba tan asustado que comenzó a tartamudear: "Ya… ya se las… quitaron".
"¡Qué imb*cil! La condición del paciente era inestable, y esas agujas eran lo único que lo mantenía con vida. ¿Por qué decidiste quitárselas?".
"No fui yo quien se las quitó”, respondió el doctor Liu con miedo.
Cuando Jonathan Lee se dio cuenta de que el cirujano estaba pensando usarlo de chivo expiatorio, rápidamente dio un paso adelante y dijo: "Eso no es cierto; el doctor en jefe Liu me ordenó que se las retirara...".
Al escuchar esto, Gavin Feng le lanzó al doctor Liu una mirada asesina, deseando desollarlo vivo.
"Entonces... ¿se las volvemos a poner?”, preguntó el médico en pánico.
El Maestro Connor negó con la cabeza: "No, la acupuntura es mucho más complicada de lo que parece. Debe realizarse de acuerdo con el tipo de enfermedad del paciente, la profundidad, la tenacidad y la trayectoria del Chi en el cuerpo. Sin tomar en cuenta estos factores, sería como si lo apuñaláramos".
"¡Bast*rdo, si algo le pasa a mi hijo, te mataré...!", gritó Susan después de escuchar las malas noticias. Acto seguido, se abalanzó sobre el doctor en jefe Liu sin preocuparse por su imagen, golpeándolo una y otra vez sin piedad. El médico gritó, a medida que su rostro y manos comenzaron a llenarse de heridas sangrientas.
Afortunadamente, Gavin Feng estaba tranquilo y, si bien la condición de su hijo le afectó, no perdió la compostura digna de un líder mayor. Al ver lo que su esposa estaba haciendo, ordenó a sus guardaespaldas que la controlaran. Luego de esto, le suplicó al Maestro Connor: "Por favor, le suplico que encuentre la forma de salvar a mi hijo. Él es lo único que tengo en este mundo".
En respuesta, el Maestro Connor tomó una aguja plateada para analizarla, y observó que esta era tan fina y delicada como un mechón de cabello. En verdad no se explicaba cómo había podido Jacobo Ye insertar una aguja tan suave en el cuerpo del paciente. Con esto en mente, suspiró diciendo: "Lo siento, pero no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Lo mejor será buscar al residente que le insertó las agujas; quizás él sepa qué hacer".
El rostro de Gavin Feng se ensombreció, pero no le quedó más remedio que asentir si quería salvar la vida de su hijo.
"Debemos darnos prisa. Me temo que su hijo no resistirá mucho en esta condición", advirtió el Maestro Connor antes de irse.
De inmediato, Gavin Feng miró fríamente al doctor en jefe Liu y se alejó del lugar. El médico se sintió desesperado y salió corriendo mientras exclamaba: "Señor Feng, el nombre del residente es Jacobo Ye, y es un estudiante de la Universidad Médica de Oakdale. No conoce a nadie aquí, por lo que seguramente habrá regresado a su campus directamente".
Gavin Feng se detuvo y miró al médico con frialdad, antes de amenazarlo con un tono grave: "Doctor Liu, si algo le sucede a mi hijo por su culpa, será mejor que esté listo para hacer sus maletas e irse".
El miedo invadió el cuerpo del cirujano, haciendo que sus piernas se debilitaran y se viera obligado a sentarse en el piso.
Por su parte, Jacobo Ye ya había empacado sus cosas en el hospital y tomó el último autobús para regresar a su campus. Sin embargo, justo cuando bajó del autobús para caminar hacia la puerta de la universidad, escuchó el rugido del motor de un automóvil a sus espaldas. Un Buick negro se detuvo repentinamente frente a él, y varias personas descendieron del vehículo, mirándolo con seriedad.
El chico los reconoció en un instante; se trataba de los guardaespaldas de Gavin Feng. El jefe de ellos detuvo a Jacobo y le dijo con frialdad: "La condición del joven Feng ha empeorado, por lo que su padre solicita que regrese al hospital ahora mismo".
Los guardaespaldas se veían fríos y duros, lo cual enfureció a Jacobo. Extendiendo el brazo para apartar la mano que le estaba cortando el paso, respondió con un tono cortante: "No soy más que un residente inexperto y no tengo la capacidad de curar al joven Feng. Será mejor que busquen a alguien más".
El guardaespaldas gritó: "La señora Feng ordenó que lo llevara de regreso, aunque tenga que atarlo. Por favor, coopere con nosotros por las buenas".
El chico se sintió furioso; ¿en verdad creían que esta era la actitud correcta para pedirle su ayuda? Pensando en esto, ignoró a los cuatro guardaespaldas y caminó hacia la puerta de la escuela. Al percatarse de su actitud desafiante, el jefe frunció el ceño y se estiró para retorcer la mano de Jacobo.
El equipo de seguridad del señor Feng estaba conformado por guardaespaldas profesionales y algunos de ellos tenían experiencia en el ejército, por lo que sus habilidades eran extraordinarias. Cualquier persona común y corriente que se enfrentara a ellos no tendría más opción que cooperar con ellos sin oponer ningún tipo de resistencia.
Sin embargo, Jacobo Ye no era alguien común. Doblando la mano, localizó el punto exacto donde debía presionar para someter al guardaespaldas. Segundos más tarde, le bastó con darle un leve empujón hacia atrás para quitárselo de encima. El hombre solo sintió un repentino entumecimiento en las manos, y en un abrir y cerrar de ojos, estas dejaron de obedecerle. Luego sintió una presión muy fuerte, obligándolo a dar unos pasos hacia atrás hasta chocar con una puerta a sus espaldas.
La escena sorprendió a los otros cuatro guardaespaldas. Resultó que el chico era un maestro de artes marciales ocultas, por lo que decidieron atacarlo en grupo y corrieron a su encuentro.
Jacobo reaccionó y agarró la mano derecha de uno de los hombres, provocando que soltara un grito y dejara caer el brazo que acababa de ser "incapacitado" por el joven médico.
Lo mismo sucedió con los otros dos guardias, y el equipo entero estaba conmocionado. Todos eran guardaespaldas profesionales que habían sido entrenados estrictamente y, sin embargo, acababan de ser derrotados en cuestión de segundos por un simple estudiante de aspecto ordinario. Entonces, se dieron cuenta de que Jacobo Ye era un verdadero maestro de la pelea.
Sin decir una palabra más, el chico se dio la vuelta y se fue.